Capítulo 39: El pasado que me ata a ti.

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He visto que disminuyen sus comentarios🫠así que aplicaré el chantaje y no actualizaré seguido. En fin, tienen un capítulo largo, disfrútenlo.

Sasha

Seguramente la había asustado más con lo que le dije, pero no podía pintarle un mundo rosa, no a mi lado.

Soltar toda mi mierda con ella no lo utilizaba como una excusa, porque no existía una para lo que yo le hacía. Sabía lo inestable que era mi temperamento, había días donde la escasa humanidad que me quedaba podía ser destrozada ante la más mínima provocación, revelando así al monstruo sádico que mutiló a Dominic y la arrojó contra la nieve sin compasión.

Controlarlo resultaba imposible cuando jamás busqué frenar mi sadismo, ¿para qué? Era este una parte de mí, algo que me caracterizaba cuando mis enemigos escuchaban mi nombre. A estas alturas la oscuridad me había encadenado a ella y no iba a soltarme.

Y para desgracia de Erin, la quería conmigo, la obsesión que nació cuando la vi, era fuerte, me absorbía constantemente, exigiéndome más de ella; y lo peor es que no solo se trataba del deseo de su cuerpo y su sexualidad, también necesitaba marcarla, hacer que me deseara y quisiera con intensidad para que solo tuviera ojos para mí y nunca los posara sobre otro hombre.

Estiré el brazo y alcancé un mechón pelirrojo, enredándolo en mi dedo ceñido bajo la piel de los guantes negros. Erin se tensó ante mi gesto, pero no se apartó, tampoco lo hizo cuando le cogí la mandíbula y viré su rostro hacia el mío, prendado en la simetría de sus labios rellenos y ligeramente separados.

Me miró insegura, dubitativa, como si temiera que fuera a causarle daño, y sí, se lo haría, porque así era yo, tenía una tendencia enferma de lastimar a los demás solo para complacerme.

Bajó la mirada a mi mano que la sujetaba, vi un reconocimiento en sus ojos que se esfumó tal y como llegó.

—Sasha...

Silencié sus palabras con un beso. Me moría por probar su boca blanda y suave, y así lo hice, deleitándome con el sabor de su saliva y el trémulo movimiento de sus labios al responderme. No me rechazó, quizá resignada a esto, a que, si quería podía obligarla a besarme y no podría hacer nada al respecto.

Era mía. Solo mía, aquí, ahora, siempre.

Mi mano libre acunó la curva de su garganta y desplacé el agarre hasta su nuca, atrayéndola con más brusquedad contra mi boca, acelerando el ritmo de nuestro beso mientras la respiración de ambos cambiaba de manera drástica. El deseo violento emergía de nuevo, mi necesidad de poseerla crepitaba silenciosamente por todo mi cuerpo; la tela de mis vaqueros se ajustó a causa de la erección que crecía sin poder contenerla.

Erin se dio cuenta de lo que sucedía, de como su cuerpo reaccionaba al mío. Se apartó, los labios rojos e hinchados, el aliento atascado en la garganta que soltó en un suspiro largo. Rocé su boca con mi pulgar y sonreí de lado.

—Volvamos, pronto oscurecerá y no quiero que estemos afuera cuando eso pase.

Asintió, aturdida. La ayudé a incorporarse y llamé a Korol' y Blue, quienes habían estado corriendo cerca. Enseguida retomamos el camino a casa, mi mano se negaba a soltar la de Erin, y ella parecía conforme con ello.

—Lo que sientes por mí es más que una obsesión, ¿cierto? —Preguntó casual, sin detenerse un momento.

Me tomé unos segundos para responder, porque no le mentiría, nunca.

—Sí.

Mi respuesta fue seca y cortante, dándole a entender que no quería que siguiera por ahí, porque ni yo mismo entendía qué pasaba con nosotros.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora