Paso a dejarles capítulo antes de irme a dormir, cuando despierte quiero ver muchos comentarios, porfi💙
Como dato, el nombre de Sasha ya no es Chris, lo cambié por otro, así que no se me confundan. Recuerden que Sasha es el nombre que Sergey le puso, el otro fue el que eligió su madre💙
Sasha
Fumaba un cigarrillo a las afueras del aeropuerto.
El frío de Moscú se deslizaba a través de mi cuerpo, quemaba, por supuesto, pero no me afectaba en nada. Pasé demasiado tiempo bajo la nieve, podría decir que éramos muy cercanos, la hija de puta se convirtió en una de las torturas favoritas cuando estuve en prisión. Me hallaba familiarizado con ella, incluso al odiarla, no prefería el calor.
Mi vista viajó a la entrada del aeropuerto, las personas pululaban de un lado a otro, aunque a estas horas había menos movimiento. Erin no demoraba en llegar, a decir verdad, ya debería estar aterrizando. Mi muñequita se salió con la suya y huyó de su boda, dejando como un payaso a Aaron y confirmando frente a Sergey la incompetencia de Joseph. No iban a demorar mucho en decirme lo que pasó, contaba con la llamada de mi padre exigiéndome una sola cosa: encontrarla.
Y por supuesto que lo haría, pero primero me divertiría con ella; estuve trazando un plan cientos de veces, no me convencí de llevar a cabo ninguno, así que lo dejé estar y optaría por dejar fluir esto, dilataría el juego lo más que pudiera, pero de la manera que fuera, iba a satisfacer mi deseo por ella.
—Ya ha bajado del avión —avisó Carlos. No era su trabajo estar aquí y vigilar a Erin, pero parecía de lo más interesado en su bienestar y mal para él que iba a decepcionarlo.
Quería hacerle de todo a Erin, menos cuidarla.
Apagué el cigarrillo y lo tiré al primer bote de basura que vi, posteriormente crucé la calle, las manos dentro de mi chaqueta de cuero, escondía las calaveras y mantenía a los curiosos lejos; mis botas aplastaban el hielo mientras avanzaba por la acera hacia la entrada del aeropuerto.
Era un horario peligroso para llegar, claro, para chicas americanas inocentes e ingenuas como Erin, podía encontrarse con cualquier tipo de criminal, o con un ruso obsesionado por mancillar su suave piel de porcelana.
Me detuve un instante frente a las puertas de cristal, evalué la zona, buscándola hasta que la hallé como una mancha blanca y roja sujetada por un sujeto que le doblaba el tamaño; apreté el ceño y casi sonrío ante la situación, sino fuera por la desagradable sensación que nadó hacia la superficie al ver como alguien estaba tocándola.
Llevaba dos voyeviki conmigo, mantenían su distancia, vigilaban y aunque no los necesitaba para cuidarme las espaldas, lo hacía para otro tipo de asuntos, como este, por ejemplo.
Sin embargo, antes de que pudiera dar una orden, Erin se zafó del agarre del sujeto mordiéndole el brazo y pateándolo; el alivio le duró poco, corrió a toda prisa con el rostro pálido y el miedo asomándose en su mirada azul. Deprisa, me precipité hacia ella, en cuanto las puertas se abrieron, su frágil y destacada figura chocó contra la mía.