Capítulo 22: No vuelvas a tocarla.

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Sasha

No la dejé bajo llave, no era necesario. Quería verla intentar escapar de nuevo, eran hectáreas de territorio de la Bratvá, sin contar con el ejército que mantenía cerca y a los alrededores. Nadie vendría por Erin, no se iría de mi lado a menos que yo así lo decidiera.

La presencia de Sergey interfiriendo en mi obsesión con ella, me había jodido lo suficiente para dejarme furioso, sin contar con la orden que dio de traer al bastardo francés hasta acá. Hijo de perra. Le metería un tiro en la cabeza cuando menos lo esperara.

Bajé los escalones de dos en dos en dirección al exterior, abrí la puerta y la azoté con fuerza al cerrarla detrás de mí. Dominic se hallaba hablando con Vania, Carlos se mantenía a una distancia prudente, atento, cuando me miró, supo lo que sucedería a continuación.

Dominic adivinó mi movimiento apenas me vio venir, lo esquivó y detuvo mi puño con la mano cuando intenté golpearlo de nuevo en la cara. Sonreí perverso y con agilidad, lo apuñalé en un costado, jadeó y hundí más el filo, retorciéndolo hasta que lo vi quejarse del dolor mientras su sangre empapaba las calaveras en mis dedos.

—Eso es por besarla.

—¡Sasha! —Ladró Vania, al tiempo que unos boyekiv se acercaban para contenerme, lo cual no lograrían.

Retiré la mano y mi puño se estrelló en su mandíbula, la fuerza del golpe lo envió directo al suelo blancuzco.

—Te arrancaré los labios si vuelves a posarlos sobre cualquier superficie de su cuerpo —amenacé severo.

—¡¿Qué demonios te sucede?! Sergey dijo...

—¿Cuándo he seguido sus reglas? —Interrumpí hacia Vania.

Sergey me hizo traerlo y sabía bien las consecuencias de ello y el bastardo francés también, pero decidieron retarme y aquí estaba el resultado.

Dominic se incorporó, la puñalada no lo amedrentó, seguía mirándome con odio, provocándome, sin duda le importaba una mierda su asquerosa vida.

—Como siempre dejándote guiar por tus impulsos, no tienes control —siseó Dominic, la sangre le empapó la camisa blanca.

—Y te empeñas para que te lo demuestre. —Miré a Vania—. Sácalo de mi vista antes de que lo desmiembre vivo.

Les di la espalda y retomé el camino hacia el interior de la casa. La sangre se enfrió en mis dedos y se secó de inmediato, no me molestaba, llevaba años acostumbrado a sentirla, que en ocasiones me parecía extraño cuando no la veía en mi piel.

Me dirigí al bar y me serví un trago de vodka, a mi espalda, escuché a Carlos acercarse, sabía que se trataba de él, nadie más se atrevía a venir a hablarme después de lo que acababa de hacer, conscientes de que podría meterles un tiro entre ceja y ceja.

—Hay dos clubes que necesitan supervisión —habló serio—, el cargamento llegó bien a Italia, saldrá por la madrugada a su destino. No hemos tenido problemas con Luzzatto.

—Sé que no, esos italianos hijos de perra no se interpondrán en mi camino, al menos no ahora.

Bebí otro trago de golpe. Necesitaba follar con urgencia, pero la chica en la que quería hundirme, no tomaría de buena manera el que me metiera a su cama. Seguro me cortaba la polla antes de aceptar que la desvirgara, aunque eso era algo que sucedería tarde o temprano. El único hombre que la tocaría, sería yo.

—Sergey ha dejado parte de su gente aquí, y al parecer, él no se irá de Moscú.

Dejé el vaso de lado y lo encaré con la botella en la mano.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora