Si me dejan 500 comentarios, subo mañana🫶🏻💙
Erin
Abrí los ojos y punzadas de dolor atravesaron mi cabeza como cientos de agujas clavándose en ella, por esta razón odiaba llorar. Ignoraba la hora, la luz no entraba de ninguna forma a la habitación así que se mantenía sumida en la penumbra; sin embargo, me percaté de que mis muñecas ya no estaban esposadas, lo cual agradecí, ya que comenzaban a doler. A tientas revisé mi abdomen. Las heridas escocían, mas no sentía la sangre seca, así que alguien debió limpiarlas, y no solamente se encargó de quitarme la sangre, sino también mi ropa, ya que solo me encontraba en ropa interior.
Me puse alerta cuando la puerta de la habitación se abrió, la luz se filtró por ella e iluminó un poco las cuatro paredes en las que me hallaba cautiva. Lev no me dio tiempo de observar detalles, mucho menos de verlo a él, puesto que, la cerró de golpe y de nuevo estuve a ciegas. Oí sus pasos resonar contra la madera que cedía ante su peso, veía su silueta acercarse a mí. Retrocedí sobre la cama, hice una mueca de dolor, la cual soporté mientras el colchón crujía y se hundía, avisándome que él estaba sobre la cama.
—Vete —espeté alejándome de él. Busqué ponerme de pie, pero su mano se cerró alrededor de mi tobillo y de nuevo me arrastró a la cama con demasiada facilidad para mi gusto.
—¿Por qué piensas que puedes darme órdenes? —Inquirió, obligándome a permanecer recostada a su lado.
—Púdrete.
Tomándome desprevenida, cubrió mi anatomía con la suya apoyándose en sus codos, evitó dejar caer todo su peso. No respiré por unos segundos, atemorizada por lo que estuviera planeando hacerme esta vez, pero también, nerviosa por la cercanía que tenía conmigo. A pesar de todo, él seguía atrayéndome como un imán, cada vez que estaba tan cerca de mí, recordaba la forma en que sus manos me hicieron venir.
Y lo odiaba, lo odiaba por eso.
No debía sentir atracción por un delincuente, porque es lo que Lev era y, sin embargo, aquí estaba, derretida por su olor, su calor y todo lo que representaba.
De un momento a otro sentí su aliento más cálido y fresco, sus labios estaban cerca de mi boca, su pecho chocaba con el mío debido a la agitación y el nerviosismo que me embargaba. Él olía tan bien, en una mezcla de perfume varonil, cigarrillo y menta; me provocaba el deseo de besarlo, aunque al recordar quién y qué era, el deseo desparecía de golpe y era reemplazado por el miedo.
Lev tenía el poder para hacer conmigo lo que quisiera, violarme, matarme o comerme viva si se le antojaba. Siempre estuve atenta a los peligros que pudieran existir a mi alrededor, y aunque en Lev había esa aura oscura, no le temí, podría decirse que ni siquiera ahora el miedo era más poderoso que mi atracción por él y no comprendía por qué todo mi ser reaccionaba de esa manera tan irracional.
—Parece que anoche no fui lo suficientemente claro. ¿Tengo que recordarte lo que sucederá si sigues desafiándome? Tu valentía no te traerá nada que no sea dolor —advirtió en voz baja y divertida, pero con un matiz de severidad en ella.
Callé, sin deseos de provocarlo, no tenía curiosidad por conocer más de sus locos alcances. Anoche, cuando el filo de la navaja cortaba mi carne, conservó una expresión similar a la satisfacción, ahí comprendí que me hallaba en peligro.
—¿Cómo se supone que actúe? ¿Qué esperas de mí? ¿Quieres que te hable con cariño y respeto cuando me tienes aquí en contra de mi voluntad?
—Esto último, Erin, esto último tenlo bien presente —aconsejó—. Te tengo, eres mía, justo ahora puedo hacer lo que me plazca contigo y nadie, absolutamente nadie vendrá para evitarlo