Capítulo 54

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Lamento no subir ayer, pero aquí tienen un cap largo💙

"Sé bella y sé triste, las lágrimas agregan encanto a tu rostro como la lluvia al paisaje, la tormenta rejuvenece las flores".

-Charles Baudelaire

Sasha

Erin miraba por la ventanilla del avión privado que tomamos en Florida.

Nos dirigíamos a Nueva York. Tenía asuntos que atender allí, más que nada, hacer presencia ante las pandillas, quienes eran los que más problemas podrían causarme. Lo ocurrido con Sergey llegó a los oídos de todas las personas involucradas directa o indirectamente conmigo, en mi mafia. Para evitar un caos como el que ocurrió en Rusia, me anticipaba y pondría orden antes de tener que usar otros medios, como, por ejemplo, cortarles las gargantas.

También aprovecharía para visitar a Sophie, hacia tiempo que no la veía, por su propio bien evitaba tener contacto con ella, pero siempre la mantenía protegida. Era mi única familia. Además, quería presentarle a Erin. La idea de llamarla novia me emocionaba, pero no tanto como sería llamarla esposa.

Joder. No podía esperar para atarla a mí para siempre. La decisión de casarme con ella y embarazarla, seguía en pie.

No permitiría que se fuera, no la dejaría de nuevo, mucho menos ahora que sabía que me amaba.

—¿Crees que pueda hacer algo para recuperar la herencia de mi madre? —Preguntó sin mirarme, lucía pensativa, demasiado ausente.

Me carcomía la curiosidad por saber que pensaba, qué era lo que ocupaba su mente. Sopesar la idea de que el bastardo de Gav era dueño de una mínima parte de sus pensamientos, me enfurecía. Ese cabrón la tocó como yo lo hice y me jodía la puta cabeza. Los celos me estrujaban el pecho y me volvían peligroso. Ni siquiera me hallaba furioso por las balas que metió en mi cuerpo y su maldita cobardía al usar a una niña.

No. La ira despertaba con más fuerza al pensarla en sus brazos. Me provocaba un deseo oscuro de atarla y azotarla hasta que le doliera por el resto de su vida, castigarla con mi pene dentro de ella de manera tan dura y tan profunda, que se sintiera rota y vacía cuando no me tuviera invadiendo su cuerpo.

Quería hacerla sangrar por mí y para mí, ser dueño de su dolor, así como lo era de su amor. Limpiar de su piel las huellas que él puso, arrancarlo de su memoria, destrozar cada fragmento que la hacía sentir triste por la manera tan ruin en que la utilizó.

Él no tenía que ser dueño de nada, todo lo que era esta mujer me pertenecía a mí nada más.

—Si quieres tu herencia, la tendrás —dije después de unos segundos, controlando mi ira.

Me observó sorprendida, sondeó en mi mirada algún indicio de mentira. No encontró nada.

—¿Es en serio? ¿Así sin más?

—Eres mi mujer. Si quieres el mundo, te lo daré, cueste lo que cueste.

—Tu intensidad me abruma —susurró pasmada, temblando ligeramente.

—Es mejor que te vayas acostumbrando a ella.

La resignación se ancló a sus orbes. Era lo único que le quedaba, porque de mi lado no se iría nunca.

—¿Y Joseph? ¿Crees que cederá así de fácil? —Una sonrisa pérfida asomó en mis labios.

—Lo voy a matar.

Arqueó las cejas y desvió la mirada de nuevo, incapaz de sostenérmela por más tiempo. Íbamos solos en el avión, Carlos y Andrey se quedaron unas horas más en Florida, recopilando algunas cosas en el departamento de Gav.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora