Capítulo 55

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Espero leerlos mucho💙

"Invierno, yo te amo y soy la primavera, yo sonroso, tú nievas: tú porque todo sabes, yo porque todo sueño..."

-Delmira Agustini

Erin

Transcurrieron unas semanas más. Llevaba con Sasha más de un mes, un mes que se pasó en un abrir y cerrar de ojos y en el cual solo veía a mi demonio ruso por las noches, cuando llegaba y me follaba con sadismo, con el olor de la sangre adherida a su cuerpo y la muerte anclada a sus ojos azules y letales.

No me quejaba, al terminar, me sostenía en sus brazos y me susurraba palabras dulces, buscaba un balance entre el bien y el mal y yo podía vivir con eso.

Habíamos permanecido en Nueva York, en una casa dentro de un fraccionamiento exclusivo, contaba con un gran terreno y un circuito de seguridad puesto por Andrey. Reconocí a un montón de gente armada en los alrededores, igual que en Moscú. Aún no asimilaba que de ahora en adelante así sería mi vida, dejé a Sasha entrar en ella y ya no podía ni quería dar vuelta atrás.

Lo amaba con toda la intensidad que desprendía, con sus posesivos celos y su dulce amor. Cada centímetro de su peligrosa persona me pertenecía y no quería que fuera de otro modo. No cuando llevábamos unidos desde hacia tantos años, aunque sonara increíble y no hubiera en mi memoria nada que sostuviera esa afirmación; por más que le rogué para que dejara entrar el veneno en mí, me lo negó.

Sin embargo, convencí a Andrey de conseguirme un poco, pero primero me obligó a realizarme unos análisis de sangre, quería asegurarse de que fuera capaz de soportar el veneno, porque ambos sabíamos que, si Sasha se enteraba de esto, no nos iría bien.

Debido a que él se ausentaba todo el día por el trabajo que tenía encima en las calles, aprovecharía el momento para recuperar lo que me quitaron. No me gustaba ocultarle nada, pero no me dejó opción, esta era mi decisión y punto.

Alcé la vista de mi portátil cuando vi a Andrey atravesar el jardín. Su aire asesino empañaba cada rincón de su figura imponente, ataviado de negro de pies a cabeza en un traje a la medida y pulcro, daba zancadas seguras y largas en mi dirección. Llevaba unas gafas oscuras en los ojos y un sobre en la mano.

Solo éramos Andrey y yo dentro de la casa, Sasha confiaba en él para protegerme de cualquier situación mientras se ausentaba, porque Carlos tampoco estaba aquí y no tenía la menor idea de donde se metió, no regresó de Florida y su ausencia se sentía.

—Hola —saludé, cerré la portátil y dejé un momento los planos en los que estaba trabajando.

Todavía no tenía claro lo que haría con mi vida, por supuesto, no era quedarme en esta casa encerrada para siempre, tendría que hablarlo con Sasha, esperaba que no se opusiera a que viviera fuera de estas paredes impenetrables.

—Te tengo noticias y no son buenas —fue directo al punto.

Se sacó las gafas de encima y clavó la dureza de sus esmeraldas en mí. Me intimidaba mucho, no podía negarlo. De Sasha sabía que esperar, de Andrey no, a pesar de que estuviera aquí para cuidarme.

—¿De qué hablas? —Indagué preocupada.

Puso el sobre encima de la mesa, su índice daba golpecitos contra el papel. Tenía las uñas perfectamente cuadradas y bien cuidadas, pero lo áspero de sus dedos evidenciaba la violencia de su trabajo.

—Se encontraron rastros de droga en tu sangre, una similar al éxtasis, pero no la han podido identificar. —Fruncí el ceño.

—¿Droga? —Repetí estupefacta— Yo no me drogo, jamás ingerí nada, apenas pruebo el alcohol.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora