Capítulo 37: Contradicciones.

45.9K 4.7K 1.5K
                                    

Gracias por tantísimos comentarios💙ya saben que me motivan mucho, así que aquí tienen el siguiente.

Erin

No fui capaz de levantarme del suelo.

El hielo mojó mi ropa y mis piernas, me quemaba demasiado, igual que el frío adentrándose por mi piel hasta mis huesos, era una tortura insoportable y solo por un momento me arrepentí de haber retado a mi captor.

Me dolía el pecho, al punto de que no podía respirar, cada vez que inhalaba me ardían los pulmones, el aire que lograba tomar me cortaba como filosas cuchillas y aumentaba la quemazón dentro de mí; la debilidad crecía con celeridad, haciéndome temblar mientras me hacía un ovillo sobre aquel paisaje blanco, trataba de encontrar calor abrazándome a mí misma, pero tenía los dedos entumecidos y ya no los sentía.

Este es mi fin, así es como termina.

Estaba consciente de que nadie vendría en mi ayuda. Sus hombres no se arriesgarían a desobedecer y ganarse un tiro en la frente por mí.

Sin embargo, yendo en contra de mis suposiciones, sentí un abrigo cernirse sobre mi ofuscado cuerpo tembloroso, luego unas manos fuertes sostenerme antes de llevarme en sus brazos. Reconocí ese perfume y una sensación cálida me tocó el corazón.

Alcé la vista y miré a Carlos, quien serio, me condujo dentro de la casa sin que nadie interfiriera en su camino. Me sostenía con un aire sobre protector que pocas veces experimenté.

El calor del interior me reconfortó, pero aún tenía mucho frío, lo odiaba.

Y por un momento vino a mi mente la imagen de un Sasha adolescente siendo castigado bajo el frío y oscuro cielo de Rusia, con heridas sangrantes y abiertas en carne viva sobre su pecho mientras la nieve lo abrazaba con una promesa silenciosa de arrebatarle la vida.

El azul de sus ojos apagándose, la crueldad incinerando cualquier resto de humanidad y compasión.

No quería odiarlo, el dolor que me mostró al hablarme de las cicatrices, ablandó solo un poco mi corazón; debería estar consciente de que el causar daño, era parte de su naturaleza, la violencia que lo regía y bajo la que siempre iba a actuar.

Esperaba de él algo que no existía.

Aparté esa ilusión y reaccioné cuando Carlos me puso sobre la cama, importándole poco que estuviera mojada por el hielo que se derritió. Lo vi dirigirse al baño sin decir una sola palabra. Entonces, mientras el calor llegaba de a poco, el retortijón en mi vientre se hizo notar al pasar el entumecimiento reciente.

Me doblé sobre el abdomen, un sudor frío me recorrió la columna y los calambres se intensificaron. Me temblaban las manos y esta vez no tenía nada que ver con lo que acababa de pasar.

—Maldición —mascullé, contraje más el cuerpo y el dolor fue en aumento—. No hoy, no ahora, no aquí.

Trémula y con las piernas débiles, me incorporé de la cama y lo noté, noté el flujo caliente escurrir por entre mis muslos. Una punzada dolorosa me arrancó un grito que no pude contener. Avancé despacio y maldije por enésima ocasión cuando reparé en el hilo de sangre que dejé a mi paso.

Me agarré el vientre cuando un cólico fuerte me golpeó. Odiaba mi menstruación porque esta podía tumbarme por días en la cama. No era normal que sufriera de este modo, pero al acudir a ginecólogos que Joseph contrataba para mí, simplemente no encontraban nada malo. Ahora dudaba de la veracidad de sus palabras, ese hombre solo quería verme sufrir, no dudaba que haya ocultado mi cura para esto.

Caí al suelo, la sangre seguía manchándome y me asqueé. Pero el dolor era tan inmenso, que no podía siquiera dar un paso sin trastabillar. Siempre estaba preparada para estos días del mes, no obstante, al estar aquí perdía la noción de todo, como la fecha en que debería cuidarme para evitar precisamente esto.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora