Capítulo 36: El rostro de un monstruo.

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Es un capítulo muy largo, ayúdenme a comentar💙

Sasha

Resultaba una tarea inútil intentar apartar los ojos de ella.

Me dominaba un instinto primitivo y oscuro mientras la contemplaba enredada entre las sábanas de mi cama. Su figura desnuda era iluminada tenuemente por la resolana que se filtraba por la ventana, alcanzaba a distinguir la agresividad de mi agarre en su cadera y piernas, la marca de mi boca en sus senos y cuello, también entre la cara interna de sus muslos blancos y manchados con mi semen.

Una sensación sobrecogedora me inundó el pecho ante ese detalle.

La había llenado de mí todas las veces que la poseí, ni una sola derramé mi semen fuera de ella, era la primera mujer con la que no usaba protección, no lo contemplé al desnudarla y enterrarme en su coño virgen, me hallaba limpio y por supuesto que Erin también.

Para alguien tan meticuloso como yo, el pasar por alto algo como el uso de un condón, era estúpido, solo que, había cierta necesidad bestial que me rasgaba el estómago, exigiéndome que la marcara de todas las maneras posibles.

Y así lo hice.

Las consecuencias sobre mi desquiciante y enferma decisión, no era algo que me preocupara, y no conseguía entender por qué, y tampoco profundicé en ello, ya lo haría cuando pudiera pensar con claridad. Carajo. Con Erin nunca podía hacerlo.

Esta chiquilla retadora y sensual, me bloqueaba las putas ideas, no pensaba con la cabeza cuando se trataba de ella, me vencía la obsesión enfermiza que sentía, mi lado perverso que ansiaba someterla y arrastrarla a las sombras donde la haría mía para siempre.

Incluso ante el peligro que significaba para Erin pertenecer a mí, no actuaba con racionalidad. Tendría que comenzar a hacerlo, bloquear su brillo para que no me afectara y así poder tomar las decisiones adecuadas en torno a todo esto que, sabía, no duraría para siempre. Sin embargo, iba a prolongarlo lo más que pudiera, porque, aunque quisiera mantenerla a mi lado, encadenada y dispuesta para mí en todo momento, no podía, sería demasiado complicado.

«Puedes tenerla, puedes hacerlo entender que la quieres».

Negué ante esa absurda idea. Sergey jamás lo entendería, le metería un tiro frente a mis ojos apenas terminara de soltar toda mi mierda sentimental.

Lo deduje en un segundo desde que lo vi ingresar a la casa anoche, él no sentía nada por Erin, por el contrario, disfrutaba del dolor que centellaba en sus ojos al reconocer al causante de la muerte de su madre. Y lo odié, odié que se vanagloriara con su dolor, porque era mío, su dolor, su triste, su felicidad, cada puta partícula de su mente y su cuerpo me pertenecía.

Casi le cortaba la maldita mano cuando robó esa lagrima de su mejilla.

Sí, sus lágrimas también me pertenecían.

Había algo grotesco en mi interior que se complacía al besarlas; me gustaba verla llorar, me gustaba provocarle dolor solo por el mero hecho de probar sus lágrimas.

Estaba mal, eso lo sabía y dado al mundo que crecí, esto es lo menos jodido que podían esperar de mí. No era un puto héroe que haría las cosas correctas y actuaría por el bien común. Mis fines eran egoístas, siempre. No me importaba lo que tuviera que hacer para satisfacer mis más oscuros deseos, lo llevaría a cabo, incluso si eso significaba encadenar a Erin y dominarla todos los malditos días de su vida.

Joder.

Si que encontraría la forma de que fuera mía para siempre; no sabía cómo, pero lo haría, porque cada vez que contemplaba la idea de separarme de ella, el fuego abría un vacío en mi pecho que llenaba con un ardor violento e insoportable, como si estuvieran quemándome vivo pedazo por pedazo, desde cada terminación nerviosa, hasta lo más sombrío de mi alma.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora