Capítulo 45: Te amo.

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Hola, gracias por el apoyo, chicos, y por dejarme saber en sus comentarios cada opinión sobre mis bebés. Nos leemos pronto.

Sasha

Mi mente se encontraba en aquel momento donde la vi por última vez, no paraba de rememorarlo como una película que se convirtió en mi favorita. No quería pensar en el presente y la manera en que la dañé, quería quedarme con ese amor puro que tuvimos y que jamás volveríamos a tener.

Era lo único que me quedaba ahora: los recuerdos.

Había tomado una decisión y nada me haría cambiar de opinión, con lo ocurrido en mi despacho solo traté de hacer las cosas más fáciles para Erin, quedarme con su odio no me molestaba, sería capaz de lidiar con él, pero con su amor, joder, no lo merecía.

No dejaba de verla como la mujer que era dueña de mí, el amor que le tuve se instaló de nuevo en ese espacio vacío y lo llenó, las piezas encajaban otra vez; me quité un peso de encima al volver a mi pasado, aunque este haya destruido mi presente. Al menos, pude abrir los ojos y tuve la excusa que tanto estuve buscando para acabar con el responsable de esto.

Las decisiones de Sergey me arrebataron la oportunidad de crecer en una familia. Mató los sueños de mis padres, echó a mi hermana a la calle, separándola de mí, me hizo romper la promesa que le hice a Erin y convirtió nuestro amor en una obsesión enfermiza, acabó con la pureza que existió entre nosotros y lo peor de todo es que no había forma de remediarlo.

Estaba jodido de la cabeza de todas las maneras en que una persona puede estarlo. No existía una cura para mi sadismo, ni tampoco para derribar al monstruo en el que me convertí. Nada quitaría la sangre que manchaba mis manos, ni apagaría el deseo que sentía de derramar más.

Ya no quedaba ni siquiera la sombra de la persona que Erin conoció y me calmaba su ignorancia sobre el pasado que tuvimos, lo prefería así. No quería ensuciar el amor que le tenía a su ángel, mancillando su recuerdo con esta versión jodida de mí. Si podía evitar que me recordara, lo haría, esos momentos puros eran lo único bueno que le quedaba de nosotros y no se lo iba a arrebatar.

Miré la bandeja con la comida intacta que Anika llevaba en sus manos, venía de la habitación de Erin, al mirarme negó con la cabeza, haciéndome saber que de nuevo rechazó alimentarse. Llevaba dos días así. La entendía, la había roto, lo vi en sus ojos cuando salió de mi despacho, ella no me perdonaría la forma en que la traté y lo aceptaba, después de todo, no era su perdón lo que buscaba.

Salí de la casa en dirección a la de Andrey. Hoy hacía un día soleado, pero el calor de los rayos del sol no era el suficiente para calmar el frío. Avancé por la nieve, el hielo se rompía a mi paso, era tan brillante.

Como ella.

Negué y entré a la casa sin tocar, Andrey ya me esperaba. No se encontraba solo, su equipo ya había llegado, pero no me molesté en conocerlos, ahora mismo no tenía cabeza para eso.

—¿Conseguiste lo que te pedí? —Lo abordé. Me hizo una seña con su cabeza y lo seguí hasta la cálida sala con la que contaba la propiedad, tenía todo lo que necesitaba aquí.

Me tendió una maleta negra que agarré, eché un vistazo dentro, el bolso con el que Erin llegó estaba ahí, así como su pasaporte y el dinero.

—Hay un pasaporte falso, también las tarjetas con la cantidad de dinero que ordenaste, no debería tener problema para retirarlo. Tiene todo lo que necesita ahí dentro.

Asentí despacio, mientras el dolor comenzaba a doblegarme, diciéndome que esto era una mala idea. Mi parte egoísta estaba de acuerdo.

—Bien. —Apreté los dedos a la correa de cuero—. ¿Tienes a los hombres para la tarea?

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora