Les dejo otro dibujo de mis bebés💙
"Sé mi bien ó mi mal, yo viviré en tu vida. Yo enlazo a tus espinas mi hiedra de ilusión... Seré en ti una paloma que en una ruina anida; soy blanca y dulce y leve; llévame por la vida prendida como un lirio sobre tu corazón".
-Delmira Agustini
Erin
Sostenía su mano entre la mía.
Apenas podía cubrir parte de ella, con el índice trazaba los dibujos de calaveras en su dorso, sentía la piel rugosa en los nudillos a causa de las cicatrices, nunca me di el tiempo para contemplar cada espacio de su cuerpo con tranquilidad. Ahora lo hacía, pero detestaba el motivo por el cual él mantenía los ojos cerrados.
Tenía el semblante tranquilo, el aparato a su costado monitoreaba los latidos de su corazón. Lo habían sedado y un medico se hizo cargo de las heridas, ninguna bala dañó algún órgano, se debilitó por la perdida de sangre, pero se encontraba fuera de peligro. Sasha estaba a salvo y una paz enorme me embargaba al saberlo.
Verlo desangrándose fue una representación de un miedo que no sabía que tenía. Me dolía el pecho al rememorar cada segundo de lo que pasó, volvía a quedarme sin oxigeno mientras era espectadora de una amenazante muerte. La imagen me desgarraba por dentro, me angustiaba como nada en el mundo, este dolor solo lo sentí cuando vi a mi madre morir, y ver a Sasha tan mal me hizo retroceder a aquella noche trágica donde una parte de mi corazón murió.
Estiré los dedos y rocé los mechones rubios mientras se me llenaban los ojos de lágrimas.
Amaba a este hombre y perderlo me destruiría.
Ya no importaba el pasado, ni me rencor, ni el suyo. No quería luchar más, estaba harta de correr y negarme a oír a mi corazón, cansada de esta pela sin sentido. En el momento en el que él estuvo dispuesto a recibir una bala por mí, me di cuenta de que yo me encontraba dispuesta a hacer lo mismo.
Ya no tenía caso ir en contra de lo que sentía y esperar explicaciones y soltar más reproches, solo quería comenzar de cero, con todas las consecuencias que vendrían, las enfrentaría a su lado.
Besé su frente. Su piel era cálida y a pesar de todos los olores a nuestro alrededor, aún apreciaba su aroma varonil. Sonreí y me puse de pie; le lancé una mirada antes de salir de la habitación.
Cerré la puerta detrás de mí, afuera había varios escoltas, cuidaban a Sasha sin molestarse por ocultar sus armas. Tal y como dijo Andrey, estábamos en una clínica clandestina y que se encargaba de atender a personas con una carrera criminal como la de Sasha.
—Iba a buscarte —me abordó Carlos, apareciendo detrás de algunos guardias—, no has comido nada.
—No tengo mucha hambre —susurré, deteniéndome en medio del pasillo.