Capítulo 65

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"Aunque tengamos la evidencia de que hemos de vivir constantemente en la oscuridad y en las tinieblas, sin objeto y sin fin, hay que tener esperanza."

–Pío Baroja

Erin

Veía los autos pasar con prisa mientras el chófer manejaba con velocidad y precaución hacia el hospital más cercano. En mi mano llevaba el celular, los dos tonos que pasaron me provocaron desesperación, la demora de Sasha al coger mi llamada me dejó más ansiosa.

—Estoy en camino, cariño —dijo en cuanto descolgó el teléfono. Sí, debí suponer que sus hombres le avisaron de esto—. ¿Qué está pasando? —Preguntó agitado, lo escuchaba conducir.

—Tengo dolores y un poco de sangrado —contesté, agarrándome el vientre.

Se suponía que hoy viajaríamos a Rusia, Sasha se hacía cargo de unos últimos detalles en sus negocios, pero hacia unos momentos comencé a experimentar dolores que iban y venían, me preocupé, más aún cuando fui al baño y encontré sangre en mis bragas. Supe que no podía esperar más para ir al médico, incluso ante la ausencia de Sasha en casa. Así que, aquí estaba, en medio del tráfico de Nueva York en camino al hospital.

Blyad —siseó en ruso, fue la única palabra que entendí, las demás fluyeron demasiado rápido.

—Date prisa —pedí angustiada. Tenía miedo de que algo pudiera salir mal, aún no era tiempo para que mi bebé llegara.

—Hago lo que puedo, muñequita. Estaré allí pronto, lo prometo.

—Te estaremos esperando —susurré, terminando la llamada debido a otra contracción que me hizo gemir de dolor.

El chofer me miró por el retrovisor, preocupado, por encima de esa expresión desprovista que solía tener a menudo, al igual que su acompañante que iba del lado del copiloto. Ambos hombres lucían lo bastante intimidantes y peligrosos, pero en cuanto se dieron cuenta de mi estado, casi palidecieron, denotando el terror en sus ojos. Era fácil deducir que su pánico radicaba en la reacción de Sasha cuando se enterara que algo me pasó mientras me encontraba bajo su cuidado.

Casi vi el alivio en sus rasgos al explicarles que se trataba del bebé, pero solo por un segundo, porque podía asegurar que mi prometido no entendería razones, solo buscaría culpables si nosotros salíamos lastimados por el motivo que fuera.

En menos de lo que pensé el vehículo se detuvo en urgencias. Uno de los hombres abrió la puerta para mí y tomándome de la mano con todo el profesionalismo y cuidado del mundo, me ayudó a bajar. Reparé en que había más vehículos detrás de nosotros y varios sujetos bajando de ellos, movilizándose a través de las calles que rodeaban el edificio alto y enorme. No era el lugar donde trabajaba Sophie, pero no podía ir hacia allá cuando quedaba del otro lado de la ciudad.

Enseguida ingresamos atravesando las puertas de cristal. Una enfermera se acercó con prisa al verme, me preguntó que pasaba al tiempo que un enfermero traía una silla de ruedas para mí. Era incapaz de concentrarme en mi alrededor, gesticulaba las respuestas con dificultad, consciente de los dolores que iban en aumento y sintiendo el líquido moverse con mayor fluidez entre mis muslos.

—La valoraremos enseguida —dijo la enfermera a mi lado, su rostro cubierto por un cubrebocas, al igual que todos en el área a la que entramos, dejando atrás a mi seguridad.

Ver a todos tan cubiertos me produjo una sensación de pánico. Sentía que podía coger cualquier virus aquí al ir descubierta. También pensaba en lo loco que se pondría Sasha al llegar y casi podía imaginar sus reclamos y exigencias. Él iba a entrar a verme sí o sí. Apostaba mi vida en ello.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora