Capítulo 40: Mía.

35.3K 3.4K 2.1K
                                    

Como fueron lindos conmigo comentando mucho y dándome su apoyo, les traje otro capítulo. Gracias.

Erin

Hoy desperté sola, extrañando irracionalmente el calor que desprendía el cuerpo de mi captor.

Dormimos abrazados y desnudos, como si todo entre nosotros estuviera bien; los brazos de Sasha eran como un cinturón de hierro que me sometió sin darme tregua, fui incapaz de escapar de toda esa masa de musculo y calor. Luego, me despertó a mitad de la madrugada cuando se deslizó dentro de mi cuerpo otra vez, siendo más suave y más rápido, apenas fui consciente de que me folló, dándome otro orgasmo que acabó conmigo y me sumió en un profundo sueño de días soleados.

Mientras me duchaba hacia un rato, distinguí las marcas de sus dedos en mi piel, las de su boca abarcaban mi clavícula y hombro. Tuve una sensación irreconocible al verlas ahí. Rechazaba cualquier pensamiento que me hiciera ir en contra de lo que yo quería creer. Me negaba a admitir mi gusto por su rudeza, la excitación que me causaba su dominio sobre mí al intimar, lo ansiosa que me hallaba por sentir su violencia en cada parte de mi cuerpo.

Debería estar loca para desear el sexo rudo.

No tenía duda de que este tiempo juntos me afectó. Sí, debería ser eso, porque jamás deseé algo así, siempre pensé en el sexo como algo suave y dulce, pero con Sasha no existía. Hacer el amor nunca sería una opción con toda esa crueldad que llevaba encima.

Aparté esos pensamientos y salí de la habitación luego de haberme vestido con un suéter anoche en color blanco, ligero y largo hasta mis muslos, y otro par de medias bucaneras que me calentaban las piernas, no me molesté en ponerme alguna clase de zapatos, no saldríamos hoy, o al menos eso creía.

Bajé en silencio las escaleras, no se escuchaba un solo ruido, pero percibía en el ambiente el aroma de la comida; mi estomago protestó ante la falta de alimento, seguro pasaba del medio día y yo apenas despertaba, todo por culpa de ese demonio ruso que parecía alimentarse de mi energía sexual.

Carajo. Tenía que encontrar la manera de que usara condones. Un embarazo sería lo más desastroso en estos momentos, y me asustaba demasiado que Sasha estuviera pensando en embarazarme para atarme a él.

Podría esperar cualquier cosa, incluso esa idea descabellada. Sasha estaba más que obsesionado y esperar que tomara decisiones de forma racional, sería mucho pedir. Él me quería, de la manera que fuera, enferma o no, me quería a su lado y embarazarme seguramente lo veía como una opción para que yo abandonara mis ideas de escapar de su lado. Porque podría aparentar estar rendida y resignada, sin embargo, si se me daba la oportunidad de alejarme, no la desaprovecharía.

Al llegar a la planta baja eché un vistazo sin encontrar a nadie. Me pregunté si Sasha estaba en la casa. Seguí hacia el comedor sin tener resultados, mi vista se clavó en el suelo donde estuvieron los dedos de Dom, y de nuevo las nauseas aparecieron.

Dom.

¿Seguiría vivo? Quizá podría tratar de encontrarlo, Sasha ordenó que lo llevaran al calabozo, y ese tipo de lugares siempre están bajo las propiedades, tal vez pueda averiguar donde está y cerciorarme de si sigue con vida.

Recordé el camino que tomó el guardia ese día, no siguió hacia la puerta principal, sino hacia el lado contrario por el que me precipité sin dudarlo ni un segundo. Avancé por un pasillo estrechó y desnudo, atenta a los sonidos por si debía devolverme, pero al doblar a la izquierda, tampoco hubo señales de vida. Continué por el siguiente pasillo más ancho, abrí las puertas que encontré sin ver celdas oscuras y tenebrosas.

—¿Estás perdida, muñequita?

Pegué un grito al oír la voz de Sasha a mi espalda. Me llevé la mano al pecho y lentamente me giré a verlo. Tenía las manos metidas dentro de los bolsillos de los vaqueros, no llevaba ninguna prenda de frío, solo una camiseta de manga larga, ceñida y de color oscuro, resaltaba todavía más su aspecto siniestro y peligroso.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora