Capítulo 17: Me perteneces.

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Gracias por sus comentarios, fueron muchos, aquí está su capítulo. Ya saben cómo funciona, si comentan mucho, actualizo rápido🫶🏻

Erin

Papá me había encerrado, quiso quitarme mi muñeca de porcelana, no podía dejar que se la llevara cuando me la dio mamá.

Me aferré con todas mis fuerzas a ella y gané un golpe en mi cara y el encierro en mi habitación. No pude dejar de llorar, recostada sobre la ventana, mirando el suelo donde mi mami acabó gracias a ese hombre malo que no abandonaba mis pesadillas.

Me sentía muy sola aquí, no tenía amigos, ni compañía, mi ángel no volvía y eso rompía mi corazón. Él era mi amigo, lo quería mucho, lo echaba de menos, era lo único bueno a lo que podía aferrarme. Llegó a mi vida cuando más necesitaba a alguien y luego, de nuevo desaparecía, dejándome en este vacío interminable.

Sollocé más fuerte, extrañando a mamá, a mi ángel, quería salir corriendo de aquí y lo intenté, pero no llegué lejos. Cuando esos señores me trajeron de vuelta, papá me pegó mucho y dolió, rompía cada trozo de mi alma con cada golpe que me daba, porque era mi papá y no me quería ni siquiera un poco.

Dormité, abrazándome a mi muñeca, adentro llevaba la rosa azul que mi ángel me obsequió, se marchitó, pero no me importó, la conservería hasta que se desvaneciera el último pétalo.

Luego, entre sueños sentí un par de brazos agarrarme con suavidad, entreabrí mis parpados, encontrándome con mi ángel de cabellos de oro y ojos color del cielo.

—Mi ángel —susurré hipando, creí que se trataba de un sueño.

—Shh... duerme, cariño, estaré aquí contigo —murmuró con calma, tranquilizándome solo con esas palabras.

Me recostó en la cama y no dudé en acomodarme entre sus brazos, era muy cálido y olía al sol de invierno, ese que apenas se apreciaba entre la neblina de las nubes grises, un olor frío y anestesiante lleno de melancolía y anhelo, es lo que sentía al respirar su aroma.

—No te vayas, por favor. Me siento tan sola aquí.

—Nunca más estarás sola, te lo prometo —me estrechó con más fuerza—, me tienes a mí, soy tu ángel.

Asentí y lo miré, luchando contra la pesadez de mis parpados. No quería cerrar los ojos, no quería dejar de verlo porque sabía que cuando despertara, ya no estaría aquí y de nuevo la soledad me arrastraría con ella.

Mi ángel tocó mi mejilla, sonrió y besó mi frente, me besó una y otra vez hasta que el sueño ganó y lo último que sentí fue su aliento en mi oído susurrándome una promesa.

❄️❄️❄️

Desperté en medio de la oscuridad, me dolía el pecho, demasiado.

Toqué mi rostro con la punta de los dedos, reparé en las lágrimas que todavía se mantenían mojándome. Trémula, las limpié mientras recordaba de manera nítida el sueño que había tenido con ese chico que nunca antes había visto y que, siendo lo contrario a mis pesadillas con Sasha, él me produjo una paz inmensa. Me sorprendió poder indagar en mis recuerdos, porque es lo que ese sueño era, podía jurarlo, ahora mismo recordaba ese día doloroso que papá me golpeó y quiso romper mi muñeca, la misma que tuve que dejar en mi habitación. Y sorprendentemente no experimenté dolor alguno al repetir la escena en mi cabeza, preguntándome quién era mi ángel y por qué lo había olvidado.

—Mi ángel —musité en voz alta, sentándome sobre el colchón.

—¿Con quién soñabas?

Volví el rostro hacia la oscuridad, justo en el rincón, donde se situaba un sofá al lado de la ventana. No pude ver la silueta de Lev cuando las sombras lo consumían, volviéndose una con él. Me causó escalofríos pensar en el tiempo que llevaba sentado en ese lugar, observándome como un acosador.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora