Capítulo 25: Ese algo entre nosotros.

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Gracias por comentar, chicos, veo que les está gustando el libro y les agradezco seguir acá💙

Erin

Observé los ojos de mi captor y supe que no mentía, él podía herirme de maneras inconcebibles y siendo sincera, no quería conocer a más profundidad el lado sádico de Sasha. Me aterraba cuando dejaba fluir esa parte sombría de él, reducía el aire a mi alrededor con su pesada presencia y no me dejaba sentir nada más que pánico.

Había sido lo suficientemente estúpida para herirme el muslo cuando atravesé la ventana, sin saberlo dejé a mi espalda un sendero de sangre que él se encargó de seguir. No le tomó mucho encontrarme, no le tomó ni siquiera la mitad de tiempo que me tomó a mí correr por el camino empedrado para esconderme cuando caí en cuenta de que no existía un solo sitio al cual huir; qué ilusa fui ante el esbozo de libertad que mi subconsciente contempló.

No había una sola posibilidad de que pudiera huir de Sasha.

—Ahora vamos a ver cuáles son las consecuencias de tu impertinencia. —Su voz sonó más calmada, pero aún irradiaba ira.

Sus manos calientes recorrieron la piel de mi abdomen muy lento, no realicé ningún movimiento, me hallaba petrificada y absorta en la fuerza de sus manos, tan grandes que eran capaces de romperme el cuello en un segundo; mientras deslizaba los leggins hacia abajo, solo podía pensar en que probablemente con esas mismas manos que me desnudaba, había matado al pobre sujeto que entró a su oficina.

Lo vi poner los ojos en la herida que me hice y que aún seguía sangrando, necesitaba atención. Sasha se detuvo al llegar a mis muslos, los separó sin pedir permiso y no es como si pudiera hacer mucho para detenerlo; rozó la herida con la yema de sus dedos, causándome dolor.

—Profunda —musitó—, y bien merecida.

—Cabrón —lo llamé con enojo. Presionó los dedos contra mi carne haciéndome gritar y retorcerme sobre el diván.

—No aprendes, ¿verdad? No quiero hacerte daño, pero tal parece que eres masoquista —masculló iracundo. Apreté las manos en puño y no me detuve.

—Nunca voy a quedarme callada, no importa cuánto me amenaces, así que puedes irte a la mierda, Sasha —mencioné cada palabra con lentitud acompañada de una mirada retadora que no me serviría de nada, pero me hallaba frustrada y decepcionada conmigo misma, tanto que decidí —en una equivocada elección—, desquitarme con él.

Enfurecido, me cogió de la cintura con rudeza y me hizo quedar boca abajo en un rápido movimiento, luché en vano por volver el cuerpo, su fuerza era demasiada a comparación de la mía. Colocó la rodilla sobre mi espalda con firmeza, dejó caer una parte considerable de su peso sobre mí, restringió cualquier oportunidad que tuviera. Me quejé, me dolía la herida que tenía en mi muslo interno, no obstante, eso no fue un impedimento para que siguiera luchando para liberarme del agarre de mi captor.

Lo escuché soltar una risa, esto solo lo hacía para divertirse y me provocó más enojo, hería mi orgullo y eso me jodía. Sentí el aire llegar a mis pulmones cuando él quitó la rodilla de mi espalda, pero lo que siguió a continuación me hizo desear que nunca la hubiera quitado.

La amplitud de su torso se presionó a mi espalda, se inclinó, besó mi mejilla y luego mi cuello. Me estremecí de nueva cuenta por las sensaciones que atravesaron mi cuerpo; estaba siendo cuidadoso, engañosamente cariñoso y eso solo me hizo saber que jugaba conmigo. Sus manos recorrieron mi anatomía con delicadeza; un escalofrío violento crepitó por mi espalda, podía sentir el corazón en la garganta. Deslizó mi cabello hacia un lado y lo colocó sobre mi hombro derecho; posó el calor de su aliento en mi cuello mientras yo yacía inmóvil bajo su complexión.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora