Capítulo 67

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"Disfrutamos del calor porque hemos sentido el frío

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"Disfrutamos del calor porque hemos sentido el frío. Valoramos la luz, porque conocemos la oscuridad. Y comprendemos la felicidad porque hemos conocido la tristeza."

–David L. Weatherford

Sasha

Suspiré y traté de descansar sin asimilar todo lo que estaba ocurriendo en tan poco tiempo; mi mundo se puso de cabeza en cuestión de horas. Había tenido tantos planes, todo a la perfección para cuando naciera nuestro bebé, quería darle un momento único a Erin, pasar esa experiencia como suelen hacerlo las parejas normales; sin embargo, la vida me mantenía en mi lugar, recordándome que yo no era normal, que nunca lo sería, que la vida que Erin llevaba a mi lado siempre estaría llena de peligros.

Odié como nunca ser quien era, por el simple hecho de que la lastimaba, y lo menos que deseaba era verla sufrir.

Quizá si hubiese sido Lev, todo habría sido distinto. Pero yo era quien era y no podía hacer nada para cambiarlo por más que lo quisiera.

Ahora, mi muñequita se hallaba a mi lado en una habitación del hospital donde Sophie trabajaba, aún no sabía cómo podía moverse por este sitio sin ningún problema, además de saber y hacer cosas que no debería, como ir en la ambulancia; lo bueno de su influencia en el hospital es que ayudaba a mantener a los curiosos alejados de nosotros, de igual forma mi seguridad rodeaba el hospital, simple precaución.

Mi hija se encontraba sana, a pesar de haber nacido antes de tiempo, mi pequeña era fuerte, pero el pediatra sugirió mantenerla en observación debido a la manera violenta en que fue obligada a nacer. No deseé averiguar los detalles sobre cómo fue el proceso para que ella llegara, quería y necesitaba mantenerme en calma por ellas y si escuchaba los detalles, querría matar a medio mundo.

Observé a Erin descansar en la cama mientras los minutos y horas transcurrían, estaba conectada a una máquina que detestaba escuchar, porque de vez en cuando sus latidos bajaban considerablemente y me hacían temblar, temía que dejara de escucharlos en cualquier momento. También tenía una bolsa de sangre conectada directo a su vena, me alegraba que la hubieran conseguido con eficacia.

Habían pasado varias horas en las que no me alejé de su lado, Sophie vigilaba a mi niña, prácticamente montó guardia en el área pediátrica para estar al pendiente de ella, le pedí que no se le despegara ni un momento y se tomó muy a pecho mi petición. Sabía cuánto significaban ellas para mí, eran mi vida.

Agarré la mano de Erin y la admiré por minutos, minutos que se volvieron más horas; de vez en cuando entraba una enfermera a revisarla y administrarle medicamento, gracias a esos cuidados el color le volvía a la cara y mi alivio iba en aumento, pero este llegó a su punto máximo cuando mi muñequita por fin abrió los ojos.

—¡Mi bebé! —La desesperación y el miedo en su tono me golpearon con fuerza.

Un dolor me estrujó el pecho, el miedo en sus ojos fue un golpe duro para mí. Le había fallado y quizás ella al fin asumiría lo que ser mi mujer significaba. La idea de que decidiera dejarme, fue dolorosa, aunque no le permitiría irse de mi lado, pensar en que me repudiaría por el peligro al que la sometía, hería.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora