Capítulo 12: Adiós

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Erin

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Erin

Una semana, faltaba una semana para mi boda.

Las invitaciones ya habían sido enviadas, la iglesia reservada y el hotel de Aaron sería la recepción. Se eligieron los arreglos de flores, la decoración y por supuesto, mi vestido de novia que llegó justo esta mañana.

Lo miré aterrada mientras un abismo se abría a mis pies y me tragaba viva.

Por momentos creía que no lograría escapar, temía demasiado fallar y tener que unir mi vida a la de Aaron. Dios. Elegiría matarme antes que compartir la cama con ese patán, pero todo sucedía tan deprisa, que apenas tenía tiempo para respirar, no me soltaban un solo instante y juro que lo hacían para mantenerme vigilada y en control, lo que no les duraría mucho.

—Una semana, querida —dijo su voz a mi espalda, interrumpiendo la melodía que tocaba en el piano de mamá.

Escuché sus pasos aproximarse, en segundos estuvo postrado a mi lado, apoyó el codo sobre el piano, en su muñeca relució un Rolex de lo más escandaloso y de mal gusto, llevaba las uñas en un corte francés perfecto, su manicura era mejor que la mía. Alcé el rostro hacia su mirada maliciosa, tenía una sonrisa que se le borraría de los labios cuando no me viera llegar al altar. Carajo. Pagaría por ver la expresión de todos.

—No te hagas ilusiones, querido, un papel no cambia nada.

—No estés tan segura —refutó—, te puedes llevar una sorpresa.

Achiqué los ojos, traté de averiguar a que demonios se refería con eso, porque a como sonó, no presagiaba nada bueno.

—En cuanto nos casemos, pasarás a ser mi propiedad, Erin —se inclinó hacia al frente de manera amenazadora—, y ni Dominic, ni ningún otro, volverá a meter su polla en tu coño de zorra.

Sus palabras me impresionaron por el simple hecho de que nunca se había dirigido a mí de esa forma, pero me alegraba estar conociéndolo a fondo, me sería más satisfactorio dejarlo plantado.

—Tienes razón —me incorporé del banquillo y lo enfrenté, quedando a centímetros de su rostro sin demostrarle el menor de los miedos—, porque ni siquiera tú me pondrás un dedo encima, mucho menos adentro.

Le sonreí de la manera más hipócrita posible, luego le di la espalda, dejándolo con la palabra en la boca. Si creí que iba a permitir que me faltara el respeto, estaba muy equivocado.

Mis planes eran marcharme el mismo día de la boda, pero la sorpresiva vigilancia estricta sobre mi persona, había cambiado todo y tendría que adelantarlo para pasado mañana. Ya todo se encontraba listo.

Iría a un spa como excusa para relajarme, hacerme el cabello, las uñas y darle amor a mi piel, los guardaespaldas me darían tres horas sola, tres horas de ventaja, las cuales aprovecharía para escapar por una puerta trasera y coger un taxi hasta el aeropuerto, tomar mi vuelo a Moscú y ocultarme para siempre de mi padre y cualquiera que quisiera dar conmigo.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora