Capítulo 30: El pasado nunca se va.

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Gracias por sus bonitos comentarios y querer a mi ruso🥰💙

Sasha

Erin llevaba dormida varias horas, las pastillas tuvieron ese efecto en ella. La observé antes de salir de la habitación; su rostro estaba libre de hematomas, pero claramente el restante de su cuerpo no podía decir lo mismo. Su piel adquirió tonalidades de purpura y verde, detalles que procuré pasar por alto mientras colocaba el vendaje alrededor de su delgado y lastimado cuerpo.

No había furia en mí, solo una ira que deseaba descargar cuanto antes.

Rocé los labios con la cálida piel de su mejilla. Evoqué el momento perfecto en que ambas se pusieron rosas, casi rojas, cuando el orgasmo le atenazó sin piedad cada centímetro de ella. Resultó fascinante observar cada gesto de su rostro, la manera en que escondía los labios para acallar los gemidos que pugnaban por salir descontrolados. Pero era demasiado orgullosa para dejarse llevar. Aun así, nada me quitó la satisfacción de hacerla venir, la tuve tan malditamente cálida, sabía a la perfección lo que me esperaba dentro de ella, joder. Ansiaba follarla y de nuevo estaba teniendo una erección por su causa.

Me aparté, salí apresurado de la habitación, coloqué llave a la cerradura y miré a Carlos. Tuve que traerlo de vuelta, las cosas se me salían de las manos y solo confiaba en él.

—Cuídala con tu vida, necesito hacerme cargo de unos asuntos. No demoraré.

—Lo haré, Sasha, pierde cuidado —dijo sereno y confiado.

—Nadie, absolutamente nadie entra a esa habitación, a quien lo intente, le pegas un tiro, sea quien sea. ¿Entendido?

—Por supuesto.

Retomé el camino, sin embargo, me detuve un momento antes de marcharme y lo encaré. Él clavó el gris plomo de sus ojos en mí, curioso.

—Yo conocía a Erin, ¿no es así? —Solté sin más. Carlos no demostró nada a través de sus rasgos crispados por la seriedad.

Se tomó unos momentos antes de responder, sin apartar la vista de mí un solo segundo. Me dio la impresión de que se debatía entre hablar o no, pero al final, cedió.

—Sergey se encargó de borrar el recuerdo de Erin de tu cabeza y también la promesa que le hiciste.

—¿Por qué? —Atiné a cuestionar por impulso, bien podría deducir la respuesta con facilidad.

—A él se le enseñó que las mujeres y el amor siempre serían una debilidad para un Pakhan.

Fruncí el ceño, procesando sus palabras que fueron un golpe duro, pero que ya veía venir, incluso así, eso no aminoró el impacto de cada silaba que acababa de salir de su boca.

Sí, Sergey me enseñó que yo no tenía derecho a ser amado, a solo ser el hombre de las cicatrices que infligía dolor a sus semejantes, me convenció de que todo lo que tocara, iba a destruirlo.

Gracias a él y las circunstancias, me hundí en mi sadismo, me formé a su manera, no me dio tiempo de pensar en nada que no fuera matar y escalar a la cima de la mafia. Erin seguramente quedó en el fondo, debajo de toda la montaña de cuerpos y sangre que dejé a mi paso.

—De verdad le hice una promesa —susurré mirando hacia la nada, donde la luz no llegaba y mantenía lo que se encontraba al final del pasillo fuera de mi alcance, así como lo eran mis recuerdos.

—Más que eso, Sasha —dijo, apenas sonrió un poco con un atisbo de tristeza en sus ojos—. Tú la querías.

Calle, confundido y mareado por esta nueva revelación que después trataría de entender, porque si me doblegaba ahora, volvería a esa habitación y tomaría lo que siempre fue mío.

Perverso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora