Capítulo 1

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[Esta historia se empezó a escribir en 2016 y actualmente la estoy reescribiendo entera para poder publicarla. En la nueva versión todo está cambiado. Tened en cuenta al leerla que esta es la versión antigua y, aunque la dejo en wattpad por nostalgia y porque tiene una gran carga sentimental para mí, no es la historia que quiero contar ni refleja mis valores actuales. Esta historia romantiza cosas con las que ya no estoy de acuerdo. Actualmente también estoy escribiendo una segunda parte.]

El mundo daba vueltas. Estaba bastante seguro de ello, llevaba tiempo sin moverse del sitio y podía sentir cómo el suelo giraba bajo sus pies. Tampoco era capaz de enfocar bien la vista, pero aquello le daba un poco igual, porque lo que tenía que ver no era importante. Se apoyó en uno de los coches cuando sintió que perdía el equilibrio y le dio otra calada al porro, disfrutando de la brisa fresca en su rostro y de la música con la que sus amigos seguían bailando. Estaría bailando con ellos también de no ser porque sentía que al mínimo movimiento acabaría echando hasta el desayuno. Suspiró suavemente y alzó la vista al cielo, esperando ver alguna estrella. No las vio, claro. Ni una sola. Seguramente por la borrachera que llevaba encima, pero él prefirió echarle la culpa a la contaminación lumínica. Y, ya de paso, enfadarse con la ciudad.

Erik odiaba Nueva York.

La odiaba tanto que a veces se preguntaba qué demonios se le había pasado a su padre por la cabeza para aceptar aquel jodido trabajo. Ni siquiera era un trabajo tan importante, podría haber rechazado la oferta perfectamente. Así, todos seguirían viviendo en Dublín, y su vida no se habría ido a la mierda. Pero ahí estaba, en alguna calle de Harlem, a las tres de la madrugada y perdiendo el tiempo buscando en el cielo unas estrellas que no iba a encontrar. Soltó el porro de golpe cuando sintió que se quemaba los dedos, maldiciendo algo por lo bajo, y levantó un poco la cabeza al escuchar que se acercaba alguien.

Kevin.

A pesar de lo aturdido que se sentía y de las vueltas que seguía dando el mundo, pudo reconocerle al instante. Su figura esbelta, su pelo anaranjado teñido, ojeras profundas bajo sus ojos café, la dilatación en la oreja izquierda con la que siempre jugueteaba y aquella nariz casi griega adornada por un septum. El chico se le acercó con una sonrisa y se apoyó en el coche, quizá buscando también algo de estabilidad.

—¿Qué haces aquí? ¿Te encuentras mal?

Erik simplemente se encogió de hombros, llevándose una mano a la cara y forzando una sonrisa. No estaba lo suficiente borracho como para mostrarse vulnerable delante de alguien más, ni aunque ese alguien fuese Kevin. Así que apartó todos sus pensamientos sobre las estrellas, Dublín y su vida de mierda y le devolvió la mirada.

—No, te estaba esperando a ti.

Impredecible era, quizá, la palabra que mejor le definía. Erik era una persona muy impredecible, que se movía por y para el placer, actuando de forma impulsiva entre gustos y excesos. Ni siquiera él podía predecir su próxima jugada la mayoría de las veces, demasiado cegado por las ganas como para pensar en lo que estaba haciendo. Pero en aquel momento Kevin podía leer las intenciones del chico en su mirada de forma muy clara, y le sonrió en respuesta. Le gustaba esa actitud desenfadada que siempre traía, aunque para el resto del mundo solo fuera un niñato que hacía lo que quería, como quería y cuando quería.

Y ahora, tal y como había adivinado en el brillo de su mirada, quería acostarse con Kevin.

El teñido no contestó enseguida, tomándose unos segundos para echarle un vistazo al resto de sus amigos, beber un poco del vaso de plástico y pensar una buena contestación a aquellas palabras. No pensó mucho, tampoco. De todas formas el alcohol no le dejaba.

—Qué bonito.

Erik dejó escapar una risa floja, inclinándose hacia delante y quitándole el vaso para darle un trago. Volvió a buscar la mirada de su amigo entre la luz tenue de las farolas.

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