Pasaban de la una de la mañana cuando Björn llegó al apartamento. Todas las luces estaban apagadas, el programa del lavavajillas hacía tiempo que se había terminado y no se escuchaba absolutamente nada en toda la vivienda. Avanzó a paso tranquilo hasta la habitación y empezó a desvestirse a oscuras en un intento de no turbar el sueño de Nina, que dormía plácidamente en su lado de la cama. Se quitó los zapatos con cuidado, la corbata y el traje. Cuando quedó en ropa interior soltó un suspiro cansado y se metió bajo las sábanas, huyendo del frío del otoño. Estaba agotado, física y mentalmente. Pero aún tardaría años en averiguar el por qué. Se quedó un momento mirando al techo, dejó la mente en blanco unos instantes, y poco a poco fue cerrando los ojos. Hasta que una voz le puso alerta de nuevo.
—¿Dónde has estado?
Se giró para mirar la espalda de su mujer, que le había hablado sin un ápice de sueño en la voz. Le había esperado despierta.
—En la oficina—se excusó, acomodándose de lado—. Hoy teníamos mucho trabajo.
—Cállate—Nina encogió un poco los hombros, disgustada—. No soy imbécil. Sé que me estás poniendo los cuernos con tu secretaria.
—¿Qué? —Björn se escandalizó un poco y se incorporó rápidamente en la cama. La mujer le siguió, encarándole por fin. El empresario pensó que hacía mucho tiempo que no veía ese brillo de decepción en una mirada—. Estás malinterpretando las cosas. Yo no tengo nada con Deborah. Te lo juro, nada.
—¿Y entonces qué haces hasta tan tarde? —hizo el esfuerzo de no alzar la voz, aunque lo que más quería en aquellos momentos era gritarle de todo.
—Ya te lo he dicho, trabajar—Björn bufó y se pasó las manos por el pelo, buscando una manera de sonar convincente. Era muchas cosas, pero infiel no entraba en la lista—. Lo siento. Estoy acabando de negociar con unos inversores y necesito estar por la empresa al 100%
—¿Y nosotros qué? —casi le interrumpió, aferrándose a las sábanas—. ¿Y Harald qué?
Björn chasqueó la lengua y rodó los ojos. Qué fastidio.
—Harald ya es mayorcito, no hace falta que esté todo el día pendiente de él.
—¡Tiene siete años, Asbjörn! ¿Qué quieres que le diga cada vez que me pregunta por qué no estás en casa? Vamos, ¿qué le digo? ¿Qué su padre prefiere estar en el trabajo a pasar un poco de tiempo con él?
Björn volvió a bufar y se puso un poco más serio.
—Nina. Esto ya lo hablamos cuando te quedaste embarazada. Que queríamos tener un hijo, pero que ninguno de los dos iba a renunciar a su carrera profesional. Pensaba que estábamos en el mismo barco.
—Le tendríamos que haber llamado NorCorp, así nos aseguraríamos de que le haces caso.
Después de ese comentario, que cayó como un balde de agua helada sobre Björn, todo se quedó otra vez en silencio. Ambos apartaron la mirada y respiraron profundamente, intentando controlar el torrente de emociones que se habían desbordado a aquellas horas de la madrugada. Ninguno se movió de su sitio. Ni se acostó de nuevo ni acabó de levantarse. La tensión cayó espesa sobre ambos, y los dejó anclados al momento. Björn casi podía sentir cómo la última hebra del hilo rojo que los unía se acababa de romper, y el peso del frío que seguía a aquello. No fue hasta después de unos minutos más que Nina volvió a hablar.
—Quiero el divorcio.
Björn no dijo nada. Siguió mirando a otro lado y se quedó quieto un rato más, esperando que algo pasara, que Nina diera un paso atrás en su decisión. No pasó. Se levantó de la cama y recogió la almohada, saliendo a paso tranquilo de la habitación. Aquella noche dormiría en el sofá. Y en ese momento, aún con el corazón roto, no se habría podido ni imaginar las malas decisiones que aquella noche iban a detonar. Decisiones que lo acabarían llevando a lo más bajo, y lo convertirían solo en una sombra difusa de lo que alguna vez fue como persona.
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Sugar
Romance《-¿Alguna vez has sentido que, por mucho que lo intentes, nunca conseguirás hacer las cosas bien? -Constantemente...》 Erik estaba dispuesto a llevar su vida, y todo lo que le rodeaba, al límite. Quizá fue aquello lo que hizo que se diera cuenta dema...