Capítulo 46

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Ted se despertó con intenso y punzante dolor en el brazo. Hizo una mueca, intentando retener un quejido, y se incorporó un poco en la camilla para acabar de espabilarse. Estiró su brazo sano hacia la mesilla que tenía al lado y recogió lo que creyó que debían ser sus gafas. Suspiró cerrando los ojos, aún un poco adormilado, y se las puso. Esperó ver a Owen en la habitación, pero en vez de eso vio a Amanda. Se sorprendió un poco y se recolocó mejor en la camilla, intentado estar presentable. Sonrió cuando la mujer se empezó a acercar a él, con una expresión preocupada digna de una madre.

—Hola, Ted. ¿Cómo te encuentras? Owen me contó por teléfono que te habían disparado, qué horror.

—Sí, bueno, gajes del oficio—dijo en un tono divertido. Debía mantener la compostura delante de su suegra, aunque la poca morfina que quedaba en la bolsa le estaba matando—. Y hablando de Owen, ¿dónde está?

—Ha ido a buscar un café—hizo un ademán con la cabeza, como pidiendo permiso para sentarse en la butaca que estaba al lado de la camilla, y Ted asintió sonriente—. Dice que no ha dormido en toda la noche.

—Mira que le dije que se fuera a casa...—Ted bufó suavemente, subiéndose las gafas en un gesto rápido y casi automático—. Pero bueno, tú mejor que nadie debes saber lo testarudo que se pone a veces.

—Uy, sí—la mujer se rió un poco, cambiando el cruce de las piernas—. Cuando se le mete algo en la cabeza no hay quien se lo saque. No sé de dónde ha salido esa actitud, mira que yo me considero cabezota pero no tanto—se alegró al ver al policía reír animado y seguir la conversación con entusiasmo. Si le dolía la herida, sabía ocultarlo muy bien—. Por cierto, Owen ya me lo ha contado—ante la expresión extraña de Ted, la mujer siguió hablando—. Lo de que vais a empezar a vivir juntos.

—Ah, sí—el chico rápidamente contestó, sus ojos se llenaron de ilusión—. Lo hablamos hace menos de una semana, parece que me haya esperado expresamente a que me dispararan para tenerlo cuidando de mí.

Amanda soltó una gran carcajada, echándose hacia atrás en el sillón y cerrando los ojos.

—Bueno, yo creo que hasta le irá bien. Así no piensa tanto en el título de abogado. Últimamente es lo único que tiene en la cabeza, sacar a ese chiquillo de la cárcel.

—¿Te lo ha contado? —Ted se mostró sorprendido ante las palabras de la mujer.

—Oh, sí, me lo explicó un poco por encima. Sé que ese chico era amigo de Erik, que estaba cuando pasó todo lo del muelle y eso, y que por eso está en la cárcel. Yo personalmente no le conocía pero sí que le había visto un par de veces salir de nuestra casa. Ninguno de mis hijos me habló nunca de él así que no sé cómo será, si es buena o mala persona, no lo sé—se encogió de hombros, inclinándose un poco hacia la camilla—. Lo único que sé es que tenía un aspecto de drogadicto. Pobrecillo, las ojeras le llegaban hasta el suelo. Parecía que estaba enfermo.

—No llevaba una buena vida, podemos resumirlo así—comentó Ted, desviando un momento la mirada hacia otro punto de la habitación y pensando en el teñido.

—¿Tú le conocías?

Ante la pregunta de Amanda, se encogió de hombros y volvió a posar su mirada sobre ella. Se tomó un momento para pensar la respuesta.

—Coincidimos alguna vez, intercambiamos un par de palabras, poco más—volvió a encogerse de hombros. Le incomodaba un poco recordar a Kevin y todo por lo que le había hecho pasar a su pareja—. Era una persona importante para Erik, sé que le cuidaba mucho, pero en general era un hijo de puta—se tapó la boca rápidamente—. Perdón por la palabra.

La mujer rió y negó con la cabeza, sin darle más importancia.

—Así que no es una buena persona.

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