Capítulo 57

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La lluvia era fina y ligera. Apenas podía oír el chisporroteo de las gotas cayendo al suelo, como un murmullo suave y lejano. El cielo estaba blanco, opacado por las nubes densas de llovizna, el aire tenía un olor limpio y hacía frío. Erik pensó que, para un cigarrillo en el balcón, no le valía la pena ponerse la chaqueta. Pero ahora el frío empezaba a calar en sus huesos, y el vello de sus brazos descubiertos se erizaba. Podría estar fumando dentro, en el confort del sofá, los cojines mullidos y la calefacción. Podría estar fumando al lado de Björn, pedirle que le acariciara la nuca. Pero a Björn no le gustaba el humo, ni el olor a tabaco. Y, después de todo, fumar en el balcón era lo mínimo que Erik podía hacer por él.

La radio estaba encendida en el salón. Para estar trabajando, Björn ponía la música muy alta. Pero no le importó. Podía escuchar la canción a pesar de la lluvia y la pared que les separaba. Sugar sugar, de The Archies. Si no hubiese estado tan preocupado por su viaje a Nueva York le habría parecido irónico. Pero ni siquiera tuvo tiempo de pensar en eso, o en la reinterpretación de Elín sobre el azúcar. De hecho, ahora que se daba cuenta, ni siquiera tuvo tiempo de pensar en la lluvia. Toda su atención se había centrado en Nueva York, en volverse a encontrar con aquella parte de su pasado, en si sería lo suficientemente fuerte, lo suficientemente valiente, para poder afrontar los malos recuerdos.

Fue a darle otra calada al cigarrillo, pero le invadió de repente una sensación extraña de vacío y lo acabó tirando. Bufó para despejarse, echó hacia atrás su cabello y volvió a entrar en casa. Le gustaba la forma en la que Björn movía el cabeza al ritmo de la música, ajeno al resto del mundo. Se acercó a él y se las arregló para acabar entre sus brazos. El empresario siguió con su trabajo, pero posó una de sus manos sobre la espalda baja de Erik, reconfortándole.

—¿Qué haces?

Björn tecleó un poco más antes de contestar.

—Estoy acabando de concretar unas cosas para dejarlo todo listo antes de irnos.

El irlandés se encogió un poco más, sintiendo que todo el cuerpo de Björn le envolvía. Se estaba bien así.

—¿Iremos en jet privado?

Vio la sonrisa divertida del mayor.

—Sí, no quiero añadir más estrés a todo esto. Ya lo he alquilado.

—Oye...—alargó las manos para acariciarle el cuello, distraído—. ¿Podemos hablar de lo que pasó anoche? —el cuerpo de Björn se tensó un poco y se mantuvo callado. Hacía ver como que estaba demasiado concentrado en la pantalla del ordenador, como que no le había escuchado bien, pero Erik sabía que no era así—. Hey, que no pasa nada, un gatillazo puede tenerlo cualquiera.

—No tuve un...—su voz sonó alarmada, antes de detenerse y soltar un pesado suspiro. Giró en la silla, apartándose del ordenador, con Erik aún sobre su regazo—. Estoy un poco estresado con esta situación.

—Ajá—Erik asintió, tranquilo. Ahora se sentía mal por haber sacado el tema. Björn estaba claramente avergonzado con la situación.

—Bueno, más bien muy estresado—se llevó una mano a la cabeza.

—Lo entiendo.

—Y anoche tenía la cabeza en otras cosas y... bueno. No quiero que pienses que no te quiero o... o no te deseo o algo así.

—No lo pienso.

Björn le miró incómodo, rascándose la nuca, aún buscando en sus ojos algo de duda. El silencio se extendió unos segundos más.

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