Capítulo 37

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[Antes de leer este capítulo.

Si estás al día con esta novela, es decir, si has tenido que esperar para leer este capítulo, te invito a releer el capítulo 35. He modificado una parte que tendrá relevancia en la trama de la novela y, en especial, de este capítulo.

Si no estás al día con esta novela, adelante.]


—¡¿Que has hecho qué?! —a Amanda casi se le caen los platos al suelo al escuchar el grito de Owen. Cuando se recuperó un poco del susto siguió poniéndolos en la mesa, mirándole con algo de ternura.

—He dejado a tu padre. Anda, siéntate, vamos a comer ya—la mujer esperó a que su hijo se sentara para seguir hablando—. Te lo quería decir antes, pero pensé que era mejor esperar a que se fuera, por si acaso.

—¿Cuándo...? ¿Cómo? ¿Cuándo lo decidiste? —Owen no cabía en su sorpresa.

—Hace... un mes, más o menos. Sí, casi un mes—la mujer ahora adoptó una expresión preocupada. ¿La reacción de su hijo había sido buena o mala? ¿Qué se supone que debería hacer ahora? —. Sé que esto puede ser difícil para ti, pero... quiero que lo entiendas. Yo ya no le quería, Owen. Y teníamos ideas demasiado distintas en cuanto a vuestra educación. Y para mí... vosotros sois mucho más importantes y...

—Mamá—Owen la interrumpió, sujetando su mano por encima de la mesa—. Está bien, sí que lo entiendo. Y... estoy muy contento, de verdad. Es solo que... bueno, que me has sorprendido. No me lo esperaba, eso es todo—Amanda sonrió un poco, bajando la mirada—. Pero te apoyo en tu decisión, creo que has hecho lo correcto. ¿Se lo dirás a Erik?

—Sí, en cuanto pueda ir a verle. ¿Vendrás conmigo?

—Lo siento, mamá—el chico hizo una mueca—. Entre la universidad y el piano no tengo tiempo para nada.

—¿Y no has pensado en dejar la universidad? Ahora que tu padre ya no está, no tienes la obligación de seguir con la carrera de derecho. Sabes que a mí no me importa que te dediques solo a la música.

Owen sonrió un poco y meneó suavemente la cabeza, dubitativo.

—Sí, lo he pensado. Pero tengo que pensarlo aún más, es que no estoy seguro... Papá también tenía parte de razón, ¿sabes? No sé si la música me dará para vivir, necesito tener algo asegurado. Yo con poder tocar el piano estoy bien, no importa cuántas más cosas haga.

—De acuerdo, cielo. Lo que tú digas—Amanda decidió no insistir.

El comedor se quedó en silencio por un momento. Pero no era un silencio tenso e incómodo, más bien era un silencio calmado y hasta agradable. Y Owen encontró en aquel silencio, y en aquella complicidad, las fuerzas suficientes para compartir con su madre lo que había llegado a ser una gran parte en su vida. Y con más motivos, ahora que su padre ya no estaba.

—Hace tiempo que... estoy viéndome con alguien—su madre dejó de comer por un momento y le miró con las cejas alzadas.

—¿Ah, sí? —le fue inevitable sonreír un poco, mirando a su hijo fijamente a los ojos—. ¿Con quién, si se puede saber?

Owen se mordió el labio, ligeramente emocionado, y empezó a juguetear con el vaso, rodándolo sobre la mesa. A pesar de las ganas de contárselo estaba bastante nervioso.

—¿Recuerdas a Ted? Ted Davis, trabaja en la comisaría del distrito. Alguna vez ha traído a Erik a casa—Amanda asintió, limpiándose la boca con la servilleta mientras masticaba y prestándole toda su atención. Recordaba a aquel hombre, aunque no sabía que tenía una hermana—. Pues... con él.

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