No eran ni las siete cuando a Ted le sonó el despertador. Madrugar no era precisamente uno de sus fuertes, pero apagó la alarma con un manotazo e hizo un esfuerzo por levantarse de la cama, con los ojos cerrados. Salió de la habitación aún medio dormido, y avanzó por el pasillo a tientas. Al llegar a la cocina, sabiendo que los rayos del sol aún tardarían un buen rato en entrar por la ventana, encendió la luz. Esperó un poco a acostumbrarse y abrió poco a poco los ojos. Encontrándose, para su sorpresa, a Owen sentado en una de las sillas, con las manos sobre la mesa, y la mirada perdida en algún punto de la superficie de madera. Al principio, Ted, pensó que se lo había imaginado. ¿Owen no estaba en la cama cuando se despertó? Ahora que lo pensaba, había sentido las sábanas muy pesadas en su espalda.
—Uhm... ¿Buenos días? —la mirada que le echó el irlandés, fulminante y afilada, hizo que su estómago se encogiera—. Vale, veo que no son buenos días—pasó por su lado con precaución y empezó a prepararse un café. Le daba miedo enfadarlo de más, pero no entendía por qué estaba así. ¿Llevaba toda la noche en la cocina? ¿Por qué estaba mosqueado? ¿Ted había hecho algo que le había molestado? Le dio un sorbo al café, calmado, y miró a su pareja—. Mira, me da miedo preguntar pero lo voy a hacer de todas formas—se apoyó en la mesa para poder mirarle de frente—. ¿Qué te pasa?
—El bufete no funciona.
Ted se sorprendió de lo rápido que lo había escupido.
—Joder, cariño, no me des esos sustos. Pensaba que estabas enfadado conmigo—la mirada que le echó le hizo entender que si seguía por ese camino sí que se iba a enfadar con él—. ¿Por qué dices que no funciona? Si ni siquiera has empezado.
—Ya, pero no va a funcionar—se removió un poco en la silla, incómodo—. ¿Sabes cuántos bufetes de abogados hay solo en Nueva York?—esperó a que Ted respondiera, pero el policía solo hizo una mueca de confusión, y Owen no tenía paciencia para darle más tiempo de reflexión—. Google Maps solo enseña cien, pero estoy segurísimo de que hay más, muchísimos más. Y ahora dime, ¿de qué me serviría crear mi propio bufete? Hay demasiada oferta.
—Bueno, también hay mucha demanda—le interrumpió.
—Ya, pero no tanta. No puedo hacer un bufete que destaque a estas alturas. Hay demasiados, muchos de ellos con prestigio. Estoy seguro de que si montara mi bufete me iría a la quiebra en el tercer mes—sacó el móvil, enseñándole a Ted algunas notas—. He estado haciendo cálculos. El presupuesto se me va de las manos. ¿Y para qué? ¿Para fracasar? No me vale la pena.
Ted le dio un sorbo al café.
—¿Y por qué no dejas eso de ser abogado? Puedes centrarte en ser pianista, ¿no? Se te da muy bien. No hace falta que seas un genio en todo, puedes... puedes solo hacer una cosa—Owen le echó una rápida mirada antes de echarse a llorar con fuerza—. ¡Ahivá, cariño!—exclamó Ted, sorprendido. Dejó la taza en la mesa para ir a consolarle—. Perdona, no sabía que te iba a afectar tanto. Anda, no llores.
—Ya sé que soy demasiado ambicioso—sollozó, llevándose las manos a la cara—. Que siempre quiero más y más, que siempre quiero ser el mejor. Y sé que a veces no lo conseguiré, pero... No puedo simplemente no intentarlo. Tengo que ser el mejor. Si no, ¿de qué sirve todo esto? —Ted se dio cuenta de que estaba empezando a tener una de sus crisis existenciales, y realmente no sabía cómo ayudarle—. No creo que sea ambicioso por simplemente querer servir de algo. ¿Qué tiene de malo eso? ¿Por qué me cuesta tanto conseguir todo lo que quiero? No sé si es que sueño demasiado a lo grande o... o no sé, ya no sé.
—Vale, a ver, escúchame—le sujetó el rostro y le limpió las lágrimas—. ¿Sabes lo que yo creo? Que necesitas un descanso. Necesitas dejar de pensar en abogados y en pianos y centrarte un poco en ti. Hey, ¿por qué no vas a ver a Erik? Hace mucho que no le visitas, ¿no? Seguro que te echa de menos. Vamos, y volverás con las ideas más claras, ya verás—Owen siguió sollozando—. Anda, ven aquí—lo atrajo a su pecho para un abrazo—. Y deja de llorar, que son solo las siete de la mañana. Vaya forma de empezar el día.
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Sugar
Romance《-¿Alguna vez has sentido que, por mucho que lo intentes, nunca conseguirás hacer las cosas bien? -Constantemente...》 Erik estaba dispuesto a llevar su vida, y todo lo que le rodeaba, al límite. Quizá fue aquello lo que hizo que se diera cuenta dema...