Owen empezó a escuchar un sonido agudo a lo lejos. Luchó entre los sueños para prestarle atención, pero las sábanas le tenían atrapado. Después, la voz grave de Ted, como si viniera de debajo del agua. Y su mano, pesada, sacudiéndole un poco.
—...riño... Cariño...—lo volvió a sacudir, un poco más fuerte—. Owen, coge el teléfono ya...
El irlandés soltó un bufido y abrió los ojos. La habitación estaba completamente a oscuras, y ahora podía escuchar el tono de su móvil sonando desde la mesita de noche.
—¿Qué?... —su voz sonó pastosa. Se incorporó para intentar despejarse.
—Que te están llamando...—Ted a su lado, con los ojos aún cerrados. El peso del sueño caía sobre su voz—. Contesta o cuelga, pero haz que se calle...
Owen se frotó los ojos y recogió el teléfono. La pantalla le cegó, intentó acostumbrarse a la luz.
—Es mi jefe... ¿Pero qué hora es? —aceptó la llamada—. ¿Sí? —intentó hablar con el tono más despierto que pudo y se acabó de levantar de la cama para dejar a Ted seguir durmiendo—. ¿Mi hermano? No, no sé...—se calló, escuchando al hombre—. Sí... Sí—más silencio. Ted intentó volver a dormir, pero se mantuvo escuchando la suave voz del irlandés—. ¿Detenido? —su voz cambió un poco. Ahora estaba completamente despierto—. ¿Pero cómo...? No, no tenía ni idea de que había venido a Nueva York—otro largo silencio. Ted se incorporó en la cama—. No, Erik no me dijo nada. ¿Seguro que era él? Sí, sí, claro, si le vieron...—volvió a callar a media frase, asintió varias veces con un pequeño murmullo—. Vale, lo intentaré. Sí, estaré allí en un momento. Adiós.
Colgó la llamada y volvió a la habitación a paso rápido. Ted seguía sentado en la cama, con una expresión confusa.
—¿Qué quería? Son casi las doce de la noche.
—Han detenido a Björn—habló con voz neutra, mientras se vestía con prisas.
—¿Cómo?...
—Pues eso—se detuvo frente al espejo un momento para arreglar su peinado—. Al parecer mi padre le denunció cuando se fue con Erik a Reikiavik, y estaban esperando a que pisara Nueva York para detenerle.
—¿Y qué vas a hacer?
—Bueno, es nuestro cliente—se giró al policía, ajustándose el cuello de la camisa—. Supongo que evitar que vaya a la cárcel. Las acusaciones son bastante serias...—abrió el armario para buscar su maletín—. Y buscar a Erik, si está en Nueva York. Si no, mandarle un vuelo para que venga lo antes posible. Si él testificara sería de gran ayuda, pero no sé qué tan afectado estará...
—¿Sabes dónde lo tienen? —Owen volvió a mirarle, algo confuso—. A Björn, ¿en qué comisaría está?
—Lo averiguo cuando llegue al bufete y te llamo—se acercó a darle un beso—. Pero primero ayúdame a localizar a Erik. Estoy un poco preocupado...
—De acuerdo—le devolvió el beso, notando el miedo en los labios de Owen. Casi invisible. Casi. Ted podía verlo—. Todo saldrá bien, ¿vale? Las acusaciones de tu padre no tienen fundamento, ¿no?
Owen hizo una mueca.
Sí que lo tenían.
—Es rico y famoso. Los ricos y famosos no van a la cárcel. Espero que nos sea suficiente.
Ted no le contestó. Se dieron otro beso antes de separarse.
Cuando Owen llegó al bufete de abogados se sorprendió de ver a tanta gente allí, a pesar de la hora que era. Esquivó papeles, teléfonos sonando y gente corriendo de un lado a otro para llegar al despacho de su jefe. Lo vio sentado en su escritorio, escribiendo casi a dos manos y con el teléfono enganchado a la oreja. Owen le hizo una señal para llamar su atención y el hombre asintió, dejando el bolígrafo y sujetando bien el teléfono.
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Sugar
Romance《-¿Alguna vez has sentido que, por mucho que lo intentes, nunca conseguirás hacer las cosas bien? -Constantemente...》 Erik estaba dispuesto a llevar su vida, y todo lo que le rodeaba, al límite. Quizá fue aquello lo que hizo que se diera cuenta dema...