Owen suspiró todo lo que le dejaron sus pulmones, hundiéndose en el asiento del coche y mirando de reojo aquel edificio desconocido. Era ahí, lo sabía porque podía ver la placa al lado de la puerta.
Brown & Allister
Psicólogos
No quería salir del coche, no se sentía preparado, pero la insistente mirada de Ted, que seguía apoyado sobre el volante esperando que el menor hiciera algún movimiento, le hizo incorporarse y apoyar la mano sobre la manilla de la puerta.
—Bueno... debería salir.
—Deberías.
De nuevo se quedó estático, mirando por la ventanilla y pensando qué pasaría si se negaba a hacerlo. Ted no podía obligarle a nada, solo tenía permitido dar órdenes en sus juegos. Ahora no tenía poder sobre él. Y sin embargo, sentía que si no salía del coche y entraba por esa puerta, le decepcionaría. Volvió a suspirar y abrió la puerta del coche, girándose hacia su pareja. Su vista se desvió un momento a su brazo, agradecido de que hubiera sanado bien.
—Luego pasas a buscarme, ¿no?
—En cuanto me llames, cariño. Llegaré aquí más rápido que Flash.
—No corras con el coche, ¿eh? —le dedicó una mirada casi amenazante—. Hablo en serio.
—Venga, sal ya—le dio un suave empujón, haciéndole reír—. Si no sales te sacaré a patadas.
—Está bien, está bien—se inclinó, aún entre risas, para dejarle un beso en los labios—. Adiós.
Se bajó del coche y se despidió con la mano, viendo cómo este desaparecía calle abajo y le dejaba completamente solo. Volvió a respirar profundamente y se acercó al portal, revisando la placa y llamando al piso correspondiente. Le abrieron sin decir nada, lo cual le supuso un alivio. Estaban en un primero, así que decidió simplemente ir por las escaleras. Al llegar a la puerta pudo ver que estaba abierta, y allí le esperaba un hombre de mediana edad sonriente. Tenía el pelo corto y castaño, los ojos café, el rostro redondo y la nariz pequeña.
—Hola, tú debes de ser Owen.
—Sí—el chico contestó nervioso, sin saber muy bien qué hacer con las manos. El hombre le resolvió la duda cuando le tendió la suya para un apretón.
—Yo soy Gregory Brown, si todo va bien voy a ser tu psicólogo—se rió un poco y Owen le siguió también, aunque no entendía de qué o por qué se reía—. Puedes llamarme Gregory o Greg, pero nada de señor Brown.
—Sí, entendido.
El hombre le dedicó otra sonrisa que le calmó un poco, y le invitó a entrar al piso. Era un apartamento pequeño, con paredes blancas y puertas de madera. Primero le hizo pasar a una sala que parecía ser de espera, con unas cuantas sillas y un escritorio a modo de recepción. Las ventanas eran discretas, pero entraba la suficiente luz como para que no hiciera falta encender los ojos de buey que estaban distribuidos por el techo. Después de unos minutos Gregory volvió a aparecer por el pasillo, y le indicó que lo siguiera. Owen se sujetó las manos y le acompañó hasta otra habitación, mucho más cálida que la anterior. Había un sillón y un sofá, algunos cojines, una mesita con pañuelos y decoraciones de estilo oriental. La ventana también era más grande, por lo que entraba una luz clara y calmante. Olía a incienso y a velas perfumadas de canela, lo que hizo que Owen se sintiera un poco menos nervioso.
—Bien, Owen, puedes sentarte en el sofá. Ponte cómodo—el hombre eligió el sillón, de forma que quedaron uno enfrente del otro. Cogió una libreta y apuntó un par de cosas, sin mirarle—. ¿Cuántos años tienes?
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Sugar
Romance《-¿Alguna vez has sentido que, por mucho que lo intentes, nunca conseguirás hacer las cosas bien? -Constantemente...》 Erik estaba dispuesto a llevar su vida, y todo lo que le rodeaba, al límite. Quizá fue aquello lo que hizo que se diera cuenta dema...