—¿Puedes dejar de moverlo todo?
Masculló Björn entre dientes, observando con los brazos cruzados cómo Nina Barone, aclamada modelo a nivel mundial y ex mujer del islandés, se paseaba por la estancia cambiado de sitio todo lo que creía necesario.
Hacía ya poco más de una semana del encuentro con Erik, y desde luego la vida no se detenía ni un segundo. Aquella misma mañana, Nina se había presentado en la suite del empresario. Con sus enormes gafas de sol, su cabello dorado y la piel bronceada gracias al sol de la Toscana. Vestía un sencillo traje con americana y un cinturón ajustado a su cintura, de un color verde oscuro, que contrastaba a la perfección junto a su monstruoso bolso multicolor.
Había intercambiado un par de palabras con Björn, mirando a su alrededor constantemente, y en cuanto se hartó de no estar de acuerdo con la decoración empezó a cambiar las cosas de sitio.
—Es que tienes un gusto horrible—se excusó, a punto de alcanzar con la mano la radio.
—No. Ni se te ocurra tocar eso—Björn corrió a su lado y rescató el aparato, dejándolo en su sitio—. Esto se queda aquí. Y tú ahora mismo te vas.
—¿Ya me echas? Apenas hace...—miró su fino reloj de muñeca—. Diez minutos que he llegado.
—Más que suficientes. Vete ya—insistió el empresario, que empezaba a ponerse realmente nervioso.
La mujer, lejos de acatar su seca orden, sacó un cigarrillo de su bolso y lo encendió, sentándose en el sofá. Björn rodó los ojos y se quedó de pie, frente a ella. Nina se tomó su tiempo antes de decir palabra alguna. Se llevó el cigarrillo sabor fresa a los labios, lo dejó ahí un rato, cerrando los ojos, y cuando lo apartó dejó salir todo el humo de golpe. Clavó sus ojos avellana en los dos trozos de hielo del hombre, y aguantó la mirada sin vacilar un buen rato.
—¿No te das pena? —Björn volvió a rodar los ojos, bufando—. Hablo en serio. Cuarenta y seis años y todavía sigues soltero, mamma mia, si la gente supiera...
—¿Y tú? —atacó, frunciendo el ceño.
La mujer, en vez de sentirse ofendida, sonrió triunfante.
—En primer lugar, yo tengo cuarenta años. Seis años son mucha diferencia...—volvió a sonreír, esta vez de forma socarrona—. Y en segundo lugar—rebuscó un poco en su enorme bolso, hasta sacar una elegante tarjeta de invitación que entregó sin vacilar al empresario—. Me vuelvo a casar.
Björn sujetó la tarjeta, con la ceja alzada, y leyó unas cuantas veces lo que aquellas letras doradas decían. No podía creérselo.
—¿Leo Holbein? —miró a Nina, incrédulo.
—Es genial, nos conocimos en la premier de su última película. Se podría decir que... fue amor a primera vista.
—¿Todavía crees en esas cosas? —masculló desganado, lanzando la invitación a la papelera—. No me puedo creer que te vayas a casar con un nazi.
—No es nazi, testa di cazzo...—esta vez fue Nina quien frunció el ceño—. Es alemán. Y es un gran actor. El mundo del cotilleo se ha vuelto loco con la noticia de nuestra boda, ¿sabías?
—No me extraña...—el empresario le dio la espalda, empezando a recolocar todo lo que la mujer había cambiado.
—Vogue va a hacerme una entrevista pasado mañana—empezó a decir, mirándose las uñas despreocupada—. Será un milagro si no me preguntan por ti...
Björn se giró rápidamente y se la quedó mirando en estado de alerta. ¿Qué mierda estaba planeando aquella bruja? Dejó el jarrón que llevaba en la mano sobre el mueble y se acercó a la mujer con el semblante duro, intentando adivinar qué tenía en mente.
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Sugar
Romance《-¿Alguna vez has sentido que, por mucho que lo intentes, nunca conseguirás hacer las cosas bien? -Constantemente...》 Erik estaba dispuesto a llevar su vida, y todo lo que le rodeaba, al límite. Quizá fue aquello lo que hizo que se diera cuenta dema...