Capítulo 36

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"Trastorno explosivo intermitente"

"Trastorno de ansiedad"

"Trastorno depresivo mayor"

"Conducta sexual impulsiva"

"Estrés postraumático"

Erik se tiró un buen rato leyendo y releyendo su diagnóstico. Bueno, era evidente que estaba enfermo. Pero, por alguna razón, ponerles nombre a todos sus males le resultó un alivio. Claro que no estaba dispuesto a aceptar que realmente estar allí encerrado le había servido de algo. Seguía muy enfadado con el mundo y, como era de esperar, era necesario que el mundo lo supiera.

Suspiró suavemente y puso el papel sobre su pecho, relajando todo su cuerpo sobre aquella cama, mirando con calma el techo blanco y pulcro. Habían pasado ya dos semanas desde que Björn lo dejó allí y todavía le costaba creérselo. Entendía que había sido dañino, entendía que había llegado al límite, e incluso podía entender que, sí, tenía un grave problema de adicción tanto al alcohol como a otras drogas. Pero dejarle allí, solo, había sido la puñalada trapera que nunca se esperó, y menos de alguien como Björn. Había oído a mucha gente decirle que ya se lo agradecería en un futuro, pero francamente no se podía ni imaginar qué podría agradecerle. ¿Que le encerrase en un manicomio? ¿Eso era lo que tenía que agradecer? Volvió a suspirar y de nuevo miró el diagnóstico.

"Trastorno explosivo intermitente"

Aquello explicaba muchas cosas. Siempre había pensado que la rabia acabaría por consumirle. Pero ahora que sabía de dónde venía, quizá, podría aprender a canalizarla. Tampoco estaba muy seguro, su cabeza seguía dando demasiadas vueltas. Se miró los nudillos y vio las pequeñas marcas de todos los golpes a la pared que había dado. Al principio no quiso creer que aquello también era autolesión, pero empezaba a entenderlo. Quizá aquella era la autolesión de los cobardes, de los que no se atreven a cortarse las venas. O quizá estaba pensando demasiado.

Después venían la ansiedad y la depresión. Aquellos trastornos los conocía bien, llevaba arrastrándolos demasiado tiempo, y eran agotadores. Algunos días simplemente no podía levantarse de la cama. No importaba cuánto lo intentase, o cuántas fuerzas pusiera en ello. No podía. Otros días, la ansiedad llegaba a niveles de pánico, y se olvidaba de respirar. Pero sin duda lo peor de todo aquello era intentar hacerse entender, explicar lo que le estaba pasando, y que nadie le tomara en serio. Eso siempre le había hecho sentir como un loco.

Aunque ahora, sabiendo que 350 millones de personas en el mundo sufrían también depresión, se sentía un poco menos loco.

"Conducta sexual impulsiva"

Era un mejor nombre para la hipersexualidad, desde luego. Siempre se había sentido tan culpable por aquel trastorno en concreto, que hasta le costaba pensar y enfrentarse a él. A veces simplemente quería taparlo bien y esconderlo en lo más profundo de su mente, haciendo ver que no existía. Y es que, ¿cómo te enfrentas a algo cuando se supone que tu reacción debería ser completamente opuesta? Las violaciones deberían haber dejado una fisura enorme en su sexualidad, ni siquiera debería ser capaz de pensar en el sexo. Y allí estaba, completamente descontrolado, tal y como lo estaba su ira.

No quiso seguir reflexionando sobre su último problema. Arrugó el papel y lo lanzó lejos, volviendo a mirar fijamente el techo. Estaba en la mierda y sabía que cuanto antes lo aceptara todo sería más fácil. Pero por alguna razón aún se resistía a ceder. No quería ayuda, solo quería irse a casa.

Giró en la cama y miró la hora en el despertador. Le tocaba tomarse su medicación.

Alprazolam, diazepam, fluoxetina...

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