El día había amanecido soleado, y a pesar de que la ciudad no era quizá el mejor lugar para salir a pasear, apetecía ir a algún sitio. Nina acababa de volver de un festival de moda en Tokyo y decidió que podía hacer una parada en Nueva York para ver a su ex marido. Hacía ya unos cuantos meses que no se veían y ya era momento de compartir una jugosa conversación.
Björn acabó de echarle azúcar a su café y empezó a remover con la cucharilla. A pesar del buen tiempo habían decidido sentarse dentro de la cafetería, pues el ruido y el humo de los coches eran demasiado desagradables. Nina, por su parte, se entretenía quitándole todas las aceitunas negras a su pequeño panini. Nunca le habían gustado. El empresario le dio un pequeño sorbo al café, con cuidado de no quemarse, mientras se tomaba su tiempo en analizar la vestimenta de aquella mujer. Elegantísima, como siempre.
—Y... he escuchado que te va bien con ese tal Leo. Se llamaba Leo, ¿no? —Nina asintió, limpiándose las manos con una de las servilletas de papel.
—De maravilla. Te lo dije, fue amor a primera vista. Pero claro, tú no crees en esas cosas...—dijo en un tono casi sarcástico, junto a una media sonrisa—. ¿Algo que quieras explicarme, Björnie?
—No. Bueno, sí, la verdad es que sí—estiró un poco su espalda y bebió más del café—. ¿Recuerdas el chico de la llamada? Ese que te cogió el teléfono y te colgó—Nina se quedó mirando un momento por la ventana, intentando recordar. Pero, la verdad, nada venía a su mente. Así que, simplemente, negó con la cabeza—. Bueno, no importa. Es... es uno de esos chicos con los que... bueno, ya sabes. Tenemos algo, no sé, no estoy seguro...—suspiró un poco y apoyó los brazos en la mesa, con entusiasmo—. Es que me gusta.
Nina soltó una carcajada, muy fina.
—Te gusta—repitió, alzando una ceja—. ¿Vuelves a tener diecisiete años?
—Precisamente—su emoción creció aún más—. Necesitaba hablar de esto contigo urgentemente. Vamos, nos conocemos desde hace muchísimo. ¿Recuerdas cómo era en los 80?
—Tesoro, ¿cómo iba a olvidarme? Te pasabas el día cantando Madonna.
—Pues me muero de ganas de volver a cantar Madonna. Ahora mismo. En este justo momento.
Nina volvió a quedarse callada, mirándole fijamente. La conversación la tenía tan absorbida que se había olvidado del panini.
—Lo siento, no te entiendo.
—Es difícil de explicar—volvió a sentarse, relajado—. Lo que quiero decir es que... bueno, que me gusta—se encogió de hombros—. Mi vida no ha sido difícil. He tenido una buena familia y una gran infancia... Me puse a trabajar muy joven porque era lo que quería, de verdad. Pero nunca pensé llegar tan lejos—volvió a beber del café—. Y no es que no me guste cómo estoy ahora. O quizá sí es que no me gusta. El caso es... que un día me vi ahí, en el despacho, firmando documentos. Y eché la vista hacia atrás y pensé... ¿qué mierda ha pasado conmigo? Me casé muy joven, casi por conveniencia. Formé una empresa, tuve un hijo y empecé a trabajar y a trabajar y a trabajar... ¿En qué momento me volví tan gris, Nina? ¿Cuándo fue que dejé de cantar Madonna y me puse a despedir trabajadores?
—¿Y por qué me explicas todo eso? —Nina parecía de lo más confundida.
—Es ese chico. Es la clave. Desde que lo conocí toda mi vida ha dado un vuelco. Yo... sentía que el mundo se me caía encima. Y todo me sentaba mal, todo el mundo me caía mal, todo estaba mal. Pero cuando estaba con él... Mira, no voy a decir eso de "me hace sentir joven" porque tengo los años que tengo y los seguiré teniendo haga lo que haga y esté con quien esté—puntualizó un poco resignado—. Pero me refresca el alma. Me siento bien con él, y cuando le escucho reír... Oh, deberías oírle. Tiene la risa más dulce que he oído jamás. Y me gusta su cuerpo, por supuesto. Es guapísimo. Pero hay algo más, algo que no tenían los otros chicos. Deberías verle. Es tan... explosivo. Tiene tanta energía que a veces es como si me arroyase. Joder, Nina, me tiene loco—rió un poco, tapándose la cara y negando con la cabeza. Después se puso un poco serio—. Estaba muy perdido, muy vacío. Y no digo que ahora esté completo de golpe, pero me siento un poquito menos hueco. Y se siente tan bien...—se quedó mirando la mesa, sin decir nada, y después empezó a reír, cerrando los ojos—. Y me entran ganas de saltar, de maquillarme, de correr muy lejos, de quedarme hasta la madrugada escuchando la radio y de cantar Madonna a todo pulmón.
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Sugar
Romance《-¿Alguna vez has sentido que, por mucho que lo intentes, nunca conseguirás hacer las cosas bien? -Constantemente...》 Erik estaba dispuesto a llevar su vida, y todo lo que le rodeaba, al límite. Quizá fue aquello lo que hizo que se diera cuenta dema...