Capítulo 60

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Cuando aquellos ojos, oscuros y profundos, hicieron contacto con los suyos, Björn supo que el hombre que aguardaba al otro lado del pasillo era Ted. Le aguantó la mirada un buen rato, sereno, mientras el afroamericano se acercaba a él a paso ligero. Y no pudo evitar pensar que era curioso tener en frente aquella persona individual, en vivo y en directo, después de haberla conocido únicamente a través de dos historias tan diferentes. La primera, le decía que aquel hombre no era más que la pareja del hermano de Erik. Que era una persona humilde, honesta, cariñosa. Que se preocupaba por los suyos, y que había entrado en las vidas de la familia O'Brennan con una sencilla tranquilidad. Que las cosas, simplemente, se habían dado así. Que el amor había surgido del roce, y que las dos personas implicadas llevaban una relación tan normal como común.

La segunda, mucho menos bonita, le decía que aquel policía se había aprovechado de Erik haciendo uso de su posición de poder. Que se había valido de la vulnerabilidad del menor para dar rienda suelta a sus fantasías, que no había hecho otra cosa que participar en abrir otra brecha en la psique de Erik. Y que tal y como las horas de terapia le habían hecho aceptar, después de tanta confusión y culpa, la relación que mantuviese con Ted se había basado en un simple y claro abuso. Después se había metido en su familia con una máscara reluciente, escondiendo debajo de la cama toda la mierda que ambos callaban. Y le había dejado con el peso de un dilema que aún seguía tratando con su psiquiatra, y que a veces, en la quietud de la noche y la serenidad de las sábanas, le había confesado al empresario en un arrebato de dudas. Que era su decisión, plena y únicamente, olvidar todo lo ocurrido y aceptar a su cuñado con la versión de la historia de Owen. O, por otra parte, reservarse el derecho de mantener las distancias y no perdonar a aquel que tanto daño le había hecho. Porque no, no tenía la obligación de perdonarle. Así se lo había dicho Dagur. Y de hacerlo, sería solo por decisión propia, y porque el chico así lo quería. Erik aún no había tomado una decisión, pero Björn confiaba en que el chico no era de olvidar fácilmente. Él tampoco.

Y de no ser por los barrotes que les separaban, ni siquiera los centímetros de más ni los varios kilos de músculo de ventaja que el policía le sacaba le hubieran disuadido de darle un golpe con toda la frustración que cargaba desde que lo arrestasen.

Pero no lo hizo. No solo por el impedimento físico, sino por la reflexión que siguió a la corriente de sus pensamientos. El saberse allí, entre rejas, era la prueba inminente de que él no era mucho mejor que Ted. Que también se había aprovechado de chicos jóvenes con su posición de poder, y que ahora temía haber hecho lo mismo con Erik. Y de ser así, no veía el momento de enmendar todos sus errores tanto como le fuera posible. También debía admitir que había heridas que jamás sanaban, y que tendría que conformarse con la culpa.

Dejó de pensar en todo aquello cuando Ted llegó a su lado y le pasó el teléfono entre los barrotes. Björn le miró un poco descolocado, pero alargó la mano para cogerlo.

—Va a llamar Erik.

—¿Dónde está? —el empresario se lanzó hacia los barrotes cuando la pregunta salió de sus labios—. ¿Cómo está?

—No sabemos aún dónde está—Ted intentó mantenerse tranquilo, cruzándose de brazos en un intento de sujetarse—. Sabemos que se ha ido de casa de su padre, y que ha estado bebiendo—soltó la bomba, viendo cómo el rostro de Björn se desencajaba—. O fumando o... no lo sé, no ha concretado. Solo ha dicho que ha recaído.

—¿De verdad no sabéis dónde está? ¿Ni una idea o algo? —volvió a apoyarse en los barrotes. Ted negó con la cabeza—. ¿Y qué está haciendo ahora? ¿Por qué no llama ya?

El policía cambió el peso de una pierna a la otra, incómodo. No le gustaba la forma en la que los afilados cristales de Björn se clavaban sobre él. Había algo más que desamparo y cansancio en aquella mirada. Algo que iba directamente dirigido a él.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora