Capítulo 49

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[Este capítulo contiene escenas de sexo explícitas etc etc]

Kevin estaba nervioso. Quizá lo más nervioso que había estado nunca. Ni siquiera en el primer juicio se había sentido así. Notaba un nudo que le apretaba con fuerza la boca del estómago, y joder, dolía. Tenía ganas de vomitar, o de desmayarse. Todo daba demasiadas vueltas como para tener una idea clara. Jugueteaba con sus dedos, con la vista fija en el suelo y la mente lejos de aquella sala. Solo quería que todo saliera bien. Dios, por favor, que todo saliera bien.

A su lado, Owen parecía desenvolverse bien con el juez. Debatía, justificaba y defendía punto por punto todo lo que habían ido preparando durante aquellos meses. La buena conducta de Kevin en la cárcel, su predisposición al voluntariado y a las actividades, sus ganas por seguir formándose en la vida y ser una persona de provecho para la sociedad. El único fallo que Kevin veía, si es que le tenía que poner uno, es que todo era falso. Todo, todo. Desde su buen humor y amabilidad hasta la motivación para estudiar. Mentira. Pero era una mentira muy irresistible, y si el juez se la creía, pronto saldría de allí. Así que siguió manteniéndose callado, como un niño bueno en la misa de los domingos, y dejó que Owen siguiera mintiendo para sacarlo de aquel pozo.

—El señor Johnson es un hombre joven que ha aprendido de sus errores. Es una persona sensata que ha elegido seguir el buen camino, y lo único que necesita ahora es que le permitan continuar con su vida y dejar atrás el horrible suceso que se costó la vida de dos de sus amigos. Señoría, le ruego que le conceda la libertad condicional lo antes posible.

—¿Cómo podemos estar seguros de que no va a volver a delinquir, señor O'Brennan?

Owen respiró profundamente y se ajustó un poco más la corbata. Parecía nervioso, pero ni por asomo tanto como Kevin.

—Ha demostrado una gran responsabilidad en la cárcel. Se ha presentado voluntario en muchas actividades y siempre ha mostrado una actitud proactiva. Alguien así merece vivir en libertad—el juez se quedó un momento en silencio, así que Owen continuó—. En la primera sentencia le permitían solicitar la libertad condicional en dos años, pero si me permite una rápida revisión del caso—recogió unos papeles de la mesa que ojeó rápidamente—. Creo que podríamos señalar algunos atenuantes que reduzcan su condena.

—Adelante.

El juez le dio luz verde, y Owen sonrió, pensando que este era su momento.

—Empecemos por el tráfico de sustancias psicotrópicas. El señor Johnson en ningún momento traficó activamente con ellas. Tenía una estrecha relación con los traficantes y sabía de sus actividades, por lo tanto lo hace cómplice y no culpable del delito. El señor Johnson no vendió ni transportó sustancia alguna durante aquel periodo de tiempo. Sé que no es algo que se pueda comprobar fácilmente, pero creo en la palabra de mi cliente, y dada su actitud en la cárcel asumo que usted, señoría, también puede confiar en ella.

—Prosiga—dijo el hombre simplemente, y Owen volvió a hundir su rostro en los papeles.

—El señor Johnson se encuentra en el muelle cuando, a cien metros de distancia, unas ciento nueve yardas aproximadamente—se corrigió para que le entendieran—. Los traficantes con los que los amigos del señor Johnson habían tenido contacto disparan a George Finn Kendrick en el hombro y en la pierna. George cae al agua y el señor Johnson, que debo recordar no tiene nada que ver con lo sucedido hasta el momento, se lanza a su rescate. Desgraciadamente, cuando consigue llevarlo al muelle George ya está muerto. Y mi pregunta es, su señoría, ¿cuál de todos estos sucesos es directa responsabilidad de mi cliente? ¿Si el señor Johnson no hubiera tenido relación con la víctima habría sido también un homicidio involuntario, o un simple intento genuino de rescate que, desafortunadamente, acabó en desgracia? —el juez siguió sin decir nada, mirándole muy fijamente, atento a todas sus palabras—. La muerte de Daniel Adam Belvins, por otro lado, fue en completa defensa propia cuando entró...

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