Capítulo 28

2.8K 224 55
                                    


—Mierda, mierda—Erik se levantó como un resorte del sofá, móvil en mano y una expresión de espanto.

—¿Qué pasa? —Björn se había acostumbrado, en parte, a verle alterado. Pero eso no quitaba que se preocupase cada vez que pasaba. Se levantó también, caminando hacia él—. ¿Estás bien?

—No. Bueno, sí. Da igual—se puso rápidamente la chaqueta, caminando con la vista perdida. Se acercó a grandes zancadas hacia Nina y le estrechó la mano con fuerza, asustando un poco a la mujer—. Ha sido un placer conocerte, realmente—entonces se dirigió a la puerta, acompañado del empresario.

—¿Seguro que está todo bien? —se mordió el labio, temiendo que el menor tuviera problemas.

Erik se puso de puntillas para darle un pequeño y casto beso, sonriendo.

—Todo bien, no te preocupes.

El menor cerró de un portazo, y Björn suspiró pesadamente, volviendo a sentarse en el sofá. Nina, que para nada se esperaba una reacción así del chico, hizo un ademán de preguntar qué había sido todo eso. Pero Björn negó, dándole la respuesta. Ni siquiera él lo sabía.

Erik tenía prisa, así que se metió directamente en el metro para llegar rápido al lugar donde le habían citado sus amigos. Aquel piso que se caía a pedazos, abandonado desde la década de los noventa y que les había servido de refugio muchas veces. Especialmente a Erik, quien solía encerrarse allí siempre que pintaba algo al óleo, lejos de su padre. Era un piso pequeño, lleno de polvo y trastos viejos. Había un sofá, un par de mesas y alguna que otra silla o butaca. Las ventanas estaban sucias, algunas rotas. Olía a cerrado, disolvente, nicotina y marihuana. A alcohol, a quemado. Olía a recuerdos olvidados y dolores aliviados. Y ahora, olía también a miedo.

Erik se metió por el hueco de la puerta pobremente tapiada y subió las desnudas escaleras hasta llegar al piso. La puerta estaba abierta, y pasó dentro en un silencio sepulcral.

—Joder, menos mal que estás aquí—Danny se le acercó a paso rápido, sujetándole de los hombros—. Kevin no me escucha, tienes que hacerle entrar en razón.

—¿Qué coño ha pasado? —ignorando las preguntas de aquel que se le había acercado caminó hasta el teñido, llamando su atención y haciendo que levantara la vista del suelo.

—Le han pegado una paliza a George—su voz sonaba pesada, y apagada. Con un golpe de cabeza señaló al herido, que seguía curándose los golpes.

—Ostia puta...

—Tenemos que hacer algo—de nuevo Danny tomó la palabra, captando la atención del más pequeño—. Propongo armarnos y... y no sé, contraatacar. Hacer algo, joder. Hacer algo.

—¿Pero tú de qué coño vas? —le interrumpió James—. ¿Te crees que estás en una película de gangsters? Se acabó, Erik. Vamos a avisar a la policía y ya está. Tampoco hemos vendido tanto, ¿no? ¿Cuánto tiempo estaremos en la cárcel? ¿Dos, tres años?

El menor negó rápidamente con la cabeza, acercándose un poco más al resto.

—No, yo no puedo ir a la cárcel, joder...

—Y son más de tres años—habló Kevin, masajeándose las sienes—. No vamos a llamar a la policía ni denunciaremos nada, pero vamos a dejarlo—se encogió de hombros, en un gesto desesperado—. Lo dejamos, se acabó, y ya está. Les dejamos el negocio libre, y nos dejarán en paz.

—¡Y una mierda! —Danny dio un paso adelante, contundente—. ¡Yo quiero venganza!

—Yo... también—George tenía la voz rota, y luchaba por aguantar el dolor—. Si vamos a acabar con esto, hagámoslo a lo grande. Enfrentémonos a ellos. ¿Es que no veis lo que puede pasar si sale bien? Joder, nos vamos a hacer de oro.

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora