Capítulo 19

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El día había amanecido nublado, a pesar de que ya estaban en pleno julio. Erik se quedó mirando por la ventana durante un momento, sumido en su maraña de pensamientos. Mil dólares. Le faltaban mil dólares para pagar la deuda que tenían con aquel grupo. Estuvo pensando seriamente cómo conseguirlos. Utilizar a Björn era un camino fácil, más que fácil. Aunque, por otra parte, sentía que el hombre no merecía algo así. Bufó y pegó la frente a la ventana con un suave golpe. Bueno, ¿y por qué no lo merecía? De todas maneras siempre le daba dinero, y no tenía por qué saber que era para aquella deuda. ¿Cómo lo había llamado el profesor? Sí, simbiosis. Era una simple simbiosis, supervivencia pura. Entonces, ¿por qué seguía sintiendo que no estaba del todo bien?

Sacudió la cabeza y se apartó de la ventana. Bien, estuviese bien o mal es lo que haría, ya lo había decidido. Se vistió con un peto y una camiseta de manga corta y salió de la habitación, encontrándose a Owen de frente. Rodó los ojos y pasó por su lado sin dirigirle la palabra.

—Erik...

—Déjame, Owen—empezó a bajar las escaleras, con las manos en los bolsillos.

—Solo quería decirte que tengas cuidado si vas a salir.

—No soy un niño—apretó un poco el paso para salir cuanto antes de casa y, una vez fuera, se detuvo.

Suspiró pesadamente, cerrando los ojos, y se frotó la cara con las dos manos. ¿Cómo podía su hermano ser tan pesado?... De veras era agotador tener que lidiar con él día, tras día, tras día... Se dio unas palmaditas en las mejillas para despejarse y se dirigió hacia la parada de autobuses. Lo mejor de su decisión es que podría distraerse un buen rato. Tardó un poco más en llegar al edificio de oficinas, pues el tráfico era terrible, pero finalmente estaba allí. Subió al ascensor y revisó un momento su aspecto. El pelo estaba bien, su cara también, y la ropa perfecta. Sonrió de oreja a oreja y se lanzó un beso al espejo. Si algo había aprendido con los años es que lo mejor que alguien podía hacer era quererse, aunque fuese a la fuerza. Las puertas del ascensor finalmente se abrieron y fue directo hacia la puerta, llamando al timbre.

—Erik—Björn abrió la puerta con una expresión de sorpresa—. No te esperaba hoy.

—Lo sé—el chico entró en la suite, sonriendo de medio lado—. ¿Tienes algo que hacer esta tarde?

—No... Bueno, tenía que hacer unas llamadas, pero...

Shhh—Erik le mandó callar, alzando la mano—. No. Suficiente—se acercó a él y tiró de su corbata, haciéndole reír—. Bien, pues ahora vas a estar ocupado conmigo.

Björn volvió a reír y posó las manos sobre la cintura del chico, pegándolo a él suavemente.

—Bueno... No suena mal.

—¿Y qué te gustaría hacer? —acarició el cuello del mayor, mirándole fijamente a los ojos—. Podemos... no sé, probar algo nuevo. O hacer lo de siempre. Lo que quieras.

Björn sonrió un poco y se inclinó para besar sus labios, muy suavemente.

—¿Y a ti? ¿Qué te gustaría hacer a ti? —Erik rió un poco nervioso y se encogió de hombros. Björn lo entendió rápidamente, pero eso no le impediría disfrutar de la ocasión—. ¿Cuánto?

—Mil... estaría bien—Björn asintió con la cabeza.

—Bien, tendrás esos mil, y a cambio...—pegó a Erik del todo a su cuerpo, sus labios a escasos centímetros. El menor ya se preparaba para un segundo beso, cerrando los ojos, cuando Björn siguió hablando—. Quiero una cita.

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