Capítulo 29

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"Respira..."

Owen tomó una gran bocanada de aire y la soltó lentamente, mirándose al espejo. Era solo una cita, ¿no? Solo una cita, no entendía por qué estaba tan nervioso. Volvió a tomar aire y a soltarlo lentamente, cerrando por un momento los ojos. Tampoco era la primera vez que salía a tomar algo con Ted, claro que aquellas veces había sido solo un policía, y no su novio.

Cuando abrió los ojos volvió a ver su reflejo, el gesto torcido de inseguridad y los ojos vidriosos. ¿Y si le llamaba para cancelar la cita? Ya está, una llamada y listo. Tampoco se molestaría, tenían mucho tiempo por delante para repetir la velada. Estuvo a punto de alcanzar el móvil, pero le temblaban tanto las manos...

—Oh, mierda...—murmuró angustiado, con el ceño fruncido y volviendo a clavar su mirada en el reflejo—. Respira... Relájate... Se supone que las citas son para disfrutarlas, así que relájate y disfruta...

Tomó una tercera y última bocanada de aire y acabó de ajustarse la corbata, comprobando que le quedaba bien. Consiguió salir de casa sin que su padre le viera, y menos mal, porque no habría aguantado una tanda de sus preguntas sobre por qué iba tan arreglado, a dónde iba y con quién. Cogió el coche de su madre, que previamente le había pedido, y condujo hacia el restaurante con los nervios a flor de piel. Intentó mantener la calma tanto como pudo, más que nada para prestarle atención a la carretera y no tener un accidente. Pero a medida que se iba a cercando los nervios crecían más y más y más...

Aparcó, apagó el coche y cerró los ojos.

"Respira..."

Como había hecho frente al espejo antes de salir de casa intentó hacer un simple ejercicio de relajación, trabajando la respiración abdominal y destensando los músculos de su cuerpo. Cuando se sintió listo salió del coche y se dirigió a paso tranquilo hacia el restaurante. Al parecer Ted aún no había llegado, así que se adentró en el comedor y se sentó en una de las mesas a esperarle. Hizo un esfuerzo monumental por no dejar que los pensamientos intrusivos de que Ted le había dejado plantado llegaran hasta su cabeza. Y para ello decidió distraerse un rato con su móvil, consultando las últimas noticias y otros temas de actualidad hasta que sintió que alguien se apoyaba en la mesa.

—¿Qué hace un chico tan guapo así de solo?

Levantó la mirada rápidamente, dejando el teléfono en la mesa, y se encontró con los dulces ojos de Ted, tan oscuros que parecían dos pedazos de obsidiana.

—Hola, Ted—le contestó con una suave sonrisa que no pudo ocultar, sintiendo como algo cálido se encendía en su pecho.

—Perdón por tardar, cielo. Me necesitaban en comisaría—Owen negó, como si no tuviera importancia, y se separó un poco—. Wow...—Ted le miró de arriba abajo, alzando las cejas sorprendido—. Estás...

—¿Demasiado formal? —contestó Owen, mordiéndose el labio, al ver que era el único en todo el restaurante con corbata.

—No, no. Iba a decir impresionante. Estás impresionante, wow...

El irlandés rió un poco y agachó la cabeza, volviendo a sentarse y guardando el teléfono en su bolsillo.

—Tú también estás genial...—Ted se acercó a darle un beso en la mejilla, con ternura, y se sentó enfrente—. Oye, no conocía este sitio.

—¿No? ¿Y qué te parece? —el afroamericano habló mientras se iba acomodando en el asiento, dejando la chaqueta y cogiendo la carta—. La comida es buenísima, te lo aseguro.

—Sí, ya lo veo—dijo el chico entre risas, echándole un vistazo a la mesa de al lado, donde otra pareja se estaba comiendo una pizza enorme. Lo cierto es que se moría de hambre, así que agradeció que sirvieran bastante cantidad. Y por primera vez en mucho tiempo no se preocupó de las calorías.

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