Capítulo 26

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—Hombre, Erik con el uniforme de la escuela, qué acontecimiento más inusual.

El chico sonrió casi forzado ante las burlas de Ted, cuando este le abrió la puerta de su apartamento. En el fondo sabía que lo decía en tono de broma, casi cariñoso, pero Erik no tenía mucha paciencia.

—Buenas tardes, oficial Davis—dijo en un tono muy correcto, entrando en el apartamento y echándose a peso muerto sobre el sofá.

—Así que... ¿has vuelto al instituto? —Ted caminó hasta una de las butacas, observando al menor con interés. Sus últimos encuentros habían sido más bien incómodos, y quería recuperar parte de la complicidad de antaño, sin segundas intenciones.

—Sí, bueno. No, en realidad no. O sea, voy al instituto, hago acto de presencia y toda esa mierda. Pero en clase estoy en mi mundo—bufó algo fastidiado, mirando al techo—. Es que no me gusta nada de lo que me enseñan. Es aburrido y... y muy científico—Ted no pudo evitar reír un poco, sin ser realmente consciente de que para el menor aquel era un tema serio—. No sé, solo quiero acabar el curso y hacer otra cosa, me cueste lo que me cueste—se quedó un momento más en silencio, sin apartar la vista del techo, y enseguida la desvió hacia el policía—. Pero no he venido aquí a hablar de mí. ¿Qué tal estás?

—¿Yo? —a Ted le sorprendió un poco aquel cambio de tema, a Erik le solía gustar hablar. Bastante, a decir verdad. Escuchar no era su fuerte—. Pues... bien. Muy bien, en realidad. Las cosas parece que empiezan a ir en buena dirección.

—¿No le asustaron los diecisiete centímetros?

Ted parpadeó varias veces, incrédulo. ¿De qué estaba hablando Erik?

—Perdona, ¿qué?

—Oh, vamos, no te hagas el inocente ahora—se incorporó, sentándose recto y con una pícara sonrisa en los labios—. Sé que te has follado a mi hermano—la expresión del policía era un completo cuadro, lo que hizo reír a Erik—. Menuda cara has puesto. ¿Qué te crees? ¿Que soy tonto? Dime, ¿le asustaron? Porque si no le asustaron, confirmo que Owen ve demasiado porno.

—¡¿Pero tú cómo sabes cuánto me mide la polla?! —exclamó Ted, bastante alterado, levantándose de su asiento. Erik estalló en carcajadas—. No, claro que no se asustó, ni siquiera sé por qué mierda te estoy contestando a esa pregunta—el policía se sujetó las sienes, negando con la cabeza. Aquello era tan surrealista.

—Venga, no te pongas así—dijo aún entre risas, haciendo que volviera a sentarse en la butaca y subiéndose a horcajadas sobre él, dispuesto a molestarle un poco—. Es eso lo que querías, ¿no? —Erik sonrió burlón y acarició el corto y rizado pelo de Ted, moviendo sus caderas contra el mayor—. Felicidades, oficial Davis. Has desvirgado a Owen, ¡aleluya!

—Quita de encima, por Dios—lo apartó como pudo y volvió a ponerse en pie, arreglando su ropa—. ¿Por qué te interesa tanto que me haya acostado con tu hermano?

Erik se recostó en la butaca, descansando las piernas en el reposabrazos.

—En realidad no me interesa que te hayas follado a Owen, pero quería darte las gracias—la expresión extrañada de Ted le hizo ensanchar la sonrisa—. Por la cara que pones supongo que aún no te lo ha dicho... Volvió especialmente animado de tu casa, supongo que el polvo le sentó de puta madre. Les plantó cara—el policía abrió los ojos como platos—. A Danny, a George. A Kevin, Ted. Le plantó cara a Kevin. Me plantó cara a mí—mientras hablaba vio de reojo el piano de media cola, que seguía en el salón—. No, no fue el polvo...—susurró, casi para sí mismo, dándose cuenta de lo que realmente había pasado—. Tocó el piano, ¿verdad?

SugarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora