Capítulo 55

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[TW: mención de abuso infantil]


Betty era la chica más guapa del instituto, sin un atisbo de duda. Ted lo sabía, por supuesto. Porque, a pesar de ser miope, aquel tipo de cosas se veían claras para él. No solo era guapa, además era popular. Capitana de las animadoras. ¿Y él? Quarterback en el equipo de fútbol. Si no fuese porque se tenía que enfrentar a aquella realidad cada día, habría pensado que todo aquello era una burla del destino. A veces, todo encajaba tan a la perfección que pensaba que alguien acabaría sospechando, tarde o temprano.

Betty, aparte de guapa y popular, era una chica agradable. Ted podía decir, sin necesidad de mentir, que le gustaba. Quizá no cómo la gente esperaba que le gustase, pero lo hacía. La apreciaba y lo último que hubiera querido era lastimarla. Y cuando Betty le miraba a los ojos, con aquel azul resplandeciente, y le decía que le quería, Ted solo podía contestarle que él también. Había soñado muchas veces con que aquello fuera real, que de verdad la quería, que podía serle sincero a esos ojos azules. Porque Betty era guapa y popular, era buena, inteligente, amable. Era su novia. Y si pudiera sentirse como ella, al menos un día, todo sería mucho más fácil. Solo quería que todo fuera más fácil.

Soltó un pesado suspiro y se apoyó en el colchón. Betty bajo su cuerpo, agitada, intentando quitarse el sujetador en el espacio reducido que los brazos de Ted le habían dejado. El sudor bajaba por la frente del chico, y si prestaba mucha atención podía escuchar el latido desbordado de su corazón. Desde fuera era bastante convincente que estaba excitado, pero en realidad solo se moría de nervios. No quería hacerlo. No quería. Sabía que su cuerpo no iba a responder y no podría soportar la decepción de la chica. Cerró los ojos e intentó concentrarse. Quizá, si pensaba en otra cosa... No, podía escuchar la respiración jadeante de Betty. Y ahora le estaba besando. Siguió los labios de la chica a su ritmo y dejó que las manos, suaves y pequeñas, le recorrieran la espalda. No podía, no podía. Nunca antes había deseado tanto que su madre irrumpiera en su habitación sin avisar.

—Espera, un momento.

Betty se apartó, acariciándole la mejilla.

—¿Pasa algo?

—Tengo que ir al baño—se incorporó en la cama y pasó sus dedos por el cabello, apartando de su frente las cortas y pequeñas rastas—. Ahora vuelto.

—Vale.

Caminó a paso ligero hasta el baño y cerró la puerta con seguro. Se apoyó en la puerta, echó la cabeza hacia atrás y respiró profundo. Tenía que hacerlo. Llevaban ya cinco meses saliendo y aún no habían llegado hasta el final. Si no lo hacían hasta Betty empezaría a sospechar. Volvió a suspirar y se miró en el espejo, la piel le brillaba por el sudor. Bajó la mirada a su entrepierna. Nada. Absolutamente nada. Se frotó la cara con las manos y pensó un momento. Quizá con la tranquilidad del baño podía llegar a algún sitio. Quizá, si se concentraba mucho...

Joseph

Oh, Joseph pasándole la pelota, sus brazos tensándose, su sonrisa. Joseph en los vestuarios, Joseph en el pupitre de en frente, dejándole copiar en los exámenes. Oh, Joseph. Joseph en la cafetería, bebiendo su refresco, escuchando la conversación del resto. Joseph corriendo a su lado, Joseph bailando de fiesta, ebrio, coqueto, atrevido, volviéndole completamente loco. Y como él hubiese querido acabar aquella noche. Joseph en su cama, rostro sereno, manos sobre sus hombros, diciéndole lo mucho que en realidad le amaba.

Oh, Joseph...

Cuando volvió a poner los pies en la tierra su mano se había movido sola a su miembro, y este mostraba una muy convincente erección. Sonrió de medio lado y suspiró de alivio.

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