Capítulo 59

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Owen chasqueó la lengua y guardó el teléfono después de hacer el último intento de llamada. Era la una de la madrugada y Erik, estuviese donde estuviese, no le cogía el teléfono. Se metió dentro del coche para resguardarse del frío y dejó caer su cabeza sobre el volante, dejando escapar un suspiro ahogado. ¿Dónde se había metido su hermano? ¿Dónde podía estar? Levantó la cabeza un momento cuando su teléfono sonó con un mensaje nuevo. Era de Ted.

"Ya estoy en comisaría. Te llamo."

El móvil empezó a sonar de inmediato, y Owen contestó apenas pudo alcanzarlo.

—¿Has localizado a Björn?

—Estoy en ello—oyó que tecleaba rápido—. ¿Y tú? ¿Ya has dado con Erik?

—Qué va, no me contesta el teléfono—bufó frustrado—. Le he estado llamando durante casi una hora. Y nada. Podría ir a ver directamente a casa de mi padre pero ni siquiera sé dónde vive ahora.

—Si me das un minuto te lo puedo sacar del registro.

—¿En serio? —Owen se sintió un poco más tranquilo al volver a tener un rastro que seguir—. Joder, vale, gracias.

—Vale, lo tengo—casi le interrumpió, llamando por completo su atención—. Está en la novena. Entre la primera y la segunda avenida, en East 5th Street. Está detenido, pero aún no han hablado con él porque no ha llegado su abogado.

—Y que no llegue—Owen puso el coche en marcha—. Primero tengo que hablar con él. Mándame la dirección de mi padre cuando la tengas. Y ponte en contacto ya con el presidente del tribunal.

Colgó la llamada y pisó el acelerador, camino de vuelta al bufete de abogados. A medida que avanzaba la noche más y más personas se concentraron en el edificio para hacer frente al caso. Owen no tardó en entender que Björn era, probablemente, su mayor cliente.

—¡Owen! —su jefe le llamó de lejos—. Dime que me traes buenas noticias. ¿Has conseguido ya al juez?

—No, señor. Aún no—se acercó a él al trote, arreglándose las muñecas de la camisa—. He venido a hablar con Jeremy, ¿está ya aquí?

—Claro, está en su despacho. El pobre echa humo por las orejas, le irá bien una mano.

Owen asintió y pasó de largo, caminando ligero por el largo pasillo de moqueta que amortiguaba sus pasos y le dejaba solo con el eco de las voces y los teléfonos. Llamó suavemente a la puerta antes de entrar. El hombre, con unas entradas prominentes, hombros anchos y mirada enfrascada en gafas de montura delgada le miró por encima del monitor del ordenador.

—¡Owen! ¡Gracias a Dios que estás aquí! ¡Este caso se me va de las manos!

—¿Has hablado ya con Björn?

El irlandés se acercó, inclinándose sobre el escritorio.

—¡No! ¡¿Qué le voy a decir?! ¡¿Qué se vaya preparando para pagar la fianza?! ¡Piden años de cárcel por esto! ¡Años!

—No va a ir a la cárcel—se acabó sentando sobre la mesa, llamando la atención del hombre—. Escúchame bien. Esto es lo que vamos a hacer. Vamos a tocarle la fibra sensible al juez. Los sentimientos son nuestros aliados. Erik es nuestro aliado. Björn solo tiene que mantener la calma y ser sincero.

Jeremy se rió con algo de desgana.

—Ser sincero, por supuesto. Ya de paso que se condene él solito.

—No me estás escuchando—Owen le miró con el ceño fruncido—. Björn va a ser sincero, ¿de acuerdo? Dile que tiene que ser sincero. En lo malo y sobre todo en lo bueno. Que no se corte si tiene que dar un poquito de pena. ¿Entendido?

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