Día 33: Por dinero

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-¿Y por qué quieres ayudarme ahora? - le pregunté a Alonso luego de su confesión.

-Lo siento mucho Valentín, estoy muy arrepentido de todo lo que hice y es que... La verdad, es que... Me terminé enamorando de ti. Mis declaraciones de amor eran verdaderas, aunque me acerqué a ti tratando de expiar mis culpas, la verdad que no pude evitar quererte... - sentenció mirándome fijo a los ojos, abriendo su corazón dañado.

Nunca imaginé que el moreno estaría involucrado en toda esta trama, tan solo que debo reconocer que llegó en el momento justo.

-Si estás arrepentido, quiere decir que me ayudarás ¿verdad? - cambié el tema, no quería escuchar hablar de amor.

-Claro que sí, en lo que quieras... - respondió muy seguro.

-Cuando sea el momento, quiero que testifiques en contra de Verónica... Ella debe pagar por lo que ha hecho... - Es lo que quiero, que esa perra pague por sus fechorías.

-¿Estás seguro de eso? Si ella cae, no lo hará sola... Puede que gente cercana a ti también sea castigada.... ¿Quieres arriesgar todo por algo que pasó hace tanto tiempo? - me sorprendió su respuesta, todavía existía algo oculto.

-¿Quién más está involucrado? ¿Qué más sabes? - lo tomé de la camisa para intimidarlo.

-No puedo decirte, tienes que averiguarlo por ti mismo... - siguió con la ambigüedad.

Luego de ello, Alonso se marchó, cabizbajo y haciéndome sentir cada vez más intrigado.

Es obvio que se refería a mis padres, ellos son cómplices y vendieron a su hijo quizás con qué pretexto.

Ese mismo día al anochecer, mis papás salieron a una fiesta de gala. Me quedé solo en el departamento y aproveché la quietud de la medianoche para ingresar sigilosamente en la oficina de don Agustín.

La habitación de revestimiento de madera, posee repisas repletas de libros en cada pared, en el centro se encuentra el escritorio victoriano que refleja la elegancia e importancia de su dueño. El sillón de cuero café se presenta imponente detrás de aquel mueble, y es que es el trono de uno de los más destacados economistas de la nación.

Comencé a buscar entre los cajones del escritorio, buscaba cualquier pista, cualquier información que estuviera relacionada con los Bosch o tal vez con los Almeida. Obviamente no encontré nada, algo tan importante no estaría al alcance de cualquiera. ¿Entonces donde? No tuve que pensar mucho para recordar la caja fuerte.

En aquel artefacto de acero, mis padres guardan las joyas de oro, diamantes, títulos de propiedades y todo lo que sea de valor. Si hay algo que ocultan, estaría allí. Todo hubiera sido perfecto, sino fuera porque no sabía la clave.

Intenté con 2406 que es la fecha de cumpleaños de mi mamá. 0509 que es el de mi papá. 1311 que es el mío. Luego comencé con los años de nacimiento de los tres, pero nada. Tal parecía que no se trataba de una festividad familiar.

No sé por qué recordé la fecha en que Francisca murió. 2407 marqué en las teclas de la caja fuerte. Un chirrido se produjo después y con ello, la puerta se abrió lentamente. Lo había conseguido, había ingresado a los secretos de mi familia y el hecho que la clave haya sido el día en que aquella chica falleció, es un indicio muy claro.

Encontré lo que esperaba a cierta vista, joyas, relojes, diamantes, tan solo que conozco a mi papá y sé que siempre resguardaría dos veces aquello que intentara ocultar. Palpé el fondo de acero y encontré una pequeña ranura, la que al jalar me permitió destrabar el compartimiento secreto.

Lo que encontré me decepcionó mucho, porque se trataba de carpetas con las acciones que mi padre poseía en varias empresas nacionales y extranjeras. Aparte de eso, no había nada más, nada que se relacionara con el caso de Francisca.

Tan solo por chismoso, le saqué fotos con mi celular a cada una de esas escrituras. Siempre quise saber las pertenencias que poseía mi familia y ese era el momento para chismosear en sus negocios.

Estaba en eso, con mi teléfono en mano, cuando me percato que don Agustín es dueño del 49,5% de las acciones de Fisher and Oldman. Nunca imaginé que tuviera inversiones tan importantes, prácticamente posee la mitad de una firma. De pronto parecía que éramos más ricos de lo que creía.

Dejé todo tal como lo encontré y me retiré al cuarto. Allí prendí el computador e investigué sobre Fisher and Oldman.

Corporación dedicada a la prestación de servicios de ingeniería, presente en las áreas de construcción e infraestructura portuaria. Fue fundada por Albert Fisher y Martín Oldman, actualmente se encuentra presidida por Leonardo Almeida.

No tuve que seguir leyendo para saber que había encontrado lo que buscaba. El año en que don Agustín Pfeiffer adquirió las acciones fue el mismo en que Francisca murió, y quien es el CEO de la compañía, resulta ser el mismo padre de Verónica. Aún más, si mal no recuerdo el segundo apellido de la ojiazul es Fisher.

Todo está muy claro, la familia de la Almeida compró la complicidad de mis padres dándoles casi la mitad de una de las empresas de su conglomerado. Eso es lo que valía​ para ellos, mi integridad fue vendida para hacer más ricos los bolsillos de mi papá.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora