Día 35: Víctor Lamarca

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Tomé todos los papeles que logré reunir, los que encontré en la caja fuerte de mi papá y los que Daniel me había entregado. Toda la verdad estaba en mi mochila y así, sin más que el secreto guardado por mis verdugos, salí de mi casa rumbo a la cita que había planeado.

La noche había caído, la oscuridad cubría la ciudad y yo caminaba por sus calles decidido a actuar. No avisé a nadie, esto era personal y es que ya no puedo confiar en nadie. Mi chófer no me llevó, preferí viajar en taxi y bajarme una cuadra antes de la casa de Borja.

Sí, esa noche fui a dar la explicación prometida, a refregarle en su cara y la de su supuesta madre, el error que habían cometido y es que han culpado a alguien inocente.

-¿Qué vas a hacer? - fue lo primero que me dijo Daniel al contestar el celular.

-¿Qué? ¿Acaso mandaste a tus guardaespaldas a seguirme? - contesté a la ofensiva.

-Me preocupa lo que quieras hacer... ¿Por qué estás afuera de la casa de Borja? - su seriedad me sorprendió, parecía ofuscado por mis intenciones.

Él no tiene nada que ver esto y es mejor que se quede lejos de problemas. Corté la llamada y toqué el timbre de aquella casa. Un nudo se formó en mi garganta, como una piedra atragantado en mi tráquea.

Esperé un poco y al rato apareció la profesora de matemáticas. Su rostro ya no parecía amable, ya no fingía una sonrisa agradable. Sin decir palabra alguna me hizo entrar. Caminé por el pasillo de la entrada e ingresé a la primera mampara que encontré abierta, la de la sala.

Allí estaba Borja sentado, serio como nunca antes y mirando fijamente al horizonte. Claramente sabía que había llegado, tan solo que prefirió omitirme.

-Entonces... ¿Qué mentiras vienes a decirnos? - la voz de la maestra apareció para romper el hielo.

Se sentó al lado del muchacho, frente a mí, dedicándome la peor de las miradas.

-Yo apuñalé a Francisca ese día en la fiesta... La encontré con Vicente en la habitación, forcejeando... La detuve porque él me lo pidió, nunca imaginé que en el ajetreo ella saldría herida y que luego moriría... Aunque todos aquí sabemos que no falleció por eso... - confesé lo único que sabemos bien los tres.

-Supongo que les hace falta dinero, porque sin él, no pueden conseguir pruebas... - seguí con mi exposición, sacando los documentos de mi mochila y dejándolos en la mesa de centro.

Incrédulos, ambos los tomaron y comenzaron a leer detenidamente.

-Francisca murió producto del veneno, no de la herida, porque fue muy superficial y jamás hubiera fallecido por eso... Así es que el único error cometí no fue lo que produjo su deceso- no, lo que creí todos estos años es mentira.

-¿Lo único que hiciste? ¿Quieres que creamos eso? Si fuiste tú quién la envenenaba... - habló por fin Borja, evidentemente afligido.

-Te lo vuelvo a preguntar, ¿fue Verónica quién les dijo eso? ¿Por qué confiaron en ella? - repliqué.

Ambos se quedaron callados y se miraron unos segundos. Parecía como si la profesora le pidiera a su supuesto hijo que hablara, tan solo que él no quería.

-Nos mostró unos papeles, igual como tú estás haciendo ahora... Nos demostró que era inocente y que los culpables eran Vicente y tú... - prefirió hablar la mujer.

-¿Puedo ver esos documentos? - consulté teniendo fe en que los míos son originales y los de ella, meras falsificaciones.

Nuevamente ambos se quedaron callados y se miraron con complicidad.

-No los tenemos, ella se los mostró a Borja y él supo que... - confiada habló la docente, hasta que la mano de su hijo la detuvo.

El feo estaba cabizbajo, tratando de luchar con algo que no le dejaba en paz y que por fin se atrevía a mencionar.

-La verdad... Lo siento mucho Elena, pero yo... Discúlpame, fui débil y es que... La amo, amo a Verónica desde que era un niño... - reveló Borja como un suspiro, como si durante mucho tiempo hubiera estado sumergido en el agua.

La profesora simplemente colapsó, lo observó pasmada, incapaz de creer lo que sus oídos habían escuchado. Se levantó de un salto y caminó en círculos por la sala.

Yo observaba todo desde mi lugar, inquieto por la escena que jamás imaginé presenciar, su alianza se estaba rompiendo frente a mí. El feo me miraba de reojo, como un cachorro asustado.

-Ella me reconoció, ¿cómo no iba a hacerlo si era la mejor amiga de mi hermana?... Valentín, yo... Yo soy Víctor Lamarca, el hermano mayor de Francisca... - reconoció el farsante e hizo una pausa para luego seguir con su historia.

-Siempre la amé, desde que iba con mi hermana a la casa... Siempre recuerdo que la consolé cuando murió su mamá. No puedo sacarme de la cabeza su rostro afligido y la pena en sus ojos... - levantó la mirada y me encaró por fin, disminuido como no lo había visto, reconociendo que se había equivocado.

-Da igual tu estúpida historia ahora... ¿A dónde quieres llegar?... ¿La encubriste? Sabías que era la culpable y mentiste... ¿Eso quieres confesar? - le gritó Elena, completamente fuera de sus cabales.

-No, jamás hubiera hecho eso... Ella me descubrió y me juró que no tenía nada que ver con la muerte de Francisca. Que había ido a tribunales porque todo ocurrió en su casa, pero nada más... Yo le creí, mi corazón me dijo que le creyera y así hice... Lo de los papeles te lo inventé porque sabía que no creerías en ella... - mencionó el feo antes de recibir una cachetada de la profesora.

Su rostro enrojeció y su alma se desplomó. Intentó por mucho tiempo creer una mentira y por fin vio la luz. Borja, o mejor dicho Víctor, delante de las pruebas que le llevé, abrió los ojos y pudo reconocer que se había equivocado, que había confiado en la persona equivocada, tal como hizo su difunta hermana.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora