Día 74: Un arma

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Leonardo fue encarcelado en la mansión Almeida, la misma donde estuve secuestrado. Afuera de aquel lugar se llenó de periodistas que querían cubrir la noticia, saber del hombre que torturó a su madre y amante, y que ahora según los rumores, podría ser inocente y que toda la culpa recaería sobre su hija prófuga, la misma que es buscada por la muerte de Vicente, Alonso y Francisca.

Veía todo ese acontecer desde mi casa, hirviendo de rencor por Antonio, quien quería alejarme de su hijo y para lo cual está dispuesto a todo, incluso dejar en libertad a un hombre que él mismo sabe es culpable. ¿Y qué debería hacer? ¿Cómo actuaría alguien parecido a Palmer?

Necesitaba una respuesta, y sin darme cuenta, la tenía justo en frente, en la pantalla del televisor. ¿Quién podría ayudarme a idear un plan? No conozco a nadie más despreciable que Leonardo y él sería quien me aconsejaría.

Suena sórdido, pero dentro de la desesperación, busqué su ayuda, y no sólo para escucharle, sino que también para enfrentar la injusticia que estaba ocurriendo.

No me iba a esconder para ir a verle, claro que no, fui de día y a rostro descubierto, todos los periodistas me observaron y fotografiaron, estaban impresionados al verme en la guarida del lobo.

-¿Qué es lo que hace aquí?.... Acaso ¿viene a ver a un inocente?... ¿Es verdad que Leonardo Almeida no tuvo nada que ver en su secuestro?... - todos hablaban al mismo tiempo, mientras me hacía camino hasta la entrada.

No respondí sus preguntas, solo me dediqué a ir hasta los policías que resguardaban la entrada.

-Quiero visitar al señor Almeida... - es todo lo que dije.

-¿Está seguro? - fue la respuesta de uno de ellos.

-Tiene visita restringida, no cualquiera puede verle... - señaló el otro.

-Si no me dejan entrar haré un desorden tal que ni ustedes dos con sus pistolas van a poder controlar... Ahora abre la maldita puerta... - susurré a los uniformados.

Asustados, ambos me hicieron caso e ingresé a aquel lugar que no visitaba desde mi liberación hace ya unos meses.

Todo parecía estar sucio, abandonado como si nadie viviera allí. El piso tenía polvo, las ventanas oscurecían el ambiente con su suciedad. Mi camino hasta el cuarto se Leonardo fue lúgubre, ningún sonido se escuchaba allí, no había indicios de vida como antes.

-¿Qué hace usted aquí? ¿Quién le dejó entrar? - gritó ofuscado el oficial que resguardaba el cuarto del prisionero.

-Afuera está lleno de periodistas y aún así sus compañeros me dejaron pasar... Esto va a salir en todos los periódicos, ¿no cree que va a ser un gran escándalo? ¿Cómo la víctima es autorizado para ver al criminal?... ¿Y si quiere hacer justicia con sus propias manos?.... Supongo que entiende que les va a llegar un reto de sus superiores y bien merecido lo tiene... ¿Acaso necesita ayuda? Porque yo podría hacer que usted no se viera involucrado... - fui directo al grano, él no me impediría conseguir mi propósito.

-¿Qué quiere hacer?.... ¿Lo va a matar? - mencionó asustado.

-Claro que no... Solo quiero hablarle... - y era verdad.

Incrédulo, el hombre me revisó para asegurarse que no llevara ningún arma. Al darse cuenta que no era peligro, decidió abrirme la puerta.

-Espero que me ayude, o sino diré que me sobornó y eso sería muy perjudicial para su caso... - este policía era mucho más inteligente que los de afuera.

No le tomé atención y solo me dediqué a ingresar a aquella habitación. Todo estaba a oscuras, las cortinas estaban cerradas y apenas le traspasaban unos ases de luz. Con la poca claridad, pude divisar la cama principal y recostado sobre ella a Leonardo.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora