Día 26: Ofensiva

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Desperté en la cama de Eunbyul, mi cabeza daba mil vueltas y me dolía un montón. De a poco comencé a volver a la realidad, a mi lado estaba la coreana junto con su mamá esperando mi despertar.

-Nos tenías asustadas, pensábamos que algo te había pasado... - esbozó la señora suspirando.

Mi supuesta amiga solo me miraba extrañada, indagando mi aspecto como si con ello lograra descifrar un misterio.

Finalmente me fui, no hubo más conversación con Eunbyul, era obvio que no quería hablarme y de saber algo, tampoco me lo revelaría, quizás era su forma de vengarse.

Me sentía abatido, no lograba encontrar la manera para descubrir aquello que escondía Borja y su supuesta madre. Si hubiera sido algo más común, los hubiera encarado y les sacaría la verdad a la fuerza, solo que ahora era distinto, estaba en juego mi vida.

Si no hay riesgo, no hay beneficio... Es lo que suele decir mi padre, un hombre de negocios que solo sabe hablar de rentabilidad. Tal vez nunca había comprendido la frase hasta ahora, necesitaba encontrar la verdad y para lograrlo, debía apostar en grande.

Me dirigí hasta la casa de los Rodríguez, dispuesto a cumplir mi plan, sin pensar en lo arriesgado que éste fuera ni en las desastrosas que podrían ser las consecuencias.

Cómo era normal, doña Elena me hizo pasar con una gran sonrisa en el rostro. Saludé a Borja que estaba sentado en la mesa esperando la cena. Me uní a ellos y comimos como siempre los deliciosos pasteles cocinados por la dueña de casa.

Intenté disimular mi nerviosismo, ese que me hacía estremecer del dolor de estómago. En un momento tuve que levantarme de la mesa con el pretexto de lavarme las manos en el baño, cuando en realidad quería un poco de sosiego.

Me lavé la cara y respiré hondo, solo que el miedo no me abandonaba y sucumbí finalmente a la histeria. Vomité como nunca antes, limpié mi estomago por completo. El asco que sentía me repletó y aunque no quise mirar mi propio vómito, de todas maneras lo vi. 

En ese momento comenzó mi pesadilla, y es que rodeando todos los restos de comida, se encontraba una espuma blanquecina, muy parecida al pus. Debo reconocer que un tiempo intenté adelgazar provocándome el vómito y por eso, pude darme cuenta que esa materia blanca no era normal.

No, no podía ser aquello que pasaba por mi cabeza. Por eso decidí sacar mi celular y buscar en internet algo relacionado con lo que había visto. La respuesta fue obvia, era producto de un veneno. Borja y la profesora me estaban envenenando posiblemente a través de los pasteles qué siempre comía.

El mundo se me vino encima. Temía ser asesinado como Vicente, de una puñalada, cuando en realidad ya me estaban matando poco a poco.

No sé cómo, pero me armé de valor. No dejaría qué me vencieran. Ya todo estaba claro y era muy tarde para abandonar la jugada.

Ambos tienen una conexión con Francisca, cuál ya no importa, lo único relevante es que quieren venganza.  La foto debajo de la alfombra no creo que haya sido casualidad, tal vez era una trampa y yo caí en ella, querían llamar mi atención, obligarme a través de la incertidumbre a visitarlos seguido y así envenenarme les sería mucho más fácil.  ¿Cómo fui tan estúpido?

Sin embargo, decidí que no me dejaría vencer, no soy débil y eso mis enemigos no lo saben, me subestiman y utilizaré eso en mi beneficio.

-Qué rico los pasteles, me encantan... - regresé a la mesa como si nada. Comí sus creaciones viendo sus rostros tranquilos, serenos como si no supieran lo que quieren lograr.

Tomé los bizcochos y me los comí desesperado, fingiendo disfrutarlos. Quería qué creyeran que su plan iba perfecto, aunque por sobre todo, buscaba llevarme la prueba de sus actos de la forma más sutil posible, a modo de no levantar sospechas.

-Debo retirarme, olvidé que mi mamá me castigó y no puedo llegar tarde... - me despedí de ambos.

Me alejé lo que más pude de su casa y detrás de un árbol vomité todo lo que había ingerido. Me esmeré en desprenderme de todo lo que había en mi estómago y aunque me diera asco, puse un poco de la sustancia viscosa en una bolsa. Ya tenía mi primera arma en contra de esos psicópatas. No voy a descansar hasta ganarles, no dejaré que acaben con mi vida.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora