Leonardo Almeida me citó en un hotel del centro de la ciudad. No era de los más lujosos, aunque sí era sumamente privado y es que supongo que no quería que le vieran entrar con un chico, con un muchacho que tiene la misma edad de su hija.
-Sinceramente pensé que no aceptarías...- le dije mientras íbamos en su Mercedes Benz.
El hombre me fue a recoger a mi departamento la misma noche en que le ofrecí un encuentro. No suele ser un hombre de muchas palabras, aunque le platiqué de algunas situaciones, él jamás me respondió y solo se limitó a conducir a nuestro destino.
Tras dejar su automóvil con el valet parking en la entrada del edificio, platicar con la recepcionista y subir a través del ascensor, llegamos a la suite prometida, el lugar dónde concretaríamos nuestro idilio.
Nunca había estado tan nervioso antes de la intimidad, creo que ni siquiera durante mi primera relación con Vicente estuve así. Todo era nuevo para mí y es que no estaba allí por placer, sino que por compromiso, por seguir un plan que de a poco ideo para destruir a Verónica. Tuve que parecer inocente, un tanto débil y es que Leonardo se rió de mis nervios.
-¿Qué pasó con esa energía? ¿Acaso ya te arrepentiste?- fue lo primero que me comentó con libertad, como si al cerrar la puerta del cuarto y quedar a solas, hubiera cambiado su personalidad.
Ahora estaba más en confianza y se atrevió a acercarse a mí con lujuria, restregándome su erección al apretarme en un abrazo fogoso. En tal cercanía intentó besarme, buscó mis labios con su piel cálida, con su barba finamente recortada, con aquellos vellos entre castaños y canos que decoraban su piel pálida.
Solo al tenerle tan cerca pude husmear en su rasgos, en sus ojos oscuros como la noche, en su nariz respingada, idéntica a la de Verónica. Su mandíbula es fuerte, su garganta delgada y orgullosa de la manzana de adán que tanto mece al hablar. Tiene mi mismo porte, tal vez un poco más alto, y su cuerpo es delgado, tiene una figura esbelta aunque no demuestra ser musculoso. Es un hombre mayor, debe tener poco menos de cincuenta años, tan solo que se ha logrado mantener lozano, vistiéndose a la moda y mostrándose firme, digno como todo un hombre de mundo.
Su beso fue intenso, su calor sofocante y sus manos ardientes recorrieron todo mi cuerpo. ¿Como puede alguien fingir o esconder cuando la otra persona no te gusta? Nunca me había sentido de aquella manera, tan oprimido, creyendo que estaba cometiendo un pecado, un error sagrado que solo creyentes siguen pregonando.
-¿Lo has hecho con otros hombres antes?- pregunté para terminar con aquella atmósfera tan pesada.
-No... nunca... pero tú eres especial, eres hermoso... como una flor radiante que sin saber si tiene espinas la cortas para deleitarte con ella... Desde siempre he querido tenerte, hace muchos años que anhelo con llevarte a mi cama...- y de inmediato me bajó los pantalones para proseguir con mi camisa.
-Espera... ¿qué quieres decir con eso? ¿Hace muchos años?- estaba desconcertado, algo muy malo estaba saliendo a la luz.
-Desde que te vi por primera vez en una reunión de apoderados... eras el pequeño más hermoso de todo el curso, el alumno perfecto... Jamás pensé que mis deseos se volverían realidad. Éste no es un momento cualquiera, no creas que es algo simple para mí... porque en realidad es todo un sueño...- sus deseos de pedófilo afloraron como una peste, y por un momento quedé convertido en un cuerpo sin alma.
Sus manos grande y cándidas recorrieron toda mi piel, hasta dejarme desprovisto de toda prenda. Como si fuera un tesoro preciado, me recostó en la cama con delicadeza, para luego posicionarse sobre mí, besándome y acariciando mis glúteos. Su mirada me quemaba y el calor de su cuerpo excitado derretía mi piel con su tacto.
Poco después se quitó su propia ropa, con la rapidez que solo un soñador puede. No participé como suelo hacerlo, me dejé follar por el hombre sin resistirme. Leonardo me volteó y con su lengua probó mis nalgas, las mordió con sensualidad para luego adentrarse en mi carne y juguetear en aquel punto donde él luego me penetraría.
El placer llegó a mis sentidos aún cuando estaba aterrado, y comencé a gozar de aquella situación, del cuerpo conservado del Almeida mayor, de su delicadeza conmigo. Su pene erecto se blandía orgulloso frente a mí, hasta que decidió introducirlo en mis entrañas, poco a poco mientras mis gemidos le demostraban lo grande que era su carne. Gocé con los movimientos del hombre, con sus besos en mi cuello, con su respiración entrecortada muriendo en mi oreja y en especial con su semen recorriendo por mi interior, llenándome con su calor.
No sé qué sucedió en aquella habitación de hotel, porque aquel hombre pasó de un instrumento para mi venganza, a ser un deseo placentero, un gusto que buscaba replicar en otras ocasiones. Leonardo Almeida posee algo que te vuelve loco, que te atrapa y te hace olvidar tus propósitos. O eso creía, ya que todos mis resentimientos surgieron cuando Verónica nos encontró intimando en su propia casa, cuando ya habíamos estado más de tres meses saliendo juntos, follando como animales.
-Verónica, hija... No quería que te enteraras de esta manera.... Pero, debes saber que Valentín y yo... Somos pareja hace un tiempo... - respondió al encontrarse frente a los ojos inquisidores de su hija.
Solo en ese momento supe qué estaba sucediendo, había atrapado al padre de mi enemiga, se había enamorado de quien no debía.
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ADVERTENCIA: La belleza es peligrosa
Mystery / Thriller¿Por qué está lleno de gente hermosa pero fría? ¿Acaso la belleza no puede ser acompañada de bondad? La Scuola Bianchessi fue fundada por una de las mujeres más hermosas del país, y por ello, ha decidido crear un lugar donde la hermosura física se...