Día 48: Los defenderé

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Ya que no podía hablar con Víctor, decidí acercarme a la otra persona que sabe la verdad, Eunbyul.

Es extraño pensar que en un momento fuimos mejores amigos y ahora parecemos dos desconocidos, hace meses que no hablamos y volver a verla me causó una mezcla de sentimientos. No sé la razón, pero sentía rabia contra la coreana, como si hubiera sido ella la culpable de todo, cuando al parecer hizo todo para protegerme.

Fui hasta su casa y la primera persona que apareció tras la puerta fue la sirvienta oriental que trajeron expresamente para esa labor. En un pobre español me señaló que la señorita Kim no se encontraba y que podía volver más tarde.

-No te creo nada, déjame pasar... - y me hice camino hasta la habitación de la chica.

La conozco a la perfección y sé que estaba en casa, o por lo menos algo en mi interior me lo aseguraba.

-Lo sabía... - fue lo primero que dije al encontrarla recostada en su cama.

Ya de por sí era delgada en nuestra época de escuela, sin embargo, ahora estaba raquítica, su piel pálida lucía apagada, sin brillo y seca como la arena del desierto. Estaba enferma, de eso no había duda, ¿pero de qué?

-Te ves horrible... - sentencié mientras me senté a su lado en la cama.

La sirvienta se marchó y nos dejó a solas, momento en que Eunbyul comenzó a platicar.

-Te dije que no quería volver a verte, que me da repugnancia mirar a quién tuvo la culpa de lo que me sucedió... - se sentó apoyando la espalda en la gran cantidad de almohadas puestas contra el respaldo de madera.

-No sigas fingiendo... Sé que el tal Borja mató a Vicente y que Verónica te chantajeó para que no dijeras nada de lo que habías visto... - la interrumpí para ir justo al grano.

La coreana suspiró profundo, como si un demonio hubiera abandonado su alma tras saberse la verdad.

-No sé de qué hablas... - intentó refutar.

-No te voy a volver a dejar sola, no voy a permitir que la Almeida destruya a las personas que quiero... No de nuevo... - la abracé fuerte, la extrañaba, necesitaba su hombro especialmente al recordar a Alonso.

Esta vez no voy a permitir que le haga daño, no quiero que otra persona inocente se sacrifique para salvarme, no más. Apenas puedo seguir con el dolor que me produce la muerte de Alonso, el único hombre que me ha amado de verdad.

No fueron necesarias más palabras para ablandar la coraza de Eunbyul, con aquel abrazo comenzó un largo llanto, uno que ambos sufrimos y que a la vez, nos sirvió para sanar viejas heridas.

-¿Qué te ha sucedido? - pregunté después de secarnos las lágrimas.

Su aspecto era horrendo y necesitaba saber la razón.

-Supongo que la culpa, la rabia que me produjo no poder ayudarte y ser tan débil para cooperar a la desgraciada de Verónica... Mi madre me ha llevado a muchos doctores y ninguno ha podido confirmar lo que tengo.. Han hablado incluso que debo ser adicta a alguna droga, que nada más puede explicar mi estado.. Pero te juro que no ha sido eso, jamás he probado ninguna droga... Por eso decidí ir al psicólogo y me dijo que era un síndrome postraumático... - y algo en sus palabras me hizo recordar lo mismo que Víctor hizo conmigo.

-Disculpa, tengo que ir al baño... - mencioné para poder escapar e ir a la cocina.

Eunbyul es mi mejor amiga y pasé mucho tiempo en aquella casa en nuestros tiempos de colegio, por eso sé que su madre detesta cocinar y que la única encargada de preparar los platillos de la familia es la asistenta que me atendió al llegar.

Abrí la puerta de la cocina con rabia, estaba a punto de explotar y cualquiera que se topara conmigo sufriría las consecuencias. La sirvienta me observó asustada, y es que comencé a abrir cada uno de los gabinetes en búsqueda de algo que sirviera de pista para mis conjeturas. Quebré platos, tasas y vasos hasta que de uno de estos restos de porcelana pude divisar el mismo frasco que contenía la droga que mis enemigos utilizaron para atentar contra mi vida y acabar con la de Francisca.

-¿Es tuyo este frasco? - no pude contener la rabia y con un cuchillo en mano encaré a la oriental.

La enana me miraba al borde del colapso, y negaba con la cabeza cuando le mostraba el desgraciado frasco. No, no soy tan estúpido como para creer en ella.

-¿No quieres confesar? - le susurré al oído mientras deslizaba el cuchillo por su mejilla, dejando un camino de sangre.

Finalmente aquella asquerosa mujer terminó confesando todo, justo en el momento en que Eunbyul entró a la cocina, asustada por la bulla que produje.

-Desde ahora no puedes confiar en nadie, echa a esta perra de tu casa y dile a tu padre que le de el castigo que merece, porque ha sido pagada por la Almeida para acabar con tu vida... - le dije a mi amiga antes de marcharme.

La voy a proteger, eso es una promesa, no tendrá el mismo final que mi querido Alonso, lo prometo.

Me llevé el frasco de la droga y cuando llegué a la mansión Almeida, me dirigí directamente a la alcoba de Verónica. Allí la encontré con Daniel, pero no me importó ya que tenía que entregar el mensaje.

-Toma, te lo envía la perra que contrataste para matar a Eunbyul... Métete bien en la cabeza, que voy a proteger a quienes quiero y que si les haces daño... Soy capaz de acabar con aquello que más amas... Tu padre... - le lancé el frasco frente a la mirada atónita de Daniel.

Porque... ¿Acaso creen que todo este tiempo no he aprovechado mi relación con Leonardo? Pues se equivocan, porque he hecho muchas casas mientras no me han visto.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora