Día 71: Como la primera vez

73 14 0
                                    

Después de nuestra primera cita, hubieron muchas otras, como cualquier pareja normal. Fuimos al cine, al zoológico, a algunos parques que no conocíamos al otro lado de la ciudad. En fin, recorrimos muchos lugares tomados de las manos, despidiéndonos de beso.

-¿Daniel?.... ¿Nosotros qué somos? - pregunté mientras comíamos en un restaurante.

El chico se puso tan nervioso que se atragantó con lo que estaba comiendo. ¿Por qué tanto miedo al compromiso? ¿Acaso no le gustaba tanto?

-Bueno, nosotros.... - divagaba, rascándose la nuca.

-¿Somos novios? - seguí cuestionando.

Y en ese instante, el rubio se ruborizó de tal manera que podría jurar que brillaba.

-Bueno.... Sí.... O sea.... Si es eso lo que quieres.... - estaba a punto de sufrir un paro cardíaco.

-Entonces.... ¿Es solo porque yo quiero? ¿Qué hay de ti?... ¿Tú no quieres ser mi novio? - la situación me estaba incomodando.

-No.... Digo.... Sí, sí quiero... Que seamos novios... - me aclaró muy bien mirándome fijamente a los ojos, como si al escuchar un no le fuera a matar.

-Bien.... Entonces hagámoslo... - fui directo al grano.

-¿Hacer qué? - ahora sí que los párpados de Daniel no se cerraron.

-¿Qué crees tú? - quería saber si había comprendido.

-Bueno.... Supongo que es normal.... Tan solo.... Tan solo que... Nunca lo he hecho con un hombre, así que me da un poco de miedo.... Pero si tú quieres está bien... ¿Sí?... Pero vas a tener que guiarme... - tragó saliva antes de responder.

-A ver, primero.... Para tener sexo no se necesita un manual, solo las ganas... Que tampoco es tan difícil... Y segundo, con "hacerlo" me refería a que seamos novios... No a follar... - y era verdad, en ningún momento se me había pasado por la cabeza la idea de que tengamos sexo.

Su respiro de alivio se tuvo que haber escuchado en todo el restaurante.

-¿Entonces somos novios? - insistí una última vez.

-Claro que sí... - sonrió Daniel.

Por fin era oficialmente el novio de alguien, siempre había sido el amante, jamás la pareja legal. Todo con este muchacho ha sido hermoso, aun cuando no sepa mucho de relaciones y es que es muy tímido.

Como todo un caballero, me llevó en su carro hasta mi departamento. Subimos por el ascensor abrazados y cuando estábamos frente a mi puerta, se despidió.

-Estoy muy feliz que seas mi novio... - me dijo sonriendo.

-Yo igual... ¿Sabes por qué? - me hice el interesante.

-¿Por qué?- seguía sonriendo el muy guapo.

-Porque además supe que has pensado en tener sexo conmigo... Y adivina... Consuelo no está en casa, estamos solos... - tras mencionar eso, lo tomé de la camisa y lo entré a mi casa. Ah no, el hombre no se me iba a escapar, y es que hace mucho que no tenía sexo.

Daniel estaba nervioso, aunque nunca me detuvo o puso mala cara, solo tragaba saliva y sudaba por los nervios.

-No te preocupes... Tú solo disfruta... - le aconsejé cuando llegamos a mi cuarto, para luego lanzarlo sobre la cama.

¿Les había contado lo que más me gusta de un hombre? Me encanta cuando se sientan y dejan sus piernas abiertas, mientras más abiertas estén, más me gustan y es que encuentro esa costumbre algo tan varonil, tan de.... Que tienen grande la entrepierna.

Y pues, justo en ese instante Daniel había caído con la piernas abiertas.

Me arrodillé frente a él, le saqué los zapatos y llevé a mi boca sus pies. Probé sus dedos y jugueteé con ellos como si se tratara de su falo, demostrando lo que soy capaz.

El rubio gimió de placer, y se estremeció. Pude sentir todo lo que sucedía en él, las cosquillas que le producía y la sonrisa que tenía cuando comencé a subir, hasta llegar a su cinturón.

Daniel es tímido, un chico muy educado, pero eso no impide que siga siendo un hombre y que se excite como todos los otros con los que he estado.

Lentamente desaté el cinturón, mirándole a los ojos fijamente y sonriendo con picardía. Estaba a punto de probar su sexo por primera vez.

Mis dedos tibios se adentraron en sus ropas, en aquellas prendas que se encontraban calientes producto de su erección. Cuando estaba a punto de tocar con mis dedos su pene, decidí subir hasta su boca y morder su labio inferior.

-¿Quieres que siga? - susurré en su oído, tan cerca que se estremeció por mí respirar.

Entregado, completamente poseído por mis actos, el muchacho aceptó y es que todo su ser le pedía culminar con ello.

Así, volví a su entrepierna para sacar con mis manos su falo erecto. Lo acaricié desde el glande hasta la base, apretándolo, produciendo que Daniel se estremeciera y agitara con vehemencia.

Tras ello, lo llevé a mi boca y lo succioné por completo, rozando mi lengua y mojándolo tanto que se deslizaba fácilmente por mis labios.

-Ya no aguanto más... - es todo lo que dijo, antes de pararme del suelo, ponerme de espalda contra la cama y restregarme su erección en mis nalgas, sobre la ropa.

-Solo quiero que seas mío... - me susurró por detrás, completamente extasiado.

Luego de ello, me bajó el pantalón para dejar mis nalgas al aire. Las lamió y mordió como si la vida se le fuera en eso, y luego jugueteó con mi ano, dilatándolo para después penetrarme.

Todo fue como si se tratara de mi primera vez, incluso sentí un poco de dolor mientras mi novio me embestía. Sentirle dentro de mí, percibir su respiración entrecortada en mi cuello, el calor de su cuerpo sudado uniéndose con el mío, todo ello fue como nacer nuevamente. Haber encontrado el amor es lo que me salvó de todo el sufrimiento que he vivido.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora