Día 87: No me dejes

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Hay algunas diferencias entre una relación de adolescentes a una de adultos. Dejando de lado la madurez que conlleva la edad, una de las características que más cambia es la importancia de la belleza. Cuando uno es joven, suele emparejarse con quien considera bello, siendo lo principal de la atracción, tan solo que cuando ya estás grande (casi siempre) comienza a atraerte tanto lo físico como lo intelectual. Ya no es requisito primordial que esa persona sea atractiva, porque si su personalidad es nefasta, nada te hará quererle. Tal vez, cuando eres adulto tienes claro que quieres a alguien con quien compartir tu vida y no solo un tiempo de tu juventud, por eso te fijas más en cómo es el ambiente que se ha creado entre ambos.

Con Víctor he podido comprender esto. Tal vez nuestro inicio no ha sido el adecuado, ya que pareciera más que estoy con él porque no puedo hacerlo con Daniel, tan solo que no es así. No todas las veces que se inicia una pareja es por motivos románticos y no por ello significa que el amor no puede aflorar.

-¿Quién es la persona más hermosa?- me despertó el otro día llevándome el desayuno a la cama.

Es delicioso despertar con su sonrisa y con sus demostraciones de amor, esas tan puras que le nacen del alma, y hacen que sus ojos brillen al verme. Tenerle a mi lado me ha ayudado para recobrar algo que pensaba perdido: la sonrisa.

-Se te ve mucho más feliz...-me dijo Consuelo al principio, feliz de verme.

La mujer que por mucho tiempo fue mi sirvienta, ha estado muy contenta con mi cambio, tanto que ha llegado a adorar a Víctor por ser el responsable de tanta felicidad.

-Supongo que ella es como tu madre ¿no? Al final es mi suegra...- se reía mi pareja durante una cena.

-Sería tu suegra si es que fuéramos esposos...- bromeé en respuesta.

-Pero eso no es un problema... ¿o sí? - la conversación llegó a otro nivel de un momento a otro.

-¿Esto... es una petición de matrimonio?- quería estar seguro.

-Bueno... sí... ¿quieres ser mi esposo? - se arrodilló frente a mi silla y tomándome la mano propuso eso que fue espontáneo.

No supe qué responderle, porque todo fue imprevisto, no había pensado en casarme todavía.

-Está bien, no es necesario que me respondas ahora... Piénsalo...- culminó Víctor, ayudándome como siempre.

La idea de unir mi vida legalmente con el hombre se coló profundo en mi mente, tanto que no podía sacármela de la cabeza.

-¿Y lo harías por amor? ¿O para sacarle celos a Daniel? - cuando le conté todo a Eunbyul, ella respondió con el mismo escepticismo de siempre.

-Lo haría porque me gustaría formar una vida con él, iniciar un proyecto de vida...- es lo que había pensado.

-Está bien, pero... ¿él es el indicado?... Te conozco Vale, y sé que sigues enamorado de Palmer. ¿Te quieres casar de esa manera? - siempre ha sido muy directa.

Mi mente se hizo un lío nuevamente. Aunque en los asuntos de negocios me sea fácil tomar decisiones, en la vida personal es todo lo contrario, me deshago imaginando en las consecuencias de mis actos y es que no quiero volver a caer en la profundidad de la soledad.

Sin entender por qué, me dejé guiar y terminé en el despacho de Daniel para comentarle que estaba a punto de casarme.

-¿Qué haces aquí?- fue la forma en que me saludó.

-Me voy a casar con Víctor...-fui al grano.

Observé cómo el rubio intentó calmarse tras escuchar mis palabras e intentando disimular su sorpresa, contestó.

-Que bien... son tal para cual, dos delincuentes...- el veneno fue expedido por su lengua.

-Qué estúpido soy, pensé que responderías de otra manera...- me desilusioné.

-¿Quieres que salga corriendo detrás de ti? ¿Eso querías? ¿Tenerme entre tus garras? –se alteró.

-No... quería entregarme, ser estúpido de nuevo y creer que puedes volver a ser el niño tierno de antes, pero ya veo que tu papá te educó muy bien en esto...-y después de humillarme me marché arrepentido por mi exabrupto.

Llegué muy enfadado a mi oficina, porque me había dejado llevar por la emocionalidad sin pensar en las consecuencias de mostrarme tan débil delante de alguien que, aunque no me guste aceptarlo, es mi verdadero enemigo.

Al rato, los papeles se invirtieron, porque quien ingresó a mi despacho fue Daniel. Sin mirarme, cerró la puerta con seguro, para caminar directo hacía mí y con sus brazos levantarme de mi asiento. Me agarró fuerte por la cintura y sin mediar palabra alguna, unió sus labios a los míos, probando mi sabor con locura, con la pasión de un adicto desesperado por probar nuevamente el ámbar que le abduce.

Los documentos que tenía sobre el escritorio cayeron al suelo estrepitosamente para poder dejarnos espacio. Los besos se expandieron al resto de nuestra piel, nos acariciamos como si estuviéramos acostumbrados, como si fuéramos amantes eternos. Sus manos me quitaron la ropa y al tenerme desprotegido, comenzó a entregarme placer con su lengua. Acarició mi sexo de tal manera que todo mi mundo se estremeció.

Sus ojos se adentraron en mi alma en el segundo antes de comenzar a introducir su excitación en mis entrañas. Sentí el calor de su pasión invadiendo estrepitosamente mi cuerpo, haciéndose espacio sin pedir permiso, con el derecho que un hombre enamorado posee. El sudor de su cuerpo se impregnó en mi piel, su esencia ferviente me invadió a tal punto que dejé de ser yo, me convertí en un niño indefenso preocupado tan solo de vivir el amor fugaz de un hombre... un hombre que le ha hecho sufrir.

-No, detente... Tú no me amas...- en medio del acto, mi cerebro se iluminó y preferí dejar esa situación hasta ahí.

Recordé el rostro de Víctor y el amor que me entrega todos los días. Me sentí rastrero al serle infiel con alguien que no merece más que mi repudio.

-¿Acaso has podido creer algo de lo que te he dicho?... Nunca he podido odiarte, porque a quien detesto es a mí mismo por ser tan débil como para dejarte... Me arrepiento todos los días por no abandonar todo e irme contigo...- aun con su cuerpo ardiente, decidió abrazarme justo antes que las primeras lágrimas comenzaran a brotar de sus ojos.

El calor comenzó a desvanecerse, y solo quedó la pena de un hombre arrepentido. De mi pecho solo emanó ternura de tenerle ahí. Le abracé con todo el amor que mi pecho puede producir, acaricié su espalda desnuda y le entregué todo el cariño que podía darle. Su llanto se ahogaba en mi pecho como el sollozo de un niño pequeño.

-No me dejes...- dijo con la respiración entrecortada un Daniel conmocionado, disminuido por completo.

No respondí nada, solo seguí acariciándole, masajeando su cabello para que su pena culminara. ¿Qué debía decirle? Y es que no sé si quiero estar a su lado, porque, aunque haya amor entre nosotros, hay algo mucho más importante y que solo me lo ha entregado Víctor: pasión. 

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora