Debería estar destruido, llorar a mares porque he sido enjuiciado por todo el mundo debido a un acto que no cometí y que no tuve responsabilidad alguna siquiera. Eso haría cualquiera en mi lugar, sin embargo, yo no caeré en ese juego nuevamente. Claro que no, no permitiré que me vean flaquear, al contrario, lucharé hasta lograr que todos mis verdugos paguen sus culpas, aún cuando eso signifique acabar con mis padres.
Estaba en el patio del colegio cuando vi pasar a Verónica. Mi estómago se revolvió al ver su rostro, ese que parece de una niña buena, de una muñeca de porcelana, cuando en realidad es la perra más grande que he conocido. La seguí con la mirada y me di cuenta que se dirigía al baño.
Esperé afuera de aquella habitación hasta saber que estuviera solo la Almeida dentro. Una chica intentó ingresar pero se lo impedí, nadie es capaz de contradecirme.
-Justo con quien quería hablar... - Fue lo primero que dije antes de cerrar con seguro la puerta.
-Este es el baño de mujeres, no de maricones... ¿Qué? ¿Quieres tener vagina ahora? - se mofó como suele hacer conmigo.
Siempre me contuve, no quería parecer agresivo, tan solo que ahora todo me vale verga. Se pueden ir todos a la mierda, porque nadie tuvo compasión de mí nunca.
Caminé directo hacia la ojiazul, quien se burlaba con la mirada. No soporté su aroma, su pestilente aroma me repugnaba. Todo lo que viene de ella es veneno y por eso, con todo el placer del mundo, la abofeteé tan fuerte, que la muy zorra terminó en el suelo.
No, no era suficiente y por eso, la tomé de los cabellos y la arrastré por el suelo húmedo de los baños.
-¿Qué haces? Estás loco, suéltame... - Gritaba desesperada.
No le hice caso y le hundí la cabeza en el retrete, sin importarme que le golpeara la frente con el borde de porcelana. Salió sangre de su rostro y me sentí complacido.
Vi pánico en su rostro y me fascinó observar a mi enemiga sufriendo. Sonreí de placer al torturarla y seguí así por un par de minutos.
-Sé que mataste a Francisca, ¿y sabes lo peor? Es que tengo pruebas, tengo la confesión de Alonso y papeles que te harán pagar por todo lo que hiciste... Escúchame muy bien perra, porque no te lo voy a volver a repetir... Llegó tu fin, yo me encargaré de destruirte... - susurré en su oído.
No me interesó saber lo que quería decirme. Solo la solté y me fui del baño, dichoso por haber entregado mi mensaje.
Aunque claro, eso no iba a terminar con mi sed de venganza. No, todavía tenía que darle un susto a alguien más: Borja. Y fue él mismo quién me dio la oportunidad.
Regresamos a nuestra aula después de almuerzo. Como somos novios, nos sentamos juntos y así iniciamos la clase de castellano.
Todo iba normal, hasta que de pronto, vi cómo Borja vomitaba sin poder preverlo. El feo se asustó mucho, al igual que la profesora quien quiso ayudarle.
-No se preocupe maestra, yo lo acompañaré a la enfermería... - actué como la pareja preocupada.
Lo tomé del brazo y le ayudé para llegar donde la paramédico. La rechoncha vestida de blanco, le dio unos analgésicos y le dejó recostado en una de las camillas ubicadas en la enfermería. Yo le acompañé en todo momento, viendo cómo estaba preocupado por su salud.
-Tengo que ir al baño y vuelvo... - Dijo la enfermera antes de irse.
Quedamos los dos solos y supe en ese momento que era mi oportunidad para acabar con esa farsa.
-Toma... Ese remedio te hará bien... - le pasé unas pastillas amarillas.
El muchacho las vio con extrañeza y como no sabía de qué se trataban, me preguntó.
-Son un antídoto para el Bergsucht... - Dije como si fuera lo más normal.
Borja quedó pasmado, aquel nombre lo paralizó porque significa todo lo que ha hecho los últimos meses, porque aquella droga es la que ha usado para matarme.
-¿Qué? ¿Acaso pensaste que no me defendería?.... - sonreí macabramente, dichoso con su aturdimiento.
-Hace un mes que te he estado envenenando tal como tú lo has hecho conmigo... ¿Quieres verme muerto? Pues entonces muere a mi lado... - acaricié su rostro, de la misma manera en que hace un amante.
Todo el mundo cree que soy estúpido, alguien superficial que es incapaz de razonar. Estoy cansado de eso, porque perfectamente puedo defenderme y de hecho, lo haré hasta las últimas consecuencias.
Voltié para irme, había entregado mi mensaje, nuestra farsa de noviazgo ha terminado y ahora somos enemigos declarados.
-Tú mataste a Francisca de la misma manera, porque Vicente estaba interesado en ella... Y de todos modos estás libre. Yo solo estoy haciendo justicia... - respondió finalmente, mostrándose tal cual es.
-¿Eso te lo dijo Verónica? Claro... Y como eres tan estúpido le creíste... ¿Cómo la iba a envenenar yo si apenas le hablaba? Éramos compañeros de curso, pero nada más... Pregúntale a quién quieras, todos te dirán lo mismo... La única persona con quien Francisca compartía era la Almeida... ¿No era más fácil para ella matarla? Y que raro que justo murió en su casa... - giré para quedar frente a sus ojos verdes.
Lo encaré, le hablé sin miedo, tan cerca que sentía el calor de su cuerpo abrazándome.
-No te lo mereces, pero te demostraré que has sido engañado... Tengo la conciencia limpia, pero... ¿Y tú? ¿Podrás dormir sabiendo que intentaste matar a alguien inocente? - y aunque no lo pensé, le besé en sus labios inertes.
Adiós, me despedí de aquel mal amor, ahora no es tiempo para aquel sentimiento, debo preocuparme de mi seguridad y de mi honra, la que fue manchada injustamente. Desde ahora conocerán quién es en realidad Valentín Pfeiffer, les juro que no descansaré hasta destruir a todos aquellos que me traicionaron.
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ADVERTENCIA: La belleza es peligrosa
Mystery / Thriller¿Por qué está lleno de gente hermosa pero fría? ¿Acaso la belleza no puede ser acompañada de bondad? La Scuola Bianchessi fue fundada por una de las mujeres más hermosas del país, y por ello, ha decidido crear un lugar donde la hermosura física se...