Día 8: Golpes

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He intentado de todas las formas posibles que Vicente se sienta celoso. Estoy prácticamente todo el día con Alonso, abrazados y dándonos besos. Ya no hay persona en la Scuola que no sepa de nuestro romance.

-Eso solo me funciona a mí, él no te ama y no va a sentir celos de ti...  Ya para, que te ves patético... -  me dijo la Almeida la otra vez.

La muy zorra todavía se jacta de la pelea que tuvieron Bosch y Rodríguez.  Y hablando del feo, el muy tarado sigue baboso por mi enemiga, siendo que ahora lo trata muy mal.

Tráeme esa silla...
Cómprame ese caramelo...
No me beses tanto, que me corres el labial...

Son solo alguna de las frases que suele decirle y aun así, aunque todos se burlen de él porque se ha convertido en el perro faldero de la pelinegra, sigue a su lado, confiado que ha conquistado a esa maraca.

Para ser sincero, no es que en este tiempo no ha pasado nada con Vicente. Lo malo es que parece todo muy tranquilo. Bosch no se ha enfadado con Alonso, siguen tan amigos como siempre.

-Creo que hasta se ven bien... - se atrevió a decir la otra vez.

Mi amado parece resignado a perderme,  ¿acaso es más importante su amigo que yo? 

Si mi plan no sirvió, ¿para qué  sigo con el moreno entonces? Podrían preguntarse.  La verdad que es tengo una reputación que cuidar y no voy a terminar una relación  tan pronto. Todos hablarían mal y Vicente quedaría como ganador, debería volver arrepentido a sus brazos y seguir conformándome con las sobras.  Y eso, es algo que no voy a permitir.

Y claro, era imposible quedarme con la duda, quería saber si realmente no le importa a Bosch mi noviazgo con su amigo.

Muy estúpidamente, me junté con él en mi departamento. Oh sí, mis papás sí me enseñaron que los niños de bien no se juntan con chicos en su cuarto, a solas y con llave, pero como ellos no me aman, me meto por el culo sus reglas.

-Entonces...  ¿Estás feliz viéndome con Alonso? - pregunté tras girar el pestillo de la puerta.

Ni siquiera pude voltear, porque él me presionó contra la pared, bajó mi pantalón de un solo tiro y de inmediato estaba lamiendo mis glúteos, mordiendo de vez en cuando con ferocidad casi animal.

Gemí tan solo con eso y me percaté que no podría negarme a su tentación, que de nuevo me tenía en sus garras, porque aunque lo intente, no puedo resistirme a su piel.

Me cogió sin compasión, como si fuera una bestia voraz. Sentía cómo su sudor caía en mi espalda, mientras sus embestidas eran cada vez más fuertes. El contacto sonaba como golpes, y es que hasta mis piernas se debilitaron.

Su gran falo se habría espacio entre mis entrañas, llenándome con su esencia. Cuando ya estaba a punto de terminar, comenzó a darme nalgadas, como si me estuviera domando.

-Este es el pico  que te gusta... No lo niegues, soy el único que sabe cómo follarte perra ... - y en ese instante eyaculó en mi interior.

Ni siquiera quiso descansar, se vistió e intentó marcharse, pero le detuve, no lo había invitado para que se fuera sin saber mis decisiones.

-Desde ahora solo quiero estar con Alonso... Aunque no lo creas le voy a ser fiel, así es que lo nuestro se acabó... - quería hacerlo enfadar, demostrar que quiere estar conmigo.

Solo atinó a sonreír sarcástico, llevándose las manos a la nuca, haciendo gala de sus músculos y de aquel rostro tan varonil.

-Puedes meterte con todos los hombres del mundo, pero a mí, no me vas a dejar nunca... El día en que yo me canse de ti, te dejaré en paz... Mientras eso no pase, vas a tener que complacerme como la puta que eres... - ni siquiera se inmutó.

Avanzó hasta dejarme nuevamente contra la pared. Puso su mano en ella,  atrapándome, como si quisiera coquetear, solo que en realidad buscaba intimidarme.

-No...no seguiré en tu juego...  Ya no vas a usarme más... - lo enfrenté, aunque por dentro estaba muerto de miedo.

Lo que luego sucedió no lo pude prever. Su rostro se descompuso, lo vi transformado en otro ser, en uno despiadado. Me miró con desprecio, como si no valiera nada y sin siquiera pensarlo, me golpeó en el rostro con su puño. Fue tan poderoso el ataque, que terminé en el suelo, apoyado contra la pared.

-Recuerda que tú  eres el responsable de la muerte de Francisca... Si quiero, puedo destruirte a ti y a tu familia...  Te voy a perdonar por esta vez, pero vas a pagar muy caro tu osadía.- me amenazó antes de irse.

Desde aquel día que no he podido reponerme, no puedo creer que me haya recordado lo que sucedió con aquella zorra ... Pero no, aunque me haya hecho creer que soy el culpable, sé a la perfección que hay muchas otras personas involucradas.

¿Y ahora qué  hará para vengarse?  Eso es lo que más miedo me da.

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora