Día 80: Ella

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Pensé mucho en lo que Javier me había revelado, le di mil vueltas a las pruebas que había fallado, ¿cómo fui tan estúpido?

-¿Pero qué más querías? La vida te ha tratado horrible, cualquier en tu lugar se hubiera defendido... todo a tu alrededor puede ser una amenaza... No seas tan duro contigo mismo...-Eunbyul trató de consolarme.

Pasé días enteros encerrado en mi cuarto, no pudiendo ni siquiera ver la luz del sol, triste por todo lo que había perdido, por no tener al amor de mi vida a mi lado, tan solo por mi inseguridad.

Y durante todo ese tiempo que tuve para mí, analicé las razones por las cuales Antonio hizo todo aquello. La única conclusión a la cual llegué, es que somos muy similares, personas apasionadas capaces de todo con tal de lograr lo que nos proponemos, incluso atropellar y matar a alguien. Supongo que ese debe ser un error que el hombre no puede perdonarse, haber dejado sin madre a Daniel, tan solo por un arrebato.He de entender que no quiere a alguien así a su lado, una persona que pueda dañarle sin querer y que le arruine la vida para siempre.

Tras un mes alejado de los negocios, decidí regresar a las oficias y hacerme cargo de mis empresas.

-Quiero que levanten el veto a las empresas Palmer...-le mencioné a mi mano derecha.

-¿Qué?... ¿Después de haber luchado tanto te vas a rendir? Está bien que te hayas equivocado, pero él tampoco es un santo, "las pruebas" que te hizo pasar son de lunático... Deberías vengarte por ello- Mi amiga y gerente operativa del Grupo Pfeiffer, no estaba de acuerdo con mi decisión.

-Perdí hace mucho... lo único que me importaba es Daniel y ya no le tendré jamás. En cualquier momento su esposa se preñará y le dará el hijo que los va a unir para siempre... Mientras yo... yo... ¿qué voy a hacer? ¿Arrastrarme como una víbora para vengarme? Solo voy a seguir humillándome... ¿quién en su sano juicio querrá estar a mi lado? Y lo digo desde los negocios también, porque ahora solo me acompañan los que odian a Palmer... no están a mi lado porque me quieran ayudar, cuando los necesite de verdad nadie acudirá en mi auxilio...- pronuncié con calma, eran los pensamientos que rondaron por mi cabeza por mucho tiempo.

Y aunque estuve sumido en la oscuridad, no estuve solo del todo. De pronto, un día cualquiera, ingresó a mi habitación Marcela. Sin decir ninguna palabra me bajó de la cama donde estaba escondido, y me llevó hasta el suelo, donde me abrazó como solía hacer en aquel sótano. Y tal como en aquella época, jamás intercambiamos palabras. Y no era necesario.

Solo con su presencia, supe lo que quería decir, aquello que me repitió por mucho tiempo y que volví a olvidar. De nada me sirve caminar hacía la venganza, buscar hacer justicia por mis manos, porque la vida y el destino son mucho más sabios, ellos siempre saben cómo enseñarle a las personas. Por eso, tras aquel calor que me entregó la anciana, decidí deshacerme de todas mis armas y seguir mi sendero mucho más liviano.

Esa presión en el pecho desapareció, aquel vacío profundo que se almacenaba y que crecía día a día en mi interior se esfumó. Incluso respirar se me hacía más sencillo, todo parecía más claro, más sencillo. Ya no estaba empujando una muralla pesada, sino que avanzaba libre por un prado despejado.

Y aunque parezca irrisorio, una persona se me vino a la mente, alguien en quien no pensaba en mucho tiempo. Un día sin siquiera planificarlo, terminé en el cementerio donde está enterrado Vicente, mi primer amor. 

Fue extraño estar allí, porque era regresar a una época de mi vida que ya está tan alejada, tan bajo tierra como aquel muchacho. ¿Qué fue de aquel chico incrédulo y arribista? Con el último suspiro de Bosch no solo pereció él, sino que también todo lo que yo era hasta ese momento. La juventud acabó en ese instante y comenzó a invadirme una pesadilla que prolongué con mi venganza. Finalmente, nunca he podido descansar.

Luego de lo ocurrido, los padres de Vicente se fueron del país y es que todo había sido tan doloroso, que no quisieron recordarlo estando aquí, por eso es que las flores frescas que encontré sobre tu tumba me sorprendieron demasiado. ¿Quién le ha visitado? Si ya no tiene familiares en la ciudad.

Miré a mi alrededor, algo en mi pecho me decía que aquella persona todavía se encontraba por allí. Sin poder explicármelo, caminé por el cementerio, buscando algún rostro familiar, alguien que me pudiera revelar un secreto que he olvidado, algo que se perdió y que jamás recuperé.

Mis pasos se fueron incrementando, corrí por los pasillos angostos del lugar, por las alamedas antiquísimas que separan los patios  y de pronto, una postura, un leve caminar conocido me hizo detener de golpe. Le vi de espalda, pero no fue necesario mirar su rostro para reconocer de quién se trataba. Ahí estaba una de las personas más importantes de mi vida, alguien que marcó su huella profundamente en mi alma.

Me detuve a pensar, necesitaba meditar muy bien qué hacer en ese momento, para no cometer los mismos errores que antes. Preferí no hacer contacto, no hablarle, pero en cambio, le seguí muy de cerca, como un gato en los tejados. Tras cada paso, mi corazón se aceleraba más y más, como si estuviera yendo directamente a mi desgracia. 

Aquella figura salió del cementerio y caminó hasta un autobús, el mismo que le pedí a mi chofer que siguiera sigilosamente. Los minutos transcurrieron sobre el vehículo, mientras nos internábamos más y más en la parte más miserable de la ciudad, allí donde la pobreza se plasma en cada rostro, donde la suciedad decora las esquinas y los techos de las casas, donde las oportunidades han dejado se existir y solo queda la miseria. Jamás en mi vida había estado en aquellos barrios, para mí solo existía la capital pujante, los grandes rascacielos, siempre obvié los suburbios.

Tras poco más de una hora, a quien perseguía se bajó de la locomoción y caminó por las calles negras, hasta entrar a una casita de madera, con un techo endeble y sin una pizca de belleza.

-¿Está seguro que quiere estar aquí? ... Es muy extraño que un carro tan lujoso ande por estos barrios...-me aconsejó el chofer un tanto asustado.

-Está bien, tienes razón, llamamos mucho la atención...-pronuncié, antes de abrir la puerta y bajarme. -Ven a buscarme en media hora...- y me alejé del auto camino a aquella casa tan misteriosa.

Estaba oscureciendo, por lo que me fue fácil esconderme a un lado de un arbusto y ver por entre los maderos de aquella cabaña. Adentro se escondía una luz débil, muy tenue, que sin embargo me permitía observar lo que ocurría en su interior.

Mujeres, muchas mujeres desnudas caminaban entre las mesas abarrotadas de hombres sucios, vulgares que las manoseaban y besaban como si se trataran de objetos. Ellas solo se dejaban, y es que ese era su trabajo. Más a lo lejos pude ver cómo un hombre penetraba a una de las muchachas más jóvenes en frente de todos los otros alcohólicos, quienes alentaban al barbudo a abusar cada vez más fuertemente de la ramera. 

Y en ese instante, su mirada se conectó con la mía. La prostituta me descubrió, me encontró entre las rendijas de los maderos, pero no dijo palabra alguna, porque estaba igual de sorprendida que yo. Ahí le vi de frente, a aquella mujer que tanto daño me provocó. Ahora los papeles estaban invertidos, ya que era ella la que sollozaba desesperada. Ahí es dónde estaba escondida, el lugar que le dio cobijo por tantos años a una de las prófugas más buscadas por la policía. Estaba mirando directamente a los ojos de Verónica. 

ADVERTENCIA: La belleza es peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora