2: La Más Hermosa del Reino

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Esa noche de primavera los niños estaban demasiado despiertos y demasiado tristes como para dormir tranquilos.

«Deberé contarles otra historia, de todos modos no hay nada que hacer a estas horas.» La Reina hizo que sus guardias unieran las cuatro camas de la habitación, se preparó una copa de hidromiel y se recostó para charlar con sus pequeños.

—Creo que yo soy la más hermosa porque soy la mayor —dijo Sara mientras acicalaba su cabello.

—Más bien, seré yo la más hermosa de todo el castillo en cuanto crezca porque me parezco más a nuestra madre —sostuvo Lucy mientras se veía al espejo.

—Me temo que se equivocan hermanas —Margaret hablaba con elegancia mientras se ponía cómoda entre las sábanas—. Soy la más hermosa entre todas porque tengo la mejor sonrisa y los mejores ojos.

La Reina sonrió al escucharlas y muy distraída apreció como su pequeño varón jugaba con su espada de madera, «nunca pierde la energía. Incluso después del anochecer continúa buscando entretenimiento.»

—A veces la belleza es mucho más interna que física —comentó la mujer luego de beber un sorbo de hidromiel—. Muchas personas pueden lucir una apariencia terrorífica, pero al mismo tiempo pueden tener un corazón lo suficientemente hermoso como para embellecer a otros.

Sara, Lucy y Margaret se miraron las caras tratando de reflexionar y se sonrieron concluyendo que las tres eran igual de hermosas porque eran princesas y porque venían de los mismos padres.

—Creo que conozco una historia sobre la belleza —La Reina iniciaría su relato—. Es sobre una princesa...

Pero Emil lanzó un gesto de aburrimiento y frustración. Le molestaban las historias de niñas, las cosas delicadas y todo lo que tuviera que ver con el drama.

—Madre, quiero escuchar otra cosa. ¿Qué ocurrió con El Príncipe Egoísta después de las doce campanadas?

—Cariño... —pero la mujer fue interrumpida.

—¿Y con Cenicienta? —Siguió Emil —¿Qué hay de la zapatilla de vidrio?

—¿Era vidrio o cristal? —se preguntó Margaret contrariada.

—Era cristal —respondió Lucy—. Y brillaban en el azul del color de su vestido.

—¡Claro que no! —Sara saltó con su lógica prematura—. Nadie dijo nunca que las zapatillas de La Princesa Misteriosa brillaban.

—¡Pues fue como las imaginé!

Entonces los cuatro niños comenzaron a discutir entre vociferaciones y gritos, fue tal el alboroto que los guardias cruzaron las puertas pensando que algo les había ocurrido. Al poco tiempo su madre los calmó.

—Niños, alguien me dijo una vez que debíamos ser perseverantes —les indicó con voz cariñosa y mirando a cada uno a los ojos—. Pronto sabrán lo que ocurrió con La Princesa Misteriosa y El Príncipe Egoísta.

"Las zapatillas eran de cristal, de vidrio, de ambos o de ninguno... todo depende de cómo las imaginemos. Y como cada uno puede pensar de forma distinta, cada quien puede imaginar con bastante desigualdad... Y sí, las zapatillas brillaban con el fulgor más poderoso sobre la tierra, Sara. Solo que olvidé comentarlo el día de ayer."

"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre un justiciero entre los hombres; era moreno, de piel blanca y cabello tan negro como las noches de invierno. Siempre vestía de verde y a pesar de dominar todas las armas de la tierra, su insignia eran el arco y las flechas.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora