6: El Bosque Prohibido

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La Reina volvía al cuarto de sus hijos para darles las buenas noches, o más bien para continuar el relato que había estado contando durante noches anteriores. Esta vez apagó todas las velas que iluminaban la habitación y dejó que tan solo el fuego de la chimenea los alumbrara.

Se recostó sobre la cama con los niños a sus costados, bebió un sorbo de hidromiel y dijo:

"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Que cuando Las Elegidas y su compañero fueron lanzados al tifón por los Monos Voladores, viajaron golpeando contra los bordes a toda velocidad. Cayeron en picada y volvieron a subir dando vueltas. Sintieron un bajón y un vacío en el estómago, para terminar aterrizando en lo profundo del bosque más temido por los hombres.

Las jóvenes estaban en el lugar más tenebroso sobre la tierra. El sitio donde el sol nunca alumbraba y la parte más fría y oscura de toda LoudRia, aún por encima de Cursepalace. El Bosque Prohibido era un lugar muerto donde las pesadillas se hacían realidad, los temores aumentaban diez veces y la magia moría. Esta de las zonas significaba perdición, todos le temían a su composición y se decía que tenía la extraña capacidad de tragarse a sus visitantes.

Entonces Cenicienta recordó aquel día en el que su más grande temor se hizo realidad:

Había huido de la mansión Cambridge luego de un altercado con su madrastra y El Príncipe Egoísta. Los caballeros negros le perseguían para asesinarla y ella lloraba desconsoladamente al descubrir el impúdico engaño de su Hada Madrina. Logró salir airosa luego de una persecución que por poco le cuesta la vida, y terminó en los linderos de La Tierra Salvaje.

Vagó durante tres días con los nervios y la angustia haciendo retumbar su corazón, e incluso llegó a escuchar los aullidos de La Bestia un par de veces. Pero al cuarto día, un gato de Cheshire apareció ante sus ojos; de esos que tenían la habilidad de flotar, hablar y desaparecer entre humos y polvos sutiles. Escuchó sus consejos entre sarcasmos, y apenas y pudo tolerarlo.

Aquel gato de pelaje naranja guió a su acompañante en medio de árboles caídos y ramas espinosas, usó su magia para apartar algunas hojas espesas, caminó en medio de rosas blancas pintadas de rojo y se detuvo al pie de un monumento con cara de tigre.

Estaba hecho con cientos de piedras de colores, los colmillos habían sido tallados en oro puro y la boca abierta de la cara era el pasaje que debían cruzar para llegar a cierta civilización. Tal y como Nathanielle se lo había contado en el baile de las doncellas; La Brecha de Thestralos era la única puerta mágica que llevaba a la civilización de Las Amazonas. Ninguna persona en el mundo podía dar con dicho portal por sí sola y se requería de magia de alto nivel para encontrarlo.

El gato de Cheshire regaló una sonrisa alargada y pálida para evaporarse en el aire. Fue entonces cuando la brecha comenzó a brillar en un destello de color ámbar, y se convirtió en un tifón abrasivo y absorbente.

Cenicienta cruzó y luego de un bajón en el estómago, llegó al lugar que necesitaba. Había chozas coloridas, arenas de batalla, algunas niñas y una población conformada solo por mujeres; todas hermosas, voluptuosas y con los cabellos crespos de tanta luz solar y agua de río.

Las Amazonas le atendieron bien durante los días siguientes; la alimentaron, la entrenaron y le enseñaron ciertas cosas sobre ser una Mujer Libre. Estuvo algunas lunas entre ellas e incluso desarrolló un vínculo maternal con la Reina Hipólita, quién la adoptaría al poco tiempo como una de sus hijas.

Cenicienta viviría con ellas para siempre y renunciaría al Amor Verdadero si eso le garantizaba su tranquilidad. Cierta mañana, Nathanielle Lang apareció en la tribu con más de doscientos caballeros negros, y como consecuencia; una brutal batalla se desató.

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