32: La Guerra de Los Gemelos

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Esa noche, los príncipes pidieron el doble de entremeses para su primo George, las niñas le habían regalado largos masajes, mientras su pequeño primo hacía los más forzosos trabajos para que no se extenuara.

Durante esa noche, La Reina fue casi rechazada por sus propios hijos, ya que estaban maravillados e intrigados con lo que les había contado el regordete la noche anterior. Pero ella manipuló ciertos acontecimientos, y le dio varios datos que de seguro serían importantes para que continuara su relato.

Ya cuando los seis estuvieron reunidos, George comió cuatro panecillos azucarados, bebió dos vasos de leche y dijo:

"He llegado a saber, ¡Oh Reina mía! Sobre una reunión perversa y macabra. Allí donde las llamas de oscuridad resplandecían sobre sus propias cabezas, y el interés, la rabia y el cálculo, maquinaban cruelmente para salirse con la suya. Había personas trascendentes, importantes e inteligentes, no sería nada bueno.

El Pentágono era una alianza secreta que se había forjado en Murintong, y Julia Troyan era voz de mando en aquella oportunidad. La afiliación estaba comprendida por grandes líderes del continente; y su ideología era reunir en carácter masivo, cada uno de los reinos de LoudRia, para decretar un solo Rey a lo largo de sus leguas.

La abuela del príncipe estaba en el Salón de Trono, sentada sobre la silla del difunto Rey Midas, y la cual permanecía hipotéticamente vacía. Usaba un vestido azul pálido, un chal negro que le cubría el cabello, y un collar de perlas grandes y amarillentas; que hacían juego con sus brazaletes de iguales piedras.

Calipso permanecía de brazos cruzados, con un vestido elegante de color naranja, y el cabello recogido. Se notaba nerviosa, inquieta y temblorosa; como si fuera responsable de una imperdonable afrenta.

Estaba Sebastian Frankenstein, uno de los tres hermanos y el famoso hechicero conocido como El Mago de Oz. Esta vez usaba un traje de saco, pantalón y botas, que iban de verde esmeralda y abarrotados con cristales escarchados. Lucía un sombrero de copa alta que le había diseñado El Sombrerero, y empuñaba un bastón esmaltado en verde y de cristales plateados en su empuñadura.

También estaba Nimrod, El Mercenario, un hombre alto, robusto, de piel bronceada y cráneo lampiño. Usaba pantalones holgados, camisa ancha, y una gabardina marrón de botones dorados. Su red de criminales y ladrones abarcaba gran parte del continente, y su alcance llegaba a escalas respetadas entre las islas de Endingtopia.

Hacía falta solo el quinto componente, pero Julia advirtió que El General Oscuro no estaría presente en la reunión, ya que permanecía a la diestra de Nathanielle para aquellos momentos. Habían marchado con un centenar de hombres a Goldville, y pretendían evitar una boda en lo que ella llamaba "El Capricho del Príncipe".

—Mi sobrina será la Reina representante de nuestro movimiento y reclamará en nombre de los Troyan la corona de cada reino —comentaba Julia con tranquilidad—. Será complicado, pero moviendo las fichas correctas podremos salir airosos. Roseland no tiene reyes, y Riverbrook estará con el movimiento sin negarse.

Ella conocía bien las tretas de La Encantadora, y de hecho, había llegado a cruzar palabras con ella una vez.

—¿Cómo hará para que Goldville y Endingtopia se unan a la alianza? —preguntó Sebastian con seriedad, ya no lucía tan demente.

—Convertiré a sus consortes en Señores; y les daré poderes y riquezas sobre sus propios dominios. Sin embargo, serán nada, pues el poder absoluto recaerá sobre la única corona que habrá en el continente.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora